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Isabel Domingo
Valencia
Domingo, 7 de abril 2019, 00:48
'Low cost'. El anglicismo contra el que la Real Academia Española (REAE) batalló hace unos años para frenar su uso en el lenguaje ha llegado para quedarse. No hay más que echar un vistazo por la calle a la cantidad de negocios que se anuncian bajo ese reclamo publicitario para comprobarlo. Hasta la operadora ferroviaria Renfe tiene sobre la mesa la puesta en marcha de un AVE 'low cost' con precios un 40% más económicos que los servicios actuales de la alta velocidad.
Al margen del transporte, los negocios 'low cost' están en auge, especialmente en los barrios de grandes ciudades, donde se han hecho hueco en los lugares que antes ocupaban los comercios de proximidad. Peluquerías, barberías, centros de manicura, perfumerías, lavanderías autoservicio, gimnasios, panaderías, tiendas de ropa... Son numerosos los locales que ahora ofrecen productos y servicios de bajo coste y a un precio más asequible que el de los comercios tradicionales.
No hay cifras oficiales ya que la creación de nuevos negocios no diferencia la inscripción entre los de bajo coste y los que no lo son, pero el informe 'La franquicia en España 2019', que elabora la Asociación Española de Franquiciadores, refleja el incremento de las franquicias (fórmula bajo la que operan los 'low cost'), sobre todo en sectores como alimentación o belleza/estética.
«Las tendencias del mercado responden a que los precios bajos se están imponiendo, en parte motivado por el tema de la liberalización de las rebajas, que ha provocado una política de continuos descuentos y ofertas permanentes, lo que obliga a que los clientes busquen servicios y productos 'low cost'», apunta el presidente de Confecomerç, Rafael Torres. Y, añade, «no sólo se circunscribe al sector servicios, sino también a moda y complementos».
«Unas veces sí; otras veces, no. Depende de la chica que me atienda». Es la explicación que da Patro, vecina de Mislata, cuando se le pregunta por la atención que recibe en la peluquería de bajo coste a la que acude en su localidad, donde hay «tres o cuatro de este tipo».
Acude cada semana a peinarse y lo hace por una cuestión de números. «Voy a peinarme porque me cuesta la mitad que antes», explica. Y es que en su peluquería anterior abonaba 10 euros por este servicio mientras que ahora paga cinco. «Y, claro, la diferencia se nota y más para lo que voy yo: lavar y peinar», confiesa.
El procedimiento, como en otros sitios, «coger número y esperar a ser atendido, entre media hora o una hora, depende de la gente». «Siempre está lleno», afirma.
De ahí la preocupación que existe en la patronal del pequeño comercio, ya que, a su juicio, las franquicias «restan personalidad y singularidad» en los entornos urbanos , por lo que proponen un análisis «para la conservación de los establecimientos históricos y singulares».
Ese auge del 'low cost' como negocio, especialmente entre los emprendedores, lo constata también la profesora de la Facultad de Derecho, Empresa y Ciencias Políticas de la Universidad CEU Cardenal Herrera, Isabel Rodríguez, quien apunta como motivos del nuevo modelo «la precariedad e inestabilidad laboral, unida a la falta de ayuda y financiación externa por parte de las entidades financieras».
«Si bien no es un fenómeno novedoso, lo cierto es que en la actualidad, y especialmente entre los jóvenes, se está evidenciado su preferencia por este modelo de negocio que requiere de poca inversión inicial. Muchos apuestan por adherirse a franquicias 'low cost' que no exigen canon de entrada ni tampoco grandes inversiones iniciales de capital, por lo que la amortización del gasto inicial es bastante rápida así como la obtención de beneficios reales, dado que estas franquicias cuentan ya con cierto reconocimiento entre los consumidores», detalla la profesora de la UCH.
Es el caso de las franquicias que ofrecen servicios de peluquería, barbería o manicura, que han proliferado en los barrios de la ciudad, especialmente en aquellos con poder adquisitivo medio o medio-bajo, lo que ha restado clientela a los negocios tradicionales. Los grandes carteles con los precios de servicios y ofertas son su característica más habitual, como es el caso del reclamo del 'Tinte a 5 euros'.
«A ese precio el producto no puede ser de calidad ni tampoco los servicios que ofrecen», afirma el presidente del Gremio de Peluqueros de Valencia, Francisco Javier Fortea, una entidad que agrupa a 200 establecimientos de este tipo. «Las peluquerías 'low cost' nos han perjudicado mucho porque ahora a las tradicionales se nos asocia como caras», añade al tiempo que lamenta que las administraciones hagan «muy poco seguimiento a este tipo de negocios, a los que también deberían someter a inspecciones».
