Cierra Guantes Piqueras, el comercio más antiguo de la plaza de la Reina de Valencia

Tal como la misma dueña cuenta en un vídeo publicado en sus redes sociales, el motivo es su cercana jubilación. «Os invito que os paséis a despediros y a aprovecharos de las ofertas», comenta en el vídeo.

Los clientes le han hecho caso. Este miércoles al mediodía, de hecho, no ha podido irse a comer a casa. «La gente está respondiendo», reconoce. Admite que cierra «con todo el dolor» de su corazón, porque no ha encontrado a nadie «que quisiera continuar con el negocio». «Ha habido intereses pero no ha pasado de ahí. A ver si con suerte de aquí al final de año...», desliza.

Marga explica que, además de su jubilación, porque ella lleva toda la vida en el local («mi madre nos traía de pequeñas, dice), hay otros factores que la han llevado a tomar esta decisión, como es el aumento del precio del alquiler. »No tengo renta antigua, pago lo mismo que todos los que tengo alrededor«, desvela. »Con poco que me suba ya es demasiado, no puedo trabajar para los demás«, comenta Marga.

Además, indica que el cierre de fabricantes de guantes tras la pandemia ha complicado encontrar producto de calidad. Y eso es algo que en Piqueras era, y es hasta que cierre, innegociable. «A veces he traído guantes de Italia, pero no es lo mismo», comenta. En Piqueras, insiste, sus clientes pueden encontrar productos «de mucha calidad». Asegura que el negocio, hasta el momento del cierre, funcionaba bien, pero que tras el anuncio de liquidación, la gente ha acudido de forma masiva, sobre todo, desvela a por peinetas de clavariesa: «Este año muchas chicas jóvenes han empezado de clavariesa y necesitan las peinetas». «También porque quedan productos a un precio muy bueno de cara a los regalos de Navidad», comenta.

El cierre de Guantes Piqueras llega apenas un mes después del cierre del horno de San Nicolás, en la plaza homónima del barrio del Carmen, en este caso por las trabas que la administración ponía a su propietario. Quedan en pie comercios como Álvaro Moliner, Olegario o La Tienda de las Ollas de Hierro, que aguantan casi heroicamente en un centro que cada vez tiene, por desgracia, más franquicias y locales destinados a los turistas, pese al trabajo constante de la Asociación de Comerciantes del Centro Histórico y del Ensanche, que acaba de cumplir 30 años.