La Devesa del Saler son 800 hectáreas de bosque casi impenetrable, con miles de pinos inclinados, por la fuerza de la brisa del mar, hacia el interior y cientos de metros de denso sotobosque reseco y poco cuidado en la que viven, además, unas doscientas personas, cantidad que se triplica en verano. Es, también, una zona aterrorizada, que residentes y bomberos vigilan sin descanso después de que un pirómano haya provocado nueve incendios entre julio y octubre. A nadie más que a él se le puede achacar la culpa de lo ocurrido, pero cierto es que quienes viven y trabajan en el parque natural crean que la gestión que se ha hecho de la zona estos últimos años se lo ha puesto demasiado fácil.
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Los vecinos advierten desde hace años que eso de dejar que un bosque se regule solo está muy bien pero que temían un incendio. Insistían en que la Devesa es un polvorín y se encontraban delante con un concejal de Ecología Urbana, Sergi Campillo, que siempre les escuchaba y que mantenía los árboles lejos de los edificios, pero que insistía en que la Devesa «no es un jardín». Desde su llegada al poder en junio, el PP ha retirado 300 toneladas de masa forestal para 'limpiar' la zona. Los vecinos prefieren lo segundo a lo primero, claro.
«Sí, hoy habrás visto mucha policía. Pero otros días...», cuenta un vecino de la zona, después de preguntar a quien esto escribe qué hacía por la Devesa. El bosque está tomado este lunes por patrullas de Guardia Civil, bomberos, Policía Local y Policía Autonómica, pero el miedo no cesa. Desde el Sindicato Profesional de Policía Local y Bomberos, por cierto, explicaban ayer que las batidas por el parque se han reducido por falta de personal tras el verano.
Al Saler va demasiada gente. De hecho, lo atraviesa una autopista. Dentro del parque natural hay otras poblaciones, como el Perellonet. Además, cada fin de semana son miles los valencianos que se acercan a los merenderos y las playas del sur de la ciudad para disfrutar de tener una zona de altísimo valor ecológico a pocos minutos (en coche, claro) de la ciudad. Los bomberos explicaban que, este fin de semana, cuando inspeccionaban la zona quemada, encontraban «mucha basura» bajo los matorrales. «No se ve pero está ahí», decían.
Los vecinos más sabios del lugar, que suelen ser quienes más canas peinan, recuerdan lo ocurrido hace 37 años, cuando en la mañana del domingo 23 de junio se declaró un incendio en las proximidades del Casal d'Esplai del Saler, en el mismo enclave que este fin de semana. Era domingo electoral y los vecinos acudieron a cumplir sus deberes democráticos solo para encontrarse, a la vuelta, el peor de los infiernos. El bosque ardió pese a los esfuerzos de los bomberos, que además se encontraron con que había un almacén de propano con cerca de 6.000 litros que hubo que trasvasar a dos grandes camiones cuba «para evitar una catástrofe mucho más grande», según cuenta LAS PROVINCIAS en su edición del día siguiente. Al final ardieron cerca de 1.000.000 de metros cuadrados, unas 100 hectáreas. El fuego, como el de ahora, fue provocado. Los bomberos llegaron a detectar hasta cuatro focos distintos.
Como lo oyen. En el siglo XXI, en plena Valencia, hay zonas donde no llega internet. En un tramo largo de la CV-500, cerca de la Gola del Pujol, donde precisamente se han dado la mayoría de incendios, no va bien internet. Los vecinos están hartos de pedir un aumento de la red de fibra y del 5G, sobre todo en verano, cuando la afluencia de visitantes complica mucho las comunicaciones. A veces, dicen quienes viven en la zona, falla hasta la cobertura.
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Los bomberos explican que están hartos de que no puedan ir por determinadas pistas forestales del parque porque se encuentran con árboles caídos o con dunas en regeneración. «El acceso a la zona que ardió estos días es complicado, los propios compañeros tenían problemas para abrirse paso en el sotobosque», explica un experimentado bombero. Los vecinos han protestado en varias ocasiones por el plan de evacuación, que consideran que no tiene en cuenta los picos de población de verano. Este fin de semana, eso sí, hubo que desalojar el Casal d'Esplai y todo funcionó a la perfección. Pero el miedo, muchas veces, no entiende de realidades.
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