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Pablo Alcaraz
Miércoles, 30 de agosto 2023, 00:25
El puente que cruza de una orilla a otra del río Turia desde Mercavalencia hasta Castellar-Oliveral está poco transitado. Un parque de caravanas y ... algún huerto rodean la carretera que se adentra en Castellar, una de las dos localidades que componen la pedanía. La calle Mayor es la que más ambiente tiene durante las primeras horas de la mañana. Las palmeras ornamentales abanican la iglesia de Nuestra Señora del Rosario de Lepanto que descansa en la plaza más céntrica de la población. Casi la totalidad de los comercios tienen la persiana bajada por las vacaciones de sus propietarios. El estanco y la farmacia son los locales donde más cola de gente espera que llegue su turno para ser atendida bajo un sol de justicia.
«Este sitio es muy tranquilo», opina Nicolás, un vecino que lleva 60 años afincado en Castellar. Junto a él está Ricardo, otro que lleva 23 años allí, y también cree que la pedanía es un buen sitio para vivir. Ambos están en la puerta de un bar mientras disfrutan de un café a media mañana. En la cristalera del establecimiento cuelga el cartel de 'Se traspasa'. «La gente de aquí trabaja en Valencia porque en la zona no hay industria y el campo hace tiempo que no da el dinero suficiente para vivir», analizan los dos hombres. «Aquí las tiendas suelen durar cuatro días abiertas porque en la ciudad hay mejores ofertas que la que estas pueden ofrecer», señala otro vecino.
Los únicos negocios que desafían esta lógica en la pedanía son los hornos. Todos los establecimientos de este tipo que tiene la localidad cierran en las mismas fechas. Los vecinos dicen con cierta sorna que sus dueños podrían turnarse las vacaciones de año en año para que Castellar-Oliveral no perdiese este servicio durante el mes de agosto.
Castellar-Oliveral es la segunda pedanía más poblada de Valencia, solo superada por Benimàmet-Beniferri. Sus casi 6.800 habitantes censados en 2022 lo avalan. Esta localidad presume de tener «un gran potencial cultural», en palabras de su nueva alcaldesa, María Isolina Verdaguer. Algunas muestras de ello son las dos bandas de música que tiene la pedanía o la gran cantidad de asociaciones entre las que destacan la única que existe del juego de les 'birles' o la de los Amigos de la Carxofa. Este año se ha renovado el emblema religioso original del siglo XII de la mano de una pintora de la pedanía. Asimismo, en Castellar-Oliveral se encuentra la falla Gloria Felicitat Tremolar, una de las comisiones con mayor número de miembros de toda Valencia.
Es cierto que es un lugar apacible. Un paseo por sus calles basta para darse cuenta de que lo único que rompe la calma del ambiente es el continuo ir y venir de los autobuses por la avenida principal. Estos vehículos corresponden a las dos líneas de la EMT que circulan por la localidad: la 14, entre la Estación del Norte y Castellar, y la 23, entre La Punta y Horno de Alcedo.
El asunto de la conexión rodada gracias a los buses divide a los residentes. Hay quienes opinan que Castellar-Oliveral está bien conectado y que la incorporación de la línea 23 fue un acierto total y quienes optan por relativizar un poco esta afirmación: «Una cosa es que haya más líneas y otra es que el horario se mantenga igual». Muchos vecinos afirman que durante el día están bien comunicados con el resto de la ciudad gracias a una frecuencia de paso breve. Sin embargo, algunos de ellos matizan que por la noche debería incrementarse el número de viajes.
Un grupo de vecinos comenta que la pedanía evoluciona a marchas forzadas hacia el modelo de barrio dormitorio de Valencia. «Los precios de la vivienda son más económicos que en la propia ciudad y por eso la gente joven se queda aquí cuando acaba la universidad», dice uno de ellos. Natalia cree que la ubicación que tiene Castellar-Oliveral es «muy buena», pero reconoce que se está despoblando poco a poco por la falta de espacios para la gente joven y los mejores servicios públicos que oferta la ciudad al otro lado del río. Iria afirma que el problema de los altos precios del alquiler ha llegado a la pedanía de manera agravada porque «la demanda es muy alta y no encuentras nada por menos de 700 euros en los portales de internet».
A pesar de todo, una de las principales reclamaciones vecinales va dirigida al horario del consultorio médico. Los vecinos argumentan que solo atención médica desde las ocho de la mañana a las tres de la tarde durante el verano hasta finales de septiembre. Además, no hay servicio de urgencias, la demora en las consultas puede llegar a ser de dos semanas y la falta de refuerzos hace que el tiempo en la sala de espera supere la hora y media.
Los parques son otro asunto pendiente desde hace mucho tiempo. Algunos vecinos comentan que hay uno proyectado que está pendiente del comienzo de las obras. No obstante, la mayor reivindicación se centra en mejorar la seguridad de los niños cortando el acceso de vehículos a las inmediaciones de los columpios. Otro espacio en el que se quiere cambiar el horario «por seguridad de los menores» es el de la piscina municipal.
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