Otro de los establecimientos icónicos de la ciudad ha bajado la persiana de manera definitiva esta semana: La tienda del espía. El negocio, situado casi en el cruce de Mestre Racional con Reino de Valencia, destacaba por la figura de Humphrey Bogart en el exterior. ... El paso de los años deterioró la imagen, que ahora lucía sin brazo. No era el único maniquí. En el interior del local, hoy ya vacío, tenían otro de repuesto. Era este el signo distintivo de un negocio personalísimo, de la mano de su fundador, Antonio Durán.
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El negocio llevaba instalado más de 20 años en la ciudad, cuentan desde la tienda de Bilbao que se encarga ahora de atender las llamadas de clientes de la capital del Turia. Son numerosas las sucursales de La Tienda del Espía, esparcidas por España. Madrid, Bilbao, Valencia, Barcelona. Un problema con la persona encargada del establecimiento y la dificultad de encontrar un sustituto ha propiciado el cierre, añaden las mismas fuentes. Tampoco se puede obviar el agujero en la facturación que provoca la venta en los grandes marketplace virtuales. Todo ha contribuido, en diferentes porcentaje, al final precipitado de este negocio.
El lugar era frecuentado mayoritariamente por clientes particulares. La mayoría de los productos, cámaras y grabadoras, se utilizaban para investigar posibles infidelidades y bajas laborales fraudulentas, pero también malos tratos de cuidadores a ancianos que residen solos o incluso contra menores de edad que tienen a su cargo.
Los detectives privados, en realidad, veían el negocio como una competencia directa a su trabajo porque facilitaban las herramientas para obtener pruebas de la traición de su pareja o de los fraudes en el trabajo. Pero estos clientes ignoraban las consecuencias legales de estas operaciones. En algún caso incluso se han producido condenas por este motivo.
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La tienda también disponían de dispositivos para esconder dinero e incluso equipos que impedían la grabación de conversaciones, es decir, protección personal cuando se iban a tratar asuntos delicados. En ocasiones, el local ha saltado a los medios de comunicación por la relevancia de sus clientes quienes años más tarde se vieron inmersos en causas de corrupción. Por ejemplo, fue el establecimiento donde Marcos Benavent, conocido como el yonki del dinero compró una grabadora con la que durante años estuvo registrando las conversaciones de sus amigos y compañeros del PP para protegerse ante un eventual futuro judicial plagado de problemas. También José Luis Vera, imputado en el caso Azud, adquirió un sistema de detección de micrófonos para impedir que sus conversaciones fueran grabadas, según publicó El Mundo.
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