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MAR GUADALAJARA
Valencia
Lunes, 22 de octubre 2018, 19:35
Frente al Cementerio Municipal de Valencia, una puerta ojival lleva a lo que a simple vista parece un jardín de una propiedad privada, pero al cruzar el arco se adivina otro cementerio. Allí también yace parte de la historia de la ciudad, una que empezó hace 150 años.
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Durante estos días, una docena de voluntarios han estado limpiando, podando las plantas y recogiendo el Cementerio Británico de Valencia, para dejar todo a punto antes de su apertura anual. «Había mucha suciedad y después de la lluvia de estos días teníamos mucho trabajo», comenta Diana Clifton de la Fundación Cementerio Británico de Valencia.
El 28 de octubre y el 1 de noviembre son los dos únicos días en los que abre al público. «Solo podemos abrir para Todos Santos, porque este espacio no es municipal, lo mantenemos los voluntarios. No tenemos dinero para pagar un guardia de seguridad, hemos sufrido mucho vandalismo así que es la decisión que tomamos», explica Clifton.
Diana Clifton | Fundación Cementerio Británico de Valencia
Clifton hace recuento: «los ingleses eran expertos en la construcción de las vías del tren, los noruegos se encargaban del puerto y los alemanes eran expertos en el metal»; así hasta 22 nacionalidades de técnicos, ingenieros y mano de obra procedentes de todas las partes de Europa, que vinieron a Valencia en el siglo XIX para contribuir en su industrialización.
Con el paso del tiempo y el cambio de generaciones, empezaron a fallecer los miembros de estas familias que se habían asentado en la ciudad. «No podían enterrarlos en el Cementerio Municipal porque no eran católicos, surgió como una necesidad de tener un espacio para todos ellos, también por falta de sitio», asegura Diana Clifton.
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Además de vandalismo, el Cementerio sufría el deterioro del paso de los años. La falta de mantenimiento y limpieza lo llevó al olvido de los residentes, muchos de ellos, tanto locales como extranjeros, desconocen su existencia pese a ser 'Sitio Histórico de Interés Local'.
«Si miras para atrás este lugar significó mucho para esta ciudad de pescadores y de huerta, fue un cambio industrial muy importante, pero mirando hacia delante, también es parte de la cultura y un lugar de encuentro entre nacionalidades y religiones», dice Diana. Protestantes, judíos, ateos, agnósticos e incluso católicos fueron enterrados allí, y ahora banderas de estos 22 países cuelgan de su fachada dos veces al año.
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Ambos días, en el «jardín» como le gusta llamarlo a Diana Clifton, habrá productos hechos a mano, ropa, comida casera y libros, un mercadillo que sirve para recaudar fondos para el mantenimiento de este histórico lugar.
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