Berta Medina, de 39 años, es usuaria habitual de una peluquería 'low cost' en su barrio, que lleva abierta «unos cinco años, al principio, con mucha cola en la puerta». Acude desde hace dos años, cuando se quedó sin trabajo y optó por esta fórmula para ahorrar en sus gastos mensuales. «Como a todas, me gusta ir arreglada, sobre todo si tengo que acudir a algún curso de formación o a alguna entrevista. Hoy todo va por tema de imagen, así que intento ir cada mes».
Sin embargo, reconoce que «a veces no resulta tan económico acudir a estos sitios porque entre el corte, el tinte y los productos que te ponen de tratamiento, y a los que no sueles negarte, puedes llegar a pagar 30-35 euros por el servicio». Por eso, intenta aprovechar «cuando hay ofertas».
Alquileres bajos, locales pequeños, trabajadores en precario, servicios rápidos («tienen que hacer más de un centenar para que salgan las cuentas»), productos de baja calidad o no aceptar pagos con tarjeta son algunos de los aspectos que enumera de esta «competencia desleal» que tiene una gran aceptación entre los bolsillos menos boyantes.
Precisamente sobre el precio alertan las asociaciones de consumidores valencianas. «Deben estar especificados y detallados todos los costes para que no haya sorpresas con tratamientos adicionales, por ejemplo, en el caso de los sitios de estética», comenta el portavoz de Avacu, Julián Tío.
Además, recuerda que las obligaciones y los derechos son los mismos que en cualquier otro tipo de establecimiento. «No nos quedemos sólo con el precio, sino con la calidad y las condiciones higiénico-sanitarias», añade. «Y hay que reclamar cuando haya problemas», dice.
En la misma línea se manifiesta el secretario de la Unión de Consumidores (UCE) de Valencia, Vicente Inglada. «Suponen un ahorro para el consumidor pero no dejan de ser competencia desleal para el resto de comercios», reflexiona tras confirmar el 'boom' de peluquerías, por ejemplo, en el barrio de Ruzafa. Inglada hace hincapié en dos aspectos que los usuarios deben tener en cuenta: «la calidad de los productos o servicios y evitar realizar pagos por adelantado para evitar timos».
Mientras, los sindicatos muestran su preocupación por la precariedad laboral del modelo 'low cost'. Contratos de media jornada que en realidad esconden jornadas completas o condiciones rudimentarias son las que indican desde la sectorial de Comercio de UGT.
La responsable de Empleo y Formación de CC OO-PV, Ana García, resalta que son negocios que recurren a modalidades de contrato que «al final son un fraude porque no es lo que correspondería, como temporales, obra y servicio o de formación, ya que les permite una bonificación». A su juicio, «es muy difícil controlarlo porque la inspección no tiene recursos suficientes». Jóvenes y mujeres son el grueso de los empleados.
Fiebre por los gimnasios en España y en Europa. Lo constata un informe de la consultora Deloitte y la asociación EuropeActive sobre la salud y el negocio del 'fitness', presentado hace unos días y que confirma el aumento de usuarios registrados en este tipo de locales (5,33 millones), una cifra favorecida por la eclosión de los gimnasios 'low cost'.
De hecho, otro informe de la consultora deportiva Valgo Investment señala que este modelo de negocio se ha hecho con el 20% de los nuevos usuarios. Así, en 2018, el número de centros de bajo coste se incrementó un 8,8% respecto al año anterior, un crecimiento que podría ser mayor este año. Es, según el documento, el tercer ejercicio de crecimiento positivo para esta modalidad de gimnasio.
La Comunitat no escapa a esa tendencia. Con datos de 31 de diciembre de 2018, había 27 registrados y, en el caso de la provincia de Valencia, eran 15, lo que la situaba como la cuarta de España por detrás de Madrid, Barcelona y Sevilla.
En el caso de la capital del Turia, el 'boom' se ha traducido en la apertura de cinco nuevos gimnasios de bajo coste (pertenecientes a dos cadenas de franquicias) desde el pasado verano y la previsión de otros cinco a lo largo de este año (en este caso, de otra compañía).
Desde la Asociación Valenciana de Gimnasios confirmaron ayer este auge y resaltaron que son establecimientos que cuentan con menos personal y servicios que otro considerado 'premium', «donde la atención al cliente siempre será personalizada».
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Javier Bienzobas (Gráficos) y Bruno Parcero
Melchor Sáiz-Pardo y Álex Sánchez
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