![Osama, sentado a las puertas de su choza de adobe, junto a la huerta de Campanar y las torres de viviendas.](https://s1.ppllstatics.com/lasprovincias/www/multimedia/201712/17/media/cortadas/119682140--624x425.jpg)
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No todos los pedacitos de África están en el Bioparc. Apenas a unos centenares de metros del afamado parque natural de Valencia uno puede sentirse trasladado al pleno Congo. Con mirar los muros de dos metros de la casa de adobe de Osama Oqio, los símbolos étnicos con barro y plumas de paloma que rodean la vivienda o el saludo africano con el que el inmigrante se despide bastan para olvidarse de que a unos pasos hay dos gigantescas torres de viviendas, el cementerio de Campanar, una gasolinera o un concurrido parking de autobuses. En medio de la maleza, apenas falta un rebaño de cabras para sentirse desplazado a África. Miren si no la foto que abre esta página, un auténtico pedazo del Congo en Valencia.
Osama Oqio asoma tras un muro a medio terminar al escuchar la voz de los visitantes. Emerge de una vivienda de unos 20 metros cuadrados, con muros de dos metros, una vieja cortina de tiras enmarcando una puerta de madera y corcho y techumbre de cartones, plásticos y más madera, situada en el camino de acceso de lo que hace años fue el infernal 'híper de la droga' de 'Las Cañas' de Campanar. Alrededor, otras paredes a medio terminar conforman una zona construida que no bajará de 80 metros cuadrados. «Llevo seis meses construyendo». Osama saluda y mira con inicial recelo, pero enseguida relata sin tapujos su historia. La de un mecánico eléctrico llegado a España en busca de una vida mejor. El eterno sueño de El Dorado de miles de inmigrantes. Hasta que la crisis, laboral y familiar, lo dejó en la calle.
Hace 16 años que se plantó en la Comunitat. Desde el Congo, el país en el que sostiene haber nacido hace 51 años. «Vine en avión, entonces me podía pagar el billete», asegura Osama mientras se amarra un cordel con el que se anuda el cabello. Trabajó en fábricas como encargado de redes eléctricas, en la construcción, de mecánico, en el campo... «Ahora ya no hay nada de trabajo, está muy mal», lamenta mientras se recoloca una sudadera sucia y algo rota. Dos años después de su último empleo, la falta de trabajo le ha dejado en la calle. También una crisis familiar de la que no quiere dar demasiados detalles. «Mi mujer vive en Torrent. Tengo un hijo casi de 10 años. Nos separamos. La falta del dinero, nos molestábamos... Ellos no saben que yo vivo aquí», es lo único que explica Osama antes de zanjar el tema moviendo las manos.
En medio año ha levantado una casa en la que podría vivir una familia entera. «En mi país tengo muchos hijos», musita para arrancar a reír cuando se le pregunta cuántos. Silencio. Maderas, plásticos, agua y tierra de la cercana huerta son los principales elementos de construcción de su choza de adobe, levantada en un solar repleto de matorrales al lado del cementerio de Campanar. «Esto no se cae ni con la lluvia», asegura junto a un muro en el que aún está colocando barro alrededor de maderas clavados en el suelo a modo de tabiques o columnas maestras.
Las ventanas no tienen cristales. La función la hacen plásticos. O hasta una vieja sábana en la que aún se lee Hospital General Universitario. Un colchón sirve de cama a Osama. Al lado, un paravientos de acampada de Decathlon. Lo que para nosotros son desechos se convierten en tesoros para el congoleño. De las paredes cuelgan garrafas con las que dice coger agua de las acequias adyacentes. Su dieta, «lo que encuentro en la basura o en el campo».
El solar escogido para levantar su casa tendrá dueño, pero nadie ha ido a molestar a Osama. «Muy buenos», chapurrea en castellano cuando se le pregunta por los vecinos de los edificios cercanos. «La policía tampoco», señala no lejos del retén municipal de Molí del Sol. Algún residente hasta le ha llevado pan, aceite y chocolate. «Música, me falta música», lamenta mientras simula un baile y anhela una radio. Junto a la casa, protegido bajo unos cartones, alberga una especie de huerto étnico, unos montículos de barro y plumas cuyo significado no alcanza a explicar con su castellano. «Me dan fuerza y resistencia», dice señalando el lugar. «Aquí yo soy el rey».
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