Tampoco hemos cambiado tanto. Bueno, algo sí. Ya no hay tenderetes de mercadillo pegados a la Lonja, ni tampoco se ven coches de caballos aparcados ... junto al actual Museo de Cerámica, en al calle Marqués de Dos Aguas. Por el río Turia ya no corre el agua sino que discurre el jardín urbano más largo de Europa, y junto a la plaza de Toros ya no hay trenes aparcados. La Valencia de 1866 y la actual tienen las mismas ganas de modernización y desarrollo. Por último, algunas señas de identidad siguen incólumes como el Micalet o las torres de Serranos.
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A la hora de comparar las dos ciudades, tenemos la suerte de contar con el trabajo de Jean Laurent (1816-1886), fotógrafo francés que se trasladó a vivir a Madrid en 1843. Años después, en 1855, comenzó a interesarse en la fotografía y abrió un estudio en la Carrera de San Jerónimo, donde empezó a ejercer como profesional. Impulsor de numerosas innovaciones como el papel fotográfico o un carro habilitado como laboratorio, esto último le permitió viajar por toda España y Portugal. Llegó incluso a abrir una tienda en París donde vendía una parte de su preciado trabajo logrado en cada tour.
Una de las imágenes más espectaculares de la época, con los trenes en las actuales calles de Marqués de Sotelo y Xàtiva.
La plaza actual con el exterior igual. En el entorno se aprecian las obras de la cercana estación de metro.
Así, el catálogo de 1867 de la tienda ya incluye fotografías de Valencia. Las que forman parte de este reportaje están datadas entre 1860 y 1880 en el catálogo de la Biblioteca del Congreso de los Estados Unidos, sin precisar más. Cuando se funda LAS PROVINCIAS el 31 de enero de 1866, el derribo de las murallas apenas había comenzando, dando lugar al Plan del Ensanche, mientras que numerosos barrios seguían siendo pueblos independientes. Gracias a la expansión de la ciudad hacia esa parte y sobre todo por el impacto del ferrocarril, cuatro años más tarde Ruzafa fue anexionado a Valencia.
El mismo año corrió la misma suerte Patraix, que había sido una suerte de campos de huerta salpicados de alquerías y villas de descanso de los más pudientes del cap i casal. Junto a la actual avenida Tres Forques se levantaba por ejemplo la casa de verano del canónigo Pontons, amante del arte y a quien le debemos el encargo de las fuentes que ahora decoran los extremos del paseo de la Alameda y que estaban en su propiedad, lo mismo que esculturas instaladas luego en el jardín de la Glorieta y en el Parterre.
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La Lonja, sin almenas en su torre central y con un reloj en el hueco de una ventana.
La Lonja, tras la última reurbanización del entorno que eliminó arbolado para su mejor contemplación.
Tanto Campanar como el Cabanyal siguieron siendo independientes hasta 1897, cuando engrosaron el territorio de la ciudad. Para entonces, el periódico ya se había consolidado como un elemento clave en el debate político, favorable a las reformas y contrario a las revoluciones, como escribía su primer director, Teodoro Llorente.
Laurent y sus ayudantes fotografiaron por lo tanto el centro de la ciudad, sus vistas monumentales y sus lugares con más encanto, sabedores de que esas serían las imágenes con más éxito de venta en las tiendas. Desde luego, el perfil vertical del Micalet es impresionante, lo mismo que la belleza del cauce del Turia en su parte central, desde las torres de Serranos hasta el puente del Mar, por donde pasaba un tranvía tirado por varios caballos.
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La bella portada de Ignacio Vergara, entonces nueva, destaca en el conjunto de la fachada.
El inmueble apenas ha cambiado, aunque el entorno necesita una urgente reurbanización.
La ciudad ya contaba con un considerable peso demográfico. Un año después de la fundación del periódico y gracias a unas elecciones en las Cortes ha llegado el dato de que entonces pudieron votar 16.144 contribuyentes (no había sufragio universal) y que el padrón ascendía a 618.032 habitantes en la provincia de Valencia. Todavía faltaba mucho para el desarrollo de los barrios y la huerta se encontraba prácticamente al otro lado del Turia en lo que se refiere a la parte norte, y en el barrio de Ruzafa hacia el sur.
Eran años de transformación, aunque a la ciudad le costaba desde luego pasar de su imagen rural a urbana y moderna. Los que llegaban a Valencia por la puerta de las torres de Serranos tenían la oportunidad de asearse junto al viejo cauce, donde había incluso barberos. Mientras, en el resto del mundo se inventaba la dinamita y era descubierto Plutón, junto a la invención del termómetro.
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Los campanarios de las iglesias dominan el perfil de Valencia en la segunda parte del siglo XIX.
El puente del Real, con el doble de anchura tras la ampliación realizada en 1966.
Los planes generales llegarían después y el periódico contó todos. El plano más antiguo en la web municipal data de 1860 y al colocarlo sobre el callejero actual, aparte de la almendra de Ciutat Vella, entonces el casco urbano se extendía poco más allá, en concreto hasta el paseo de la Alameda, lugar de descanso y relaciones sociales, además de algunas parcelas de lo que hoy sería la zona entre la calle Doctor Olóriz y la avenida Burjassot, en el barrio de Marxalenes. También una amplia zona extramuros que iba desde el Botánico, donde los arquitectos Carmel Gradolí y Arturo Sanz ultiman el diseño del conocido como jardín de Jesuitas, ahora Trini Simó, hasta buena parte del Ensanche, sin la formación en damero que vendría después.
La sede del periódico estaba algo lejos de allí, en la calle del Mar, donde se había instalado en el Palacio de los Valeriola, transformado desde hace poco en el Centro de Arte Hortensia Herrero. Esa calle era el lugar preferido por la colonia francesa para vivir y se notaba mucho en los comercios, según escribió el autor Durán y Tortajada. Faltaba mucho todavía para que fuese abierta la calle de la Paz, lo que ocurrió a principios del siglo XX y con el nombre de Peris y Valero. Por cierto, gracias a la providencia se desechó el plan de prolongarla hasta las torres de Quart, lo que hubiera supuesto la demolición de la iglesia de Santa Catalina, fotografiada por Laurent como uno de los iconos reconocibles de la ciudad.
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Monumento defensivo y cárcel, las huellas de la historia se aprecian en las torres de Quart.
El desarrollo del barrio del Botánico se percibe en esta imagen de la calle Quart.
Todavía quedaba mucho igualmente para que la plaza del Ayuntamiento fuera una realidad. El origen de la actual plaza está en el amplio solar que se originó con motivo del derribo del Convento de San Francisco en 1891. Mucho antes se había demolido un muro del huerto para evitar un rodeo en el itinerario que iba desde la calle de la Sangre hasta la calle Barcas. No existía ni el edificio de Correos, acabado en 1922, ni tampoco la estación del Norte (1917), como otros símbolos arquitectónicos de la ciudad pero el derribo de las murallas aceleró la nueva Valencia.
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