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La futura alcaldesa de Valencia, María José Catalá, con su jefe de gabinete, Cristóbal Grau. Jesús Sánchez Signes

Catalá, ante el desafío de gobernar Valencia con 13 concejales

La futura alcaldesa necesitará mayoría absoluta en todos los asuntos de Hacienda, Urbanismo y Personal y en todo lo que vaya a las comisiones

Jueves, 15 de junio 2023

Acompáñennos hoy en un viaje apasionante por la burocracia municipal. No, en serio, es apasionante, porque les servirá (esperamos) para entender cómo funciona ese monstruo administrativo que es la Casa Gran, el Ayuntamiento de Valencia que este sábado dirigirá María José Catalá. Visitaremos ... el pleno y conoceremos cómo funciona ese teatro de la política donde se deciden los designios de la ciudad, y subiremos a las comisiones delegadas en las que se tratan los temas antes de llegar al hemiciclo. Lo haremos para saber, de primera mano, qué tendrá que hacer Catalá para dirigir a la gran bestia con solo 13 concejales. Pista: no será fácil.

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Antes de empezar el viaje, una explicación rápida, como la azafata que les dice dónde están las salidas de emergencia antes de empezar el vuelo. La Ley Orgánica del Régimen Electoral General permite a Catalá ser investida el sábado como alcaldesa sin mayoría absoluta. Lo será porque es la lista más votada. La única alternativa es que Compromís, PSPV y Vox pacten hacer alcalde a Joan Ribó lo que, como ya saben, no ocurrirá. Pero a partir de ahí, el viaje es poco menos que una montaña rusa. «Un viacrucis», decían este jueves fuentes municipales consultadas.

El hemiciclo municipal es una sala noble situada en la primera planta del Consistorio. Albergó reuniones del Gobierno de la República cuando Valencia fue capital del país y en él se han sentado personalidades como Miguel Hernández o Manuel Azaña. Es una sala imponente. En ella se llevan a cabo los plenos, que se celebran los últimos jueves de cada mes (hasta ahora, claro, luego iremos a eso). Los treinta y tres concejales se sientan de acuerdo a su grupo político y debaten durante horas (a veces hasta siete) decenas de puntos. Y es ahí donde Catalá empezará a tenerlo difícil.

Según la Ley Reguladora de Bases del Régimen Local, el pleno necesita mayoría absoluta para la práctica totalidad de asuntos, sobre todo para los relacionados con urbanismo, hacienda o personal. Los primeros son los que más se dejan notar en el día a día de los vecinos: si Catalá quiere hacer un parque, tendrá que modificar el planeamiento urbanístico o autorizar la conversión de una parcela en zona verde, y eso tiene que ir al pleno. Los segundos son los que más se notan de puertas para dentro: cuando una concejalía se queda sin presupuesto, necesita que la de Hacienda le transfiera el dinero que precisan para llevar a cabo sus proyectos. Y eso también necesita la mayoría absoluta.

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A nadie se le escapa, por supuesto, que esa mayoría absoluta (17 concejales) se puede conseguir con facilidad si Catalá consigue los votos de Vox (cuatro ediles). Sin embargo, al cierre de esta edición no había habido ninguna reunión entre la futura alcaldesa y el portavoz municipal, Juanma Badenas, que le ha tendido la mano en múltiples ocasiones sin que nadie se haya dado por enterada. Catalá siempre ha hablado de acuerdos puntuales, sin descartar ninguna fuerza, y Compromís se ha mostrado partidario de pactar con el PP en los asuntos que apoyen la ciudad que ellos han dejado: cuestiones de movilidad (donde es difícil que se encuentren) o de la Valencia verde (donde es más fácil).

Y luego está, por supuesto, el tema de los presupuestos municipales. Valencia maneja un presupuesto de más de 1.000 millones de euros. En concreto, 1.042.869.604 euros, la más alta de su historia. La presentación de los presupuestos siempre es un gran acontecimiento: es cuando se hacen esas fotos sonrientes con un pen drive en la mano (antes era con los tomos impresos, pero la concienciación climática llegó, por suerte, para cambiarlo todo). Para los presupuestos, que Compromís y PSPV han aprobado siempre en tiempo y forma y que aunque se presentan a final del año anterior siempre comienzan a prepararse meses antes, Catalá también necesitará mayoría absoluta: de nuevo, Vox entra en escena.

