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Imagen proporcionada por Casas de la alquería pendiente de rehabilitación en Poble Nou. lp
El calvario de rehabilitar una alquería

El calvario de rehabilitar una alquería

Un propietario en Poble Nou trata desde hace cinco años de lograr la licencia. El proyecto pasa por abrir un hotelito de diez habitaciones y evitar así la desaparición del conjunto protegido, de momento sin éxito

P. MORENO

Miércoles, 29 de diciembre 2021, 00:00

«En 2017 presentamos la primera documentación y como estaba el Plan de la Huerta en tramitación...». Así empieza Carlos Casas, propietario y promotor de un pequeño hotelito en mitad de la huerta el calvario burocrático en el que se introdujo para poder rehabilitar una alquería en Poble Nou, en las inmediaciones del camino de Carpesa. La pesadilla aún no ha terminado.

La idea es aparentemente sencilla y pasa por convertir un conjunto de alquerías en un alojamiento rural con diez habitaciones y un restaurante. El objetivo, frenar la degradación que sufre y ponerla en valor. Casi cinco años después, ha conseguido licencia de obras, pero no para el uso que pretende darle al inmueble.

«Como el plan no se había aprobado todavía, me aconsejaron tramitar los permisos como si fuera para una vivienda propia», señala. Eso es lo que ha conseguido, en concreto el pasado mayo, aunque con un permiso condicionado a que realice algunas modificaciones. El proyecto incorpora una planta depuradora que sustituye a una fosa séptica, placas solares y un cuarto de residuos, entre otras obligaciones con el medio ambiente.

Desde enero de 2017 ha conseguido el permiso de obras para una vivienda, ahora falta cambiar a uso terciario, otro suplicio

«Mi reivindicación se resume en que llevamos cinco años esperando para poder rehabilitar una alquería en la huerta de Poble Nou. Su objetivo final es un uso terciario como propone el Plan de la Huerta», indica. En efecto, la aprobación del plan permitió el cambio a uso terciario, aunque para eso ha empezado otra maratón de trámites, antes de lograr la licencia definitiva.

«La construcción se encuentra en deficiente estado, y tras cinco años de lucha con el Ayuntamiento seguimos sin saber nada, lo que nos hace pensar en abandonar nuestro proyecto de inversión privada», añade.

Pero todavía no ha decidido tirar la toalla y quiere seguir en su empeño. La queja de Casas es común en otros propietarios, la más reciente por la obligación en buena parte de estas construcciones de tributar el IBI urbano. Al tener más superficie lógicamente que un piso la tributación se dispara.

El afectado insiste en que desde el primer momento, en el Ayuntamiento sabían del proyecto del hotel y que el consejo fue empezar a tramitar la licencia de obras, aunque sin la llamada de actividad es prácticamente imposible empezar nada. La imponente alquería tiene algunas cubiertas en mal estado de conservación, aunque con la rehabilitación adecuada se pondría de nuevo en valor.

El Plan de Protección de la Huerta prevé estos cambios a uso terciario precisamente para favorecer la conservación de los inmuebles, siempre con unos criterios patrimoniales muy exigentes. Casas está convencido de que su proyecto cumple y habla de que la construcción actual se remonta a 1910, o que cuenta con 550 metros cuadrados repartidos en dos alturas, así como otros mil de jardín alrededor. Un paellero, patio con pérgola y un campo de naranjos de siete hanegadas en producción como cultivo minifundista es la propuesta con la que intenta convencer a la Administración desde hace medio lustro y sin plazo fijado para su finalización.

El anuario estadístico del Ayuntamiento muestra desde hace años que la superficie cultivada alrededor de Valencia ha menguado. Con la conservación de las alquerías ocurre lo mismo, dado que algunas están tan degradadas que su rehabilitación como vivienda es inviable, por lo que están condenadas a desaparecer entre campos en barbecho.

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