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Pocos centros históricos hay en España como el de Valencia. Es uno de los más grandes del país y se remonta a hace más de 2.000 años. Levantar un adoquín en el Carmen es saber que debajo puede haber una judería, unos baños árabes o unas termas romanas. No es una forma de hablar, esta misma semana ha pasado en la bajada de San Miguel, en el barrio del Carmen, donde unas obras para un nuevo centro municipal han desvelado una fuente mudéjar. Así es Ciutat Vella. Pero también es uno de los barrios con más solares vacíos, auténticas cicatrices que afen una abigarrada trama urbana donde cualquier obra está controlada por el Plan Especial de Protección (PEP) que sa puesto en marcha el Consistorio y porque en cada esquina hay un elemento protegido que requiere decenas de trámites antes de poder pensar en construir nada.
La Asociación de Vecinos Amics del Carme ha denunciado esta semana que un año después de la aprobación del PEP a nivel urbanístico hay más de un centenar de solares que siguen totalmente paralizados. En ellos se acumula la suciedad, las ratas o las malas hierbas. De su mantenimiento se tiene que encargar el propietario, pero cuando él no lo hace, es el Consistorio que entra de oficio a subsanar las deficiencias, sobre todo higiénicas, en forma de plagas de ratas o de mosquitos, pero siempre en casos muy puntuales pues se requiere de una tramitación administrativa importante.
En el barrio del Carmen son decenas los solares paralizados. Una de las calles más afectadas es la calle Baja. Los vecinos de este enclave, muy cerca de la plaza del Tossal, conviven con varios solares vacíos, pero no abandonados. En uno de ellos, la comisión Baja-Mesón de Morella monta una carpa para actividades festivas y los vecinos están «satisfechos» con el estado de conservación del solar. Porque en Ciutat Vella, pese a esa máxima más o menos extendida en la ciudad de que «en el centro no vive nadie«, vive mucha gente. En concreto, 27.418 personas. Muchos de ellos conviven con los solares vacíos son mucho problema. «Yo mismo vivo en la calle Baja y las únicas molestias son las fiestas de la falla. Y ahora no hay», comenta José Carlos. «Hay muchos gatos, eso es verdad, pero tampoco es un problema muy grave», reconoce abiertamente su esposa, María Dolores.
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Los gatos son ya como si fueran vecinos del Carmen. En muchos de los solares de Ciutat Vella hay colonias felinas. Son precisamente las cuidadoras felinas las que se encargan de mantener decentemente cuidados los mismos. Una de ellas, que no quiere dar su nombre, explica que ella quita «las malas hierbas, al menos de la zona de la entrada». Preguntada por si ha visto ratas, asegura que sí. ¿Quizá más de las que debería si hay tantos gatos? Ella se ríe. «Los gatos bien alimentados no cazan», admite.
Rafa Mampel, presidente de la Asociación de Vecinos y Comerciantes de Ciutat Vella, comenta que hay dos solares en el barrio que le preocupan especialmente. Uno está en la calle Juristas, «lleno de matorrales», y otro en Zapatería de los Niños. Este último es uno de los más llamativos de la ciudad, junto al de la Casa del Relojero, por encontrarse a tiro de piedra de la zona más turística. Pero mientras que el primero está rodeado de una valla opaca y, por tanto, poco cuidado porque lo que hay dentro no se ve desde fuera, el segundo está en perfectas condiciones, en la misma esquina del Micalet. «El de la calle Juristas lo limpiaron en época de Rita Barberá. Son nidos de gatos y de ratas», lamenta Mampel, que se pregunta por qué no se ha hecho nada en él. En 2016 se anunció un edificio, un aparcamiento subterráneo y una plaza ajardinada en este solar, pero no se ha hecho nada desde entonces.
El paseo sigue por el centro de la ciudad. En la esquina de las calles Moro Zeid, Murillo, Carda y Santa Teresa hay un solar de grandes dimensiones que ha sido adecuado como aparcamiento para los vendedores del Mercado Central. En la calle Corona, otro es un espacio de ocio y tiempo libre y tras el IVAM, un descampado se convirtió en jardín al aire libre. Son casos de éxito, los menos en un distrito con 105 solares que acumula casi 11.000 metros cuadrados de suelo por urbanizar. Del aparcamiento para los vendedores, ahora menos utilizado por la apertura del parking del Centre Històric-Mercat Central, sale Eduardo, que tiene una parada en el mercado. «Sí, a ver, es útil, pero era una solución temporal. Y llevo ya seis años aparcando aquí», comenta.
Una vecina sale de una peluquería cercana y explica que al menos el solar «está limpio». Cuando se le pregunta si no le molesta el ruido de los coches y el trasiego constante de gente entre semana, se encoge de hombros y dice: «Es mejor eso que tenerlo lleno de ratas». Ella ejemplifica algo que en el Carmen, donde muchos residentes son mayores y han vivido peores tiempos en la zona, sobre todo antes del Plan Riva, es casi una religión: la resiliencia y cierta resignación. Con más de un centenar de solares vacíos y decenas de edificios con las obras paralizadas, vivir en Ciutat Vella es aceptar que el precio a pagar por estar a cinco minutos andando de casi todo es tener un barrio a medias.
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«Es como una condena. Está todo a un paso pero tienes que convivir con ruidos, molestias y esa vida que se da en los espacios vacíos. Los solares son fuentes de suciedad y problemas», comenta Toni Casola, presidente de la asociación de vecinos Amics del Carme. «Se habla de la residencialidad del centro pero no se hacen obras para ampliar los vecinos», explica el dirigente, que recuerda que toda la obra que se hace en el barrio es «dotacional, terciaria o turística y muy poca residencial».
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