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Patricia Orduna
Valencia
Viernes, 23 de agosto 2024, 15:06
Plombir y Miranda han vuelto a nacer. Ellas son las dos belugas de origen ucraniano a las que la guerra en su país también las ... obligó a salir de la zona de conflicto. Aterrizaron el pasado mes de junio en Valencia, y después de un largo traslado, ya han cumplido los dos meses en la capital del Turia. Aunque su viaje desde Járkov hasta Valencia fue calificado como una operación «de alto riesgo», ambos ejemplares se sienten ahora como en casa en las piscinas del Oceanogràfic. Ya están listas para empezar de cero en su nuevo acuario y, más pronto que tarde, conocer a sus nuevas amigas beluga que ya residían desde antes allí. Todo indica a que este será su nuevo hogar para, en principio, el resto de sus vidas, y eso esperan desde el propio acuario para que sean «nuevos embajadores del Ártico» junto a Kylu y Yulka, las dos residentes en Valencia.
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Las belugas están, por el momento, en unas piscinas donde se les ayuda durante su periodo de adaptación, que no tiene una cantidad de tiempo concreto, sino que se extenderá hasta que ambas consigan integrarse plenamente en su nueva residencia. Para ayudarlas están sus cuidadores. Andrea Ortolá es una de ellas. Es feliz mientras trabaja ayudando a los animales: «Pasamos 9 horas al día con ellas, ya nos conocen de sobra», cuenta. Esto ha ayudado a que las belugas hayan cogido más confianza con sus cuidadoras, lo que es el primer paso para una buena integración en Valencia.
La adaptación de Plombir y Miranda no es tarea fácil. Ortolá destaca algunas de las principales diferencias entre su acuario y el anterior hogar de las belugas: «Vienen de un sitio donde vivían en una única piscina, y aquí tienen varias». Aunque la mayor parte del tiempo lo pasan en un único recinto, van animándose tímidamente a pasar por las puertas que llevan a nuevas piscinas, algo que hasta ahora no habían podido hacer. Pero juegan entre ellas, se asoman y saludan a quienes llegan a su piscina y entrenan con sus cuidadoras, por ejemplo, algunos de los sonidos que emiten, mientras ellas les premian con algún tentempié.
Además, la cuidadora asegura que en el acuario de Járkov, zona de conflicto, «no vivían con peces» y esto es otro de los cambios al que se tienen que ir adaptando poco a poco. Pero, sin duda, lo más significativo es la convivencia con otras belugas, estas sí, de las que llevan más tiempo en el Oceanogràfic. «De momento se han visto a través de las puertas y los cristales, pero no viven en el mismo espacio», aunque dice, espera que puedan hacerlo «en los próximos meses», ya que el proyecto del acuario valenciano es que Plombir y Miranda puedan quedarse a vivir en la capital del Turia.
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Pero lo que ahora ocupa también al personal del Oceanogràfic es la comunicación entre las belugas de allí y las recién llegadas de Ucrania. El director de biología del acuario, Daniel García, explica algunos detalles que están estudiando de la comunicación entre belugas: «Hasta ahora hemos investigado la comunicación entre bebés y madres beluga, o cómo influye el tráfico marítimo a su comunicación, y nos parecía interesante ver las diferencias entre las especies ucranianas y valencianas».
Para su sorpresa, al iniciar las investigaciones se dieron cuenta de que las belugas procedentes de Ucrania tenían rasgos comunicativos más cercanos a los delfines que a las belugas. Esto se debe a que «Plombir y Miranda han vivido solas y junto a una familia de delfines», desvela García, por lo que «poco a poco fueron adaptando su lenguaje a su entorno». Así, explica cómo los sonidos que emiten las belugas ucranianas, aunque no son perceptibles al oído humano, son más cercanos al lenguaje de los delfines que al de las belugas.
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Ahora, el reto está en saber si son Plombir y Miranda quienes con el paso del tiempo se irán adaptando al lenguaje de Kylu y Yulka o viceversa, ya que uno de los ejemplares valencianos es relativamente joven y ya ha emitido algún sonido cercano a los de los delfines: «En los humanos también pasa, los niños son más propensos a adaptar su lenguaje dependiendo de su entorno», asegura García. Lo que está claro, sea en un idioma o en otro, es que cuando consigan adaptarse del todo a su nuevo hogar convivirán por fin con otros ejemplares de su especie, aunque probablemente se comunicándose en un formato 'bilingüe'.
Las belugas llegaron a Valencia desde Ucrania a mediados del mes de junio. Su evacuación no fue nada sencilla, los animales pasaron por un viaje de 12 horas por carretera hasta llegar a Odesa desde Járkov, y luego cruzaron la frontera hasta Moldavia. Una vez allí, se dirigieron al aeropuerto de Chisináu, donde un avión fletado exclusivamente para las belugas las trasladó, junto a seis expertos internacionales en cuidado animal, hasta Valencia.
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Tras un largo vuelo de cinco horas, en el Oceanogràfic las estaba esperando el director general de Medio Natural y Animal de la Generalitat Valenciana, Raúl Mérida. Pero no fue el único, sino que desde aquel día han pasado por la nueva casa de Miranda y Plombir otros altos representantes políticos como el president de la Generalitat, Carlos Mazón; el conseller de Medio Ambiente, Vicente Martínez Mus; o la alcaldesa de Valencia, María José Catalá. Durante su visita a las nuevas inquilinas del Oceanogràfic, Mazón destacó que el rescate, que se efectuó «en una situación de extremo peligro» constituye «un hito histórico a nivel mundial en materia de protección animal». También aprovechó la visita para poner en valor la labor del Oceanogràfic: «Es un honor que el Oceanogràfic cuente con dos nuevas belugas que han sido rescatadas del horror de la guerra en Ucrania y han vivido una difícil situación en los últimos meses, y que los grandes profesionales que tiene el Oceanogràfic van a trabajar intensamente para que se recuperen».
Ya han pasado varias semanas desde estas visitas, y estos cetáceos de gran tamaño todavía continúan su periodo de adaptación. Y es que, además de los políticos, también está previsto que el público general pueda saludar a Miranda y Plombir en su nuevo hogar. ¿Cuándo será esto? El momento en el que las dos belugas pasen a formar parte del itinerario de visitas del acuario depende de la velocidad de adaptación que tengan los propios animales. Desde el Oceanogràfic aseguran que están siguiendo una ruta de actuación para integrar a las nuevas belugas junto al resto de animales. El primer paso es adaptarlas al entorno, pues en Valencia convivirán no solo con las belugas Kylu y Yulka, sino que también compartirán aguas con varios peces. En último lugar, los nuevos cetáceos entrarán a convivir con los animales residentes en el acuario. Todavía no existe una fecha concreta, pero sí que será en ese momento, «en varios meses» según el Oceanogràfic, cuando los visitantes puedan ver, a través del cristal, a estas belugas bilingües.
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