El 22 de julio de 1873 Valencia se proclamó cantón independiente. Doce días después, el 2 de agosto, el general Martínez Campos ... bombardeó la ciudad hasta conseguir su rendición y puso fin a un episodio histórico que en la práctica se extendió durante más días. Era el fin de la rebelión cantonal valenciana en la España de la Primera República. Y durante dos semanas, entre el 26 de julio y el 8 de agosto, LAS PROVINCIAS no se pudo publicar, imprimir ni distribuir en la ciudad.
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El director y fundador del periódico, Teodoro Llorente, relató en el primer número tras la revuelta, publicado el 9 de agosto de 1873, todo lo que había sucedido en los días anteriores y que no se pudo contar día a día. «Valencia ha vuelto a su estado normal: la insurreccion cantonal ha terminado, y en los momentos en que escribimos estas líneas el general Martínez Campos entra en la ciudad del Cid, sin oposicion de los voluntarios, que han abandonado las posiciones, sostenidas tenazmente durante trece días», explicaba.
El Cantón Valenciano o Cantón de Valencia fue uno de los primeros proclamados durante la rebelión cantonal que tuvo lugar durante la Primera República Española (1873-1874). Un cantón era una unidad política territorial de ámbito municipal o comarcal con aspiraciones soberanas y autogobierno soberano.
En Valencia la rebelión tomó vida a mediados de julio, tras la proclamación el 12 de julio del Cantón de Cartagena. En ese momento aparecieron en Valencia pasquines con el texto «Hoy se proclama el Cantón» y grupos armados recorrían la ciudad. El movimiento fue imparable el 17 de julio de 1873, aunque la instauración oficial no tuvo lugar hasta el día siguiente, y a él se adhirieron 178 municipios de la provincia de Valencia.
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Según relata LAS PROVINCIAS, ese día «la ciudad presentaba por la tarde un aspecto más animado. Los repiques generales de campanas, las colgaduras que adornaban casi todos los balcones, y las fuerzas de voluntarios que cruzaban por todas las calles sin armas y con banderas desplegadas, denotaba que la poblacion estaba de fiesta. Así era, en efecto, pues con arreglo a lo dispuesto por la junta revolucionaria, iba a proclamarse el Canton valenciano y a colocarse la lápida de la República federal«.
«A las seis de la tarde se reunieron en la plaza del Temple todos los batallones de voluntarios, excepto las fuerzas que se encontraban de retén y haciendo guardias. Cerca ya de las siete se organizó la manifestacion, en la que solo figuraba la milicia sin armas por este orden: primero el batallon de veteranos; despues la compañía de tiradores; seguía el escua drón de caballería y terminaba por los siete batallones de voluntarios. Los manifestantes llevaban tres músicas, veinticinco banderas y un banderín tricolores y una bandera roja que figuraba en las filas del 4º batallón».
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El relato continúa explicando el recorrido de la marcha. «En medio del mayor órden marcharon los manifestantes por la plaza de Tetuan, frente a la Glorieta, plaza de Mendizabal, plaza y calle de las Barcas, plaza de la Libertad, Bajada de San Francisco, plaza de Cajeros, calle de San Vicente, plaza de Santa Catalina, calles de Zaragoza y el Miguelete, a la plaza de la República Federal, donde habia un gentío inmenso esperando que se descubriese la lápida«. »Miles de personas que llenaban la plaza y sus avenidas«, recoge LAS PROVINCIAS.
En la Casa-Vestuario, ubicada en la actual plaza de la Virgen, fue donde se proclamó el cantón valenciano a las 11 de la noche del 18 de julio. Allí se hallaba la junta revolucionaria, «que saludaba a todas las banderas que pasaban. Cuando ya se hallaban todos los manifestantes en la plaza, leyó el presidente de la junta, D. Pedro Barrientos, catedrático de la Escuela de Bellas Artes, la siguiente alocucion que despues se arrojó profusamente al público:
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«Con hondos caracteres hemos grabado en la lápida que en este momento inauguramos, el nombre de la República Federal. Grabemos aun mas hondamente en nuestros corazones la memoria de este fausto suceso, más y que su recuerdo nos sirva de sosten y guía para cumplir nuestros altos deberes con la patria. Hijos en, de Valencia, herederos de las glorias de Juan Lorenzo y de Guillen de Vinatea, reanudemos en el Canton valenciano, con las virtudes de aquellos patricios, las hoy glorias de los antiguos fueros».
«Todas las banderas saludaron a la lápida y las músicas tocaron el himno de Riego y La Marsellesa», relatan las crónicas de la época, que recuerdan que «el señor Salarich salió al balcón de la Casa-Vestuario y dirigió al pueblo la palabra, diciéndole que procurase mantener el orden ; que no quisiesen las clases proletarias promover disturbios, ya que con ello nada conseguirían, pues el mejor medio para vengarse de sus opresores era ir a las escuelas, instruirse y defender sus derechos, sin olvidarse de cumplir sus deberes. Dio algunos vivas, y con otros del señor Barrientos a la República y al Cantón valenciano , se procedió a disolver la manifestación en medio del mayor orden».
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Ese mismo día 18 de julio había llegado la noticia de la caída en Madrid del Gobierno del republicano federal «centrista» Francisco Pi y Margall. Y pocos días después comenzó la represión.
