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Lola Soriano Pons
Valencia
Martes, 4 de febrero 2025, 00:50
La dana del pasado 29 de octubre no sólo trajo agua y barro, también se está convirtiendo en un verdadero quebradero de cabeza para los ... inquilinos de unas viviendas que quedaron dañadas aquella trágica tarde de la que se cumplen ya más de tres meses.
Algunos de estos arrendados tienen que vivir con la humedad de las paredes y otros no han podido regresar a las casas y tampoco saben si podrán hacerlo.
Así, por ejemplo, Eurice Espinoza, que vivía en una planta baja de la pedanía valenciana de La Torre, junto a su esposo y sus tres hijos se han visto abocados a estar de acogida en Casa Caridad. «Nunca habíamos necesitado ayudas, los cinco años que estamos ya en España siempre hemos trabajado, pero el día de la dana, el bajo donde estábamos alojados se llenó de barro».
Afirma que los primeros días se tuvieron que ir a una residencia de ancianos, como medida de emergencia, «pero perdimos todas nuestras pertenencias. El dueño de la casa nos pidió sí o sí pagar el alquiler y, como lo habíamos perdido todo le dijimos si podía esperar unos días y al final, nos cambió la cerradura y ya no hemos podido acceder».
Eurice detalla que «limpiaron la casa, quitaron el barro, hasta que un día nos dijo o pagais ya o lo alquilo, y ya hay otras personas viviendo dentro».
Ahora están acogidos en Casa Caridad. «Cuando nos pasó esto mi hijo pequeño tenía un mes y tengo otros dos hijos de diez y tres años». Con la complicada situación que viven explica que han trasladado la situación a las administraciones «y la trabajadora social nos orientó para que pidamos la Renta Valenciana de Inclusión, pero necesitamos un hogar donde vivir».
También describe angustiada que su marido «estaba trabajando en una reforma de una casa, pero se inundó por la dana y ahora trabaja según el día. Necesitamos ayuda».
Otra situación es la que vive Luis Orllando Ocaña. Su mujer sufre la enfermedad de alzheimer. «Estamos alquilados en un bajo de La Torre que también se inundó con la dana. El agua llegó hasta 1,30 metros de altura. Estuve limpiando, pero es imposible vivir allí de momento por la gran humedad que hay», indica.
Ahora afirma que se ha convertido «en nómada, porque la primer anoche la pasamos en un piso con un vecino; luego nos acogieron unos amigos un mes en su casa de Picassent y ahora estamos en casa de otros amigos en Puerto de Sagunto, pero no podemos estar en esta situación mucho tiempo. Bastante es que estos amigos nos han ido acogiendo».
Detalla que fueron limpiando la planta baja donde estaban alquilados «pero la dueña de la casa tiene que hacer obras para quitar la humedad y han pasado tres meses y todavía está esperando que el seguro le apruebe el presupuesto de la reforma».
Llevan tres meses fuera de su casa de alquiler «y estamos con temor porque en abril nos vence el contrato y no sabemos qué nos va a pasar y mi mujer está enferma». Explica que ellos quieren seguir en esta casa «porque nunca faltamos a nuestros pagos y nos gustaría que nos renueven el contrato, pero tenemos mucha incertidumbre».
En muchos casos de la zona los inquilinos reciben la petición de los dueños de que les entreguen las llaves. «Les dicen que son para hacer las obras de reforma, pero están con miedo de que luego no les dejen entrar y aprovechen para cambiar la cerradura y subir los precios de alquiler», explica Maribel Collado, miembro de la asociación de vecinos de La Torre.
Un tercer caso, también en La Torre es el de Juana y Jesús. Viven en una planta baja donde el agua superó el metro de altura. «Estamos mi mujer, sus cuatro hijos y yo y mis dos hijos y limpiamos la casa, tiramos todos los muebles y nos dieron camas y muebles varias oenegés. En la alcaldía pedánea nos entregaron la nevera, la lavadora y el microondas», describe.
En este caso, la vivienda es de alquiler social público, y el problema, según relatan, «es que nos dicen que para hacer la reforma y quitar las humedades tenemos que salir y nos dicen que nos vayamos a un albergue».
Explican que están preocupados «porque no tenemos una alternativa habitacional. Cómo nos vamos a ir ocho personas a un albergue y no sabemos si al irnos, luego habrá problemas para estar en la casa que pagamos mensualmente. Nos da miedo que no nos dejen volver».
Otra vecina de la zona, también en régimen de alquiler, explica que los dueños también le habían pedido las llaves para la reforma «y he pedido que me dejen tener un juego de llaves porque estamos preocupados por si luego intentan que no volvamos».
Cabe destacar que la entidad vecinal de La Torre está recorriendo todas las calles de la pedanía para detectar las necesidades de los residentes y tratar de asesorarles en la petición de las ayudas «porque mucha gente está todavía en shock y no han tramitado las peticiones».
Y añaden que incluso «nos encontramos con la situación de gente que le da hasta vergüenza pedir ayuda y están viviendo con grandes humedades en sus casas o gente mayor que tampoco sabe qué hacer y también hay personas que están trabajando y no encuentran tiempo para hacer toda la burocracia», indica Collado.
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