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Cuando hace un año Joan Ribó le entregó la vara de mando a María José Catalá lo hizo con una sonrisa de oreja a oreja. Quería descansar. Ser alcalde de Valencia no es nada fácil. Desgasta, cuesta. Catalá cumple hoy un año en el despacho de la chimenea y lo hace con una hoja de ruta bien marcada, ya avanzada, pero zarandeada por la lentitud de algunos procesos (el desbloqueo de los grandes proyectos) y por la invasión de otros, como la cuestión del turismo, que se ha enseñoreado de la acción de gobierno en los últimos meses.
A falta de tres años de mandato, la alcaldesa y su equipo de gobierno tienen patatas calientes. El turismo, sí, y también esos grandes proyectos, con el Nou Mestalla y la Marina como principales caballos de batalla. Pero también la movilidad, en la que no se han hecho grandes avances en un año, más allá de retoques casi cosméticos en Colón o con el transporte público. La reforma definitiva de la calle comercial más importante de la ciudad o la prometida revisión de carriles bici, que tanta conversación generó durante la campaña, quedan pendientes.
Hay cuestiones que han mejorado, de forma indudable. Que se lo digan si no a los vecinos de Orriols o de Malvarrosa gracias a la instalación de cámaras de seguridad o al aumento de la presencia policial. La rebaja de impuestos ha sido más que notable, pero quedan todavía tres años antes de las elecciones. Hay tiempo más que suficiente para hacer frente a cuestiones capitales para cientos de miles de valencianos y que, además, salen en cada pleno municipal. Son, por tanto, munición para la oposición.
Movilidad
La movilidad es la gran asignatura pendiente del gobierno municipal de PP y Vox. No es de justicia decir que no se ha hecho nada: se ha recuperado un carril en Colón, se han revisado varios carriles bici, se ha reordenado la red de la EMT para que más autobuses entren a la plaza del Ayuntamiento y se han llevado a cabo campañas especiales de vigilancia de bicicletas y patinetes. Pero, a todas luces, quedan muchas cosas por hacer. Entre ellas, claro, la revisión definitiva de Colón, que ha de poner al peatón en el centro. Es algo que preocupaba hasta al anterior equipo de gobierno. Las aceras están repletas de obstáculos que complican el paseo. Por el momento el PP ha dicho que va a revisar la calle pero sobre todo para 'darle una vuelta', una de las frases favoritas de Catalá, a los giros a la izquierda hacia el Ensanche.
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También tiene el PP que estudiar determinados carriles bici contra los que cargó duramente el anterior mandato. Hablamos de los de las grandes vías, el de Colón, el de Reino de Valencia... son viales que el PP advirtió de que iban a ser revisados. Nada se sabe de esa revisión. Hasta Vox dijo en campaña que los iba a quitar: Juanma Badenas se fotografió con un taladro en Reino de Valencia. 13 meses después, ahí sigue el vial.
Grandes proyectos
Tenía Valencia tantos grandes proyectos atascados que Catalá se presentó a las elecciones con la promesa de crear una concejalía de Grandes Proyectos. Lo hizo. La dirige José Marí Olano, uno de sus concejales de más peso específico. Pero es de justicia decir que Marí Olano se ha encontrado con líos tan enmarañados que era ciencia ficción pensar que iba a conseguir solucionarlos en un año. También es verdad que, quizá, se esperaba más avance en un año. Ahí sigue el asunto del Nou Mestalla, no sólo igual de enredado sino quizá hasta más. La responsabilidad en este tema, ciertamente, no se puede achacar al gobierno municipal, dado que Meriton Holdings, máximo accionista del Valencia CF, no termina de dejar claro qué intenciones tiene con la construcción del nuevo estadio. Tampoco en la Marina, que está a la espera de que se firme el nuevo convenio entre Ayuntamiento y Consistorio, o el soterramiento de las vías de Serrería, que dependen del Gobierno, que no termina de poner el dinero que el Consistorio se ha ofrecido a adelantar para el soterramiento.
Y lo ha hecho porque esta obra permitiría desbloquear el PAI del Grao, aunque el PP ya lo ha hecho sin contar con el soterramiento. También ha habido tímidos avances con el PAI de Benimaclet, las dos grandes bolsas de terreno urbanizable que quedan en la ciudad. Con todo, se trata todavía de asuntos demasiado verdes.
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Juan Carlos Valldecabres
Hablando de cosas verdes: la capitalidad europea. Valencia vive este año una declaración importante que ha de transformar el futuro de la ciudad. El PP siempre habla, en este sentido, de Vitoria, que aprovechó este nombramiento en 2010 para 2012 para transformar la ciudad. Catalá quiere que la Capitalidad Verde Europea sirva para ampliar las zonas ajardinadas de Valencia y convertirla en una urbe distinta a antes de la denominación.
Para finalizar este recorrido por los grandes proyectos hay que nombrar los Gay Games, que el Ayuntamiento está decidido a sacar adelante pese al rechazo unánime de las asociaciones LGTBQ+, que han llegado a pedir que se traslade a otra ciudad, proponiendo incluso el nombre de Múnich.
Turismo masificado
Hay que reconocer que la alcaldesa Catalá se ha encontrado con un problema nuevo, un problema al que sus predecesores en el poder municipal no se enfrentaron, bien porque se creó, como tal, entre 2022 y 2023 o bien porque, al final, las elecciones estaban cerca y las encuestas no eran claras. Sea como sea, la alcaldesa se ha dado de bruces con la masificación del turismo y los problemas para acceder a la vivienda derivados del mismo y, por qué no decirlo, de la falta de construcción de vivienda pública en los ocho años anteriores.
Algo ha hecho la alcaldesa. Ha anunciado que no va a dar más licencias a apartamentos turísticos y, además, ha empezado una campaña especial de control de estos establecimientos ilegales. A vueltas con las cifras que da Turismo Valencia (las asociaciones de viviendas turísticas dicen que no son precisas), lo cierto es que hay muchos más apartamentos que hace apenas un año y que han llegado incluso a barrios alejados de las zonas turísticas como Patraix o Nou Moles. Está por ver si la prohibición surte efecto.
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Juan Sanchis
Turismo ha creado varios manuales de buenas prácticas distribuidos entre los guías, el último sobre el Mercado Central. Además, Catalá anunció en un acto en LAS PROVINCIAS que a partir de 2025 no llegarán macrocruceros a la ciudad, pero no terminó de explicar qué es un macrocrucero. No dijo si se refería a los que movieran más de determinadas toneladas o a los que trasladaran más de determinados pasajeros. Los cruceros tienden a hacer escalas en la ciudad muy cortas, de apenas unas pocas horas, por lo que la rentabilidad que dejan es reducida. Además, se mueven en grandes grupos que complican el paseo por el espacio público de las zonas más turísticas.
Pero el Ayuntamiento no quiere caer en la turismofobia que en algunos barrios, como el Cabanyal, ha llevado ya actuaciones como la señalización de las viviendas turísticas sin licencia. A este clima contribuye, ciertamente, la oposición, con Compromís creando una web para denunciar pisos para turistas que no sean legales. En pocas semanas ha conseguido cientos de denuncias. Sorprende esta actuación por cuanto Compromís ha ostentado la alcaldía de la ciudad hasta hace literalmente un año, así como la concejalía de Vivienda. PSPV y los econacionalistas, por cierto, no se ponen de acuerdo en de quién es la culpa, aunque Urbanismo pertenecía a los socialistas.
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