El Cantón valenciano estaba conformado principalmente por municipios de la mitad más próxima a la costa de la provincia de Valencia. Algunos de los municipios adheridos al cantón de Valencia fueron los siguientes:
Albal, Albalat dels Sorells, Albalat de Taronchers, Alberique, Alboraya, Alcántara de Júcar, Alcudia de Carlet, Aldaya, Almusafes, Alquería de la Condesa, Anna, Bellreguart, Benaguacil, Benegida, Benetúser, Benifairó de la Valldigna, Benifaraig (actualmente integrado en el municipio de Valencia), Benifayó, Benifairó de los Valles, Benifairó de la Valldigna, Bicorp, Bolbaite, Bonrepós (actualmente Bonrepós y Mirambell), Borbotó (actualmente una pedanía en el municipio de Valencia), Campanar (actualmente un barrio de Valencia), Carlet, Carpesa (pedanía de Valencia), Catarroja, Cullera, Chella, Cheste, Chirivella, Chiva, Domeño, Enguera, Estubeny, Faura, Fortaleny, Foyos, Fuente Encarroz, Gandía, Gilet, Godelleta, Játiva, Masalfasar, Masanasa, Meliana, Miramar, Mogente, Moncada, Montesa, Museros, Navarrés, Oliva, Paterna, Picaña, Picasent, Piles, Puebla de Vallbona, Pueblo Nuevo del Mar (en el actual distrito de Poblados Marítimos de Valencia), El Puig, Puzol, Quesa, Cuart de les Valls, Rafelbuñol, Rafelcofer, Sagunto, Sedaví, Sellent, Serra, Silla, Simat de Valldigna, Tabernes Blanques, Vallada, Villalonga y Villanueva del Grao (actualmente integrado en Valencia como barrio del Grao).
El gobernador civil Castejón, que había huido a Alcira en tren, declaró en un manifiesto que hizo público en esa ciudad el 20 de julio que «se ha proclamado el Cantón valenciano, desligando a Valencia de la patria común» en un «alarde de falta de respeto a la ley» y aseguraba que él seguía siendo la máxima autoridad en la provincia a la espera de las órdenes del Poder Ejecutivo de la República. Pero este manifiesto no sirvió de nada porque el 22 de julio ya se habían adherido al «Cantón Valenciano» 178 pueblos.
De hecho, el mismo día 22, en un telegrama mandado por la Junta Revolucionaria del Cantón Federal de Valencia al Gobierno de Madrid (presidido por Nicolás Salmerón) se contradecía lo afirmado por el huido gobernador civil desde Alcira y se aseguraba que «el Cantón sólo se anticipa a la resolución de las Cortes, y reconoce y acata en ellas y en el Gobierno la Autoridad federal».
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El 24 de julio LAS PROVINCIAS reflejó que, aunque unos días antes «parecía que se había llegado a una situación satisfactoria», «una noticia, recibida por la Junta anteanoche vino a perturbar todas esas buenas predisposiciones. Un tren de tropas compuesto por 14 vagones venía de Albacete en dirección a Alcira. Esta nueva soliviantó a los elementos más ardientes de la Junta y la milicia, se creyó que el Cantón valenciano estaba amenazada y que era necesario repeler la fuerza con la fuerza», cuentan las crónicas. Se convocó a todos los capitanes y comandantes y se prepararon para defender su territorio y su ideal.
Ese día 24 el general Arsenio Martínez Campos realizó el primer intento de penetración en Valencia desde Catarroja, aunque fue inicialmente rechazado. La Junta de Valencia no tenía murallas donde protegerse, ya que habían sido derribadas 8 años antes y solo quedaban las puertas de las Torres de Serranos y las Torres de Quart, y los cantonistas se parapetaron con barricadas y se defendieron con cañones.
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Sin embargo, tras varios intentos fracasados de negociación, el general Martínez Campos inició el sábado 2 de agosto el bombardeo de la ciudad «desde Chirivella», al oeste de la capital, un bombardeo que causó el pánico entre la población. Una comisión formada por los cónsules del Reino de Italia y el Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda y el político y escritor Teodoro Llorente se entrevistó el martes 5 de agosto con el general Martínez Campos en su cuartel general de Cuart de Poblet y consiguieron paralizar el bombardeo, al tiempo que la Junta cantonal redactaba un documento con las condiciones de la capitulación, según recoge la wikipedia citando a José Barón Fernández, José (1998). El movimiento cantonal de 1873 (1ª República). Sada (La Coruña): Edicios do Castro y a Quintín Casals Bergés, Quintín (2022). «El Cantonalismo (1873). Notas para un estudio comparado». Aportes: Revista de historia contemporánea.
Martínez Campos logró la rendición incondicional y se izó la bandera blanca en el Miguelete y en las Torres de Serranos y de Quart. El 8 de agosto las tropas del general Martínez Campos, enviadas por el gobierno del republicano «moderado» Nicolás Salmerón, lograron entrar en la ciudad de Valencia.
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Teodoro Llorente resumió así lo vivido esos días:
«¡Trece días de angustia y espanto para Valencia! ¡Trece días solemnes y tristes, que se unirán, en la memoria de la presente generación, a aquellos nueve supremos días de octubre de 1869, los cuales parecían que no habían de repetirse, y se han repetido bien pronto con terribles creces! ¡Qué enseñanzas para todos! ¡Qué manantial de amargas lecciones, menos amargas, si llegaran a ser provechosas para el porvenir!», pronunciaba Llorente.
«Pero nos faltan hoy la calma y el tiempo para desentrañar la útil doctrina que en sus entrañas encierran esos sucesos, y ya que ha de haber tiempo para ello, limitémonos hoy a felicitarnos porque el resultado ha sido menos pavoroso y menos triste de lo que muchos aseguraban y todos temían», se congratulaba el director de LAS PROVINCIAS.
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«Felicitémonos de que el bravo general Martínez Campos, suspendiendo el bombardeo a ruegos de una counsion de vecinos pacificos, haya aminorado los estragos de ese tremendo recurso de guerra», concluía Teodoro Llorente.
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