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Reflejan la luz del sol que atraviesa el polvo. Abandonadas en el interior de una de las decenas de salas de masaje de la planta ... superior, cuentan historias de descanso y relajación. Son piedras lisas, negras, que se usaban en los tratamientos de belleza. En esas salas gemelas, con vistas a un patio interior presidido por una capilla, aguardan aparatos extraños sobre camillas desvencijadas, que recuerdan un pasado que podría estar cerca de volver. Pero para que el balneario de la Alameda reabra sus puertas tras casi tres años cerrado, habrá que hacer obras.
Habrá que limpiar el polvo que me mancha la mano en la barandilla de acceso y habrá que encender el reloj digital que preside la piscina. Habrá que adecentar el suelo de la entrada, picado y destrozado. Habrá, claro, que encender los grifos de la alberca, pero sabiendo que en las tuberías no hay legionela ni otra enfermedad acurrucada en las tripas de un sistema de saneamiento muy poco sano. Son trabajos que el Ayuntamiento pretende que haga el adjudicatario del contrato de gestión del centro, que espera poder sacar a licitación dentro de un tiempo.
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Antes, LAS PROVINCIAS se ha adentrado en las entrañas de la vieja guardería de las cigarreras que trabajaban en Tabacalera. De servicio para los más pobres al principio del siglo XX se convirtió en un spa dentro de la ciudad, unos baños termales para los más pudientes, servicio que se democratizó en los 2000, cuando bajaron los precios. Sin embargo, los impagos de la concesionaria, que asegura que el Ayuntamiento no quería hacerse cargo del mantenimiento, la falta de reparaciones y los análisis del agua que evidenciaron la presencia microscópica de peligrosas bacterias conformaron una tormenta perfecta que obligó al Consistorio a cerrarlo.
Ahora el silencio arrastra una canción triste que surca el polvo que brilla al trasluz. El Ayuntamiento quiere reabrir las instalaciones, un último baile, pero antes hay trabajo que hacer. Hay que eliminar el olor a humedad de la planta inferior, la peste fría que se te mete en el fondo de la nariz en la sala de la piscina, que parece mucho más pequeña vacía que cuando estaba llena y el agua brillaba bajo la luz que se colaba por el lucernario. También habrá que limpiar el moho que cubre las paredes de las salas de la depuradora o del sistema de bombeo y habrá que recoger las cajas o botellas vacías que todavía hay en algunos despachos. Y habrá que retirar los carteles que dicen que más allá de ese punto hay que llevar mascarilla sí o sí, como fantasma de una pandemia pasada.
Subes y bajas escaleras y más allá de las ventanas polvorientas se abre un patio interior con plantas a escasos meses de una muerte definitiva. Las obras también incluirán su adecuación y la limpieza de los cristales de la capilla y deberán sustituirse las tumbonas de mimbre destrozadas por el paso del tiempo que hay en la terraza que preside el edificio, con vistas privilegiadas a Tabacalera y a la antigua fábrica de lanas donde ahora está el Westin. Está por ver si el Consistorio abre la puerta a que la concesionaria instale un hotel en la planta superior, como quería la anterior empresa. El anterior equipo de gobierno lo denegó. El actual quiere hacer un balneario moderno y ya prepara el pliego de condiciones que ha de ser el último acorde de la canción tristísima del viejo balneario.
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