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Para otras cuestiones, como algunos temas de Hacienda, no se necesita mayoría absoluta, sino simple: más votos positivos que negativos. Por la particular aritmética municipal, en este caso es casi lo mismo una cosa que la otra: pongamos por caso que Vox se abstiene en una cuestión. Si PSPV y Compromís votan en contra, serían 16 contra 13 y la cuestión decaería. Las derrotas parlamentarias nos sorprenden mucho más a los periodistas que a los concejales. Alguna han tenido incluso Compromís y PSPV, sin que le dieran demasiada importancia. Eso puede pasar, por ejemplo, con algunas mociones. Se leen al final del pleno y en ellas se «insta», normalmente, al Consistorio a hacer fuerza contra determinadas administraciones o a llevar a cabo algunas acciones. Pero «instar» es un verbo curioso que, en política, no quiere decir demasiado, por lo que se suelen quedar en papel mojado.

Continuemos ahora nuestro viaje hacia Tabacalera, las modernas instalaciones municipales en Amadeo de Saboya. Ahí se celebran buena parte de las comisiones de pleno, donde las distintas delegaciones llevan las cuestiones que quieren llevar a pleno antes de trasladarlas al hemiciclo. Es como un «pre-pleno», para que nos entiendan. Están compuestas por un número determinado de concejales, reducido, que acuden en representación de sus grupos políticos. Las comisiones se encargan del estudio, informe o consulta de los asuntos que hayan de someterse a la decisión del pleno, el seguimiento de la gestión de la Alcaldía y del equipo de gobierno municipal, sin perjuicio del superior control y fiscalización que, con carácter general, corresponde al pleno y la elaboración de estudios, investigaciones o propuestas sobre asuntos concretos de interés municipal.

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En las comisiones se necesita mayoría simple, únicamente, pero es lo que comentábamos antes: mientras PSPV y Compromís voten en contra, la mayoría simple será lo mismo que la mayoría absoluta. Como hay que mantener la misma proporción que en el pleno, no hay manera de evitar que la aritmética parlamentaria fuerce a Catalá a llegar a acuerdos. «Va a ser un calvario para ella», decían desde el Consistorio.

En las comisiones hay que hablar de las ordenanzas, que pueden elaborar libremente las concejalías pero que tienen que pasar primero por las comisiones y luego por el pleno: en cualquiera de los dos órganos pueden quedar paradas si Catalá no consigue una mayoría absoluta que le permita ejercer la labor legislativa que le confiere la ley.

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La última parada de este particular viaje es la sala de reuniones de Alcaldía: si han ido al balcón municipal, está a la derecha del mismo, junto a la escalera interior al otro lado del vestíbulo y frente al Salón de Cristal. Es ahí donde se celebran las juntas de gobierno: se trata de una sala de nuevo con maderas nobles, una amplia mesa con una cubierta verde para permitir la escritura encima sin que se ralle el tablón y un sistema de comunicación con micrófonos que normalmente no se emplea porque no suele haber tanta gente. Ahí se reúne la Junta de Gobierno, compuesta por algunos de los concejales de gobierno, los designados por la alcaldesa.

Y ahí Catalá tendrá el control total. Pero lo que puede aprobar por junta es limitado: cuestiones de día a día, pago a proveedores o a servicios, puesta en marcha de iniciativas que cuenten con el presupuesto aprobado a principios de año, darse por enterados de sentencias... Cualquier otra cosa tiene que cruzar el vestíbulo y la gran escalinata para entrar al pleno en busca de la ansiada mayoría absoluta.

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Un pacto esperable pero inexistente

¿Puede Catalá ser alcaldesa sin Vox? Sí. ¿Puede gobernar sin ellos? Casi imposible... a no ser que el PP decida tirar de acuerdos puntuales con quien sea, lo que en realidad terminaría lastrando la puesta en marcha de sus medidas. Catalá confía, en este sentido, en conseguir el apoyo de Vox en cuestiones como la mejora de la seguridad en las calles o la rebaja de impuestos, y quizá en buscar acuerdos más importantes con Compromís (más que con el PSPV) en cuestiones capitales para la ciudad, pero el día a día será complicado si Catalá no pacta con Vox.

¿Lo hará? Nadie lo sabe. «Resulta difícil defender que no vas a pactar con ellos cuando en la Generalitat sí lo has hecho», deslizaban este jueves desde la oposición. Si eso pasara, Vox a buen seguro reclamaría concejalías: visto lo que han pedido en el Consell, podríamos estar hablando de Protección Ciudadana, Cultura, Deporte, Pedanías o Agricultura, pero eso sólo lo saben Catalá y Badenas que parecen poco dispuestos a hablar entre ellos antes del sábado. Después, eso sí, Dios dirá.

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