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No sería justo decir que Benicalap es un barrio anclado en el tiempo. Pero tampoco que avanza rápidamente hacia el siglo XXI. No es que no quiera, es que no le dejan. Sus casi dos kilómetros cuadrados, uno de los más grandes de la ciudad, albergan a más de 41.000 vecinos, cada vez más, que no dejan de mirar al pasado y al futuro con la sensación de que sí, Valencia avanza, pero ellos se quedan atrás.
Ni siquiera las decisiones municipales que van en la misma dirección que las que se toman en otros enclaves como el centro les satisfacen. «El carril bici de la avenida Burjassot es malísimo, sólo deja un carril para coches y cuando el autobús se tiene que parar, se para todo el tráfico», explica Juan Antonio Caballero, guía de un recorrido por un barrio que creció en torno a lo que ahora es su principal caballo de batalla: las fábricas y las alquerías de la huerta que languidecen sin que (casi) nadie haga nada por evitar su degradación.
La Ceramo, en su momento la fábrica de cerámicas más importante de la ciudad, está inmersa en un proceso de rehabilitación que dura varios meses y del que los vecinos apenas saben nada. De momento se ha adjudicado el proyecto. «No sabemos ni en qué lo van a convertir, algo nos dijeron de un centro multiusos pero nos gustaría que fuera una subsede del Museo Nacional de Cerámica González Martí», indica Caballero.
Algo parecido ocurre con inmuebles tan importantes como el Casino del Americano, la alquería dels Moros o la de la Torre. «Las tres están cerca del parque y en teoría las iban a arreglar cuando se pusieran con el parque, pero sólo han intervenido en la dels Moros», comenta. Eso en lo referente al pasado. Pero cuando Benicalap mira al futuro, la imagen está ensombrecida por la enorme mole del nuevo Mestalla, del que no se sabe casi nada. «Ya veremos si empiezan las obras, hay que estar muy pendientes», comentan los vecinos de la zona.
Más allá de las reivindicaciones, está la vida diaria. La que protagoniza María Ángeles, Marisol, Francisco o Gastón, que son vecinos y comerciantes del barrio. Una pescadería, una papelería, una tienda de electrodomésticos o una inmobiliaria, respectivamente, son sus locales, con presencia más numerosa que en otros barrios de Valencia. «Aquí se vive como en un pueblo, soy de Chelva y lo veo en el día a día. Es muy familiar. Todo el mundo se conoce. Llevo casi 30 años, pero el barrio ya no es lo que era antes. Se nota los supermercados. La gente más mayor es la que está más acostumbrada a venir a las pescaderías, pero el resto van sobre todo a las grandes superficies», explica María Ángeles, dueña de Pescadería Avenida, en la homónima vía de Burjassot.
Ella es migrante. Valenciana, pero migrante. También lo es Gastón, aunque nació en Buenos Aires. Llegó hace 17 años y siempre ha vivido y trabajado en un barrio en el que más de 3.000 personas están buscando empleo. Gastón, propietario de inmobiliaria. «El barrio tiene todos los servicios, la gente es normal, con la que se puede conciliar la vida vecinal», explica Gastón, que asegura que la zona cuenta con un alto índice «de vivienda vacía y vivienda alquilada». «Los precios son módicos y hay bastante movimiento», dice.
Se refiere a los pisos, pero se ve en la calle. Como en la papelería El Parque, de Marisol Navarro, donde hay tanta gente dentro que la propietaria ha de salir a la calle para atender a este diario. «Hemos conseguido salir a flote mediante mucho trabajo y con mucha relación con los colegios», asegura. ¿Hay muchos niños en el barrio? «Sí, bastantes. Se nota», dice.
Y tanto. En el centro del barrio quizá menos, pero Benicalap crece hacia las afueras, hacia la ronda norte y hacia la avenida de Cortes Valencianas. «Hay tres PAI en desarrollo», cuenta Juan Antonio, que pone en valor que el barrio cuenta con cuatro agrupaciones musicales, una de ellas con una escuela de 120 niños, «y ningún espacio para dar conciertos». «Tenemos que ir a la plaza de la Iglesia y que el cura nos deje enchufar los altavoces a su red». Esa vida es la que le permite a Francisco Sánchez mantener abierta una tienda con medio siglo de vida que vende todo tipo de electrodomésticos. «El poder adquisitivo es medio, pero aguantamos bien», asegura. Es un buen resumen de lo que es Benicalap: pese a que la 'ciudad de plazas' del Ayuntamiento aquí todavía es un modelo que no conocen, aguantan bien. Y no es poco decir para los tiempos que corren.
Pocas asociaciones vecinales de la ciudad son tan activas como la de Benicalap-Entrecaminos, cuyos vicepresidente, Juan Antonio Caballero, y tesorera, Chelo Polo, hacen de cicerones en este recorrido por el barrio de Benicalap. Aseguran que ha sido el empuje de la entidad lo que ha conseguido un nuevo colegio cuando Educación propuso reformar el Salvador Tuset, y dos centros de salud nuevos, uno de ellos en un solar que «nadie sabe que era de propiedad pública», explica Caballero. Ahora, están insistiendo en la rehabilitación de La Ceramo y de las alquerías situadas cerca del parque, así como en la construcción del polideportivo vinculado al nuevo Mestalla, cuyas obras podrían empezar el año que viene.
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