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PACO MORENO
Sábado, 25 de diciembre 2021
Ahora vivimos un silencio relativo, aunque sabemos que volverá». La presidenta de la asociación vecinal de Ciudad Jardín, Xelo Frígols, habla de esta manera acerca de los problemas derivados de la saturación de bares y el botellón y vandalismo en su barrio, que ha protagonizado en 2021 protestas y anuncios de llevar a los tribunales la reducción de horarios. El calendario que está a punto de concluir deja numerosos frentes abiertos al gobierno municipal de Compromís y PSPV en Valencia, pero la explosión en los barrios ha sido de largo lo más destacado frente a otras polémicas. Sólo en el botellón, la Policía Local reconoce que tiene 13 zonas controladas.
«Seguimos adelante con nuestra hoja de ruta, que es conseguir la ZAS. No es el botellón de antes, pero los locales siguen ahí y sabremos que los problemas volverán». Y para subrayar esto, enseña la imagen de varios contenedores de basura quemados por completo hace unos días.
El balance de lo que ha pasado en Valencia en 2021 y las cuentas pendientes para el próximo año están ligados a la pandemia del Covid-19, como no puede ser de otra manera, aunque hay asuntos que vienen de más atrás. Pau Díaz, portavoz de la asociación de vecinos de la Malvarrosa, apunta que este año «acaba de explotar algo que se hacía evidente desde mucho antes».
Aunque el hito para esta entidad está en las cuatro mil personas que reunieron el 7 de octubre en 'las cuatro esquinas', saben que la lucha contra el tráfico de drogas es larga, por lo que tienen previsto celebrar una asamblea en enero y decidir si siguen las protestas, incluso en la plaza del Ayuntamiento.
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Díaz advierte algunos movimientos positivos en el Ayuntamiento, aunque la petición principal sigue siendo un plan integral para las Casitas Rosa, el principal foco del narcotráfico, origen del resto de problemas. «Hay que disolver cualquier expresión de gueto», comenta acerca de un trozo de la Malvarrosa donde no se atreven a entrar ni los barrenderos para hacer su trabajo.
Otro de los focos de inseguridad ciudadana es el barrio de Orriols, donde los residentes también han salido pancarta en mano para llamar la atención del gobierno municipal. Mari Carmen Tarín, de Orriols en Lucha, apunta que el aumento de la presencia policial ha logrado una «mayor tranquilidad, pero no por la noche porque sigue habiendo quejas». La promesa de la concejalía de Protección Ciudadana es reforzar la policía de barrio para frenar las reyertas, vandalismo y tráfico de drogas que padecen los residentes.
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«Se ha producido una ligerísima mejora, pero no se avanza en el problema estructural, la ocupación ilegal de las viviendas», añade. La Policía maneja un listado de un centenar de pisos que son por explicarlo de manera sencilla un foco permanente de delitos. Al margen hay otros muchos casos de familias sin recursos, que no están en este caso.
Y para comprobar la degradación del barrio, Tarín muestra otra fotografía, el cruce de las calles San Juan de la Peña y Padre Viñas, repleto de restos de basura. «Esto es lo que pasa después de toda una noche de escándalos. Me las envía una señora que vive justo en ese patio y ya no puede aguantar más».
Al igual que ocurre en la Malvarrosa, subraya que la presencia policial ayuda, aunque no es suficiente. «Hacen falta intervenciones urbanísticas y en materia de vivienda. Muchos comercios han cerrado y tenemos el símbolo nefasto del agujero de la vergüenza en la calle Agustín Lara», en referencia a un plan urbanístico que debe suponer la apertura de un espacio que ahora atraviesan los vecinos a través de agujero de un muro.
El concejal de Protección Ciudadana, Aarón Cano, señala que la «temporada baja» a la que se refieren los vecinos en cuanto a conflictos se extiende desde meses atrás, cuando se incrementó la presencia policial. «Estamos poniendo multas que pican, de 400 euros, y a ningún padre le gusta que le llegue algo así por su hijo al hacer botellón», apunta.
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En cuanto a las quejas por la inseguridad ciudadana, recuerda que las incorporaciones de la oposición en marcha (234 agentes en total) irá a patrullas, para citar como ejemplo que en la Malvarrosa están realizando el cambio de turno 'in situ' para evitar cualquier vacío. «Analizamos hasta el perfil de cada agente para destinarlo a un barrio u a otro; no es lo mismo trabajar en Benimaclet que en la Malvarrosa».
El botellón y el vandalismo es también el mal por el que ha explotado este año la plaza de Honduras y aledaños. La asociación de vecinos que toma el nombre del lugar lo atribuye a la saturación de bares. «Esta Nochebuena salí a dar un paseo y contabilicé 642 mesas en las terrazas de la zona y justo enfrente del sonómetro que colocó el Ayuntamiento van a abrir un kebab. Es increíble», señala el presidente de la entidad vecinal, Javier Soler.
Al igual que pasa en la plaza del Cedro, están convencidos de que la declaración de Zona Acústicamente Saturada (ZAS) es la única solución. «Sólo hablan de botellón y soluciones policiales, pero ese es no es tema», considera, para añadir al igual que Tarín que cuando vuelva el calor y se reduzca la presencia de ómicron, el botellón volverá con fuerza a sus calles.
«El Ayuntamiento está igual que siempre, al margen del problema porque sabe que una declaración ZAS es un fiasco para ellos, como que un tribunal reconozcan que no hacen bien su trabajo», añade. Todas las vigentes en Valencia tienen un origen judicial, aunque por ese motivo la reducción de horarios y condiciones de la actividad es diferente en cada lugar.
«Están dilatando el tema y siempre buscan la manera de rechazarla, como ha pasado ahora en un barrio de Alicante, donde un recurso la ha tumbado debido a un defecto de forma», añade Soler, quien precisa que salvo la Policía Local, el resto de las concejalías «están desaparecidas, nadie soluciona nada».
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Equipo de Pantallas, Oskar Belategui, Borja Crespo, Rosa Palo, Iker Cortés | Madrid, Boquerini, Carlos G. Fernández, Mikel Labastida y Leticia Aróstegui
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