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Un solar, cercano a Ciudad Fallera, la pasada semana. IRENE MARSILLA
Ciudad Artista Fallero Valencia | Ciudad Fallera de Valencia: ni bancos, ni ambulatorio, ni esperanza

Ciudad Fallera de Valencia: ni bancos, ni ambulatorio, ni esperanza

Viaje al corazón de la ciudad vaciada. Junto a las naves de los artistas, un barrio lucha por combatir la despoblación, que atenaza a la zona desde hace años

Álex Serrano

Valencia

Jueves, 2 de febrero 2023, 00:57

Cinco números, el 4, el 6, el 0, el 2 y el 5 se leen en una pared marrón en la esquina de Amadeo Desfilis, en pleno corazón del barrio de Ciutat Fallera. Componen el código postal del norte de Valencia, cinco número que actúan a modo de bandera de lo que hay 'más allá del muro', si como muro entendemos Peset Aleixandre. Ciudad Fallera, el barrio que recibe su nombre de las despobladas naves de artistas, que llevan años clamando por un plan especial para salvar su oficio, sobrevive a duras penas: no hay bancos, no hay ambulatorio y apenas hay vecinos. Ni esperanza.

Algunos datos, no demasiados, que nos servirán para sentar las bases de este paseo por un barrio casi desierto el jueves por la mañana. En Ciudad Fallera había, en 2022 y según el Ayuntamiento, 5.884 vecinos. Son menos que en 2021, pero más que en 2020, pero muchos menos que en el mejor momento de la zona: en 1996 había 6.383: un descenso de casi el 8% en 26 años. De ellos, 1.155 tienen más de 65 años. La población mayor, por tanto, compone casi el 20% del total, mientras que los menores de 15 años son menos del 14%. Además, la población extranjera supera el 26%: más de uno de cada cuatro, con una amplísima mayoría de sudamericanos. Según los datos municipales, casi un 36% del total de extranjeros han cruzado el Atlántico para recaer en los alrededores de Regino Mas. Uno de cada cuatro vecinos de Ciudad Fallera, además, no tiene el graduado escolar. Una amplia mayoría de ellos viven en pisos construidos entre 1961y 1980 y votan, sobre todo, a la izquierda: un 62% de los sufragios emitidos en Ciutat Fallera en 2019 fue para Compromís, PSPV y EUPV-Podem.

Hasta aquí los datos. Ahora al paseo, empezando por la plaza Regino Mas, actual epicentro del barrio. Decíamos que era una zona obrera. Quien vive aquí, quien esta mañana de jueves descansa en la terraza de El Ninot o compra en el único supermercado del barrio, se siente traicionado. «Yo voté al PSOE en 2019. ¿Y qué tenemos? Nos han dado miles de patadas», indica Carlos, un vecino del barrio de avanzada edad que da cuenta de un café en la terraza del bar más cercano a las naves de los artistas. No explica cuáles son esas patadas: «¿Dices que estás dándote una vuelta por el barrio? Pues mira, mira. No tenemos ni farmacia».

No es cierto. Disponen de dos. Pero no tienen banco. La oficina bancaria más cercana está en la avenida de Burjassot. Tampoco tienen ambulatorio. Y lo peor es que, a pie de calle, la diferencia entre estar en un barrio en franca decadencia y en otro boyante es cruzar Salvador Cerveró y adentrarse en Nou Benicalap, en torno a avenidas como Ecuador o la calle Manuel Melià i Fuster. Las vías pasan de estar casi deshabitadas, desiertas, a encontrarse llenas de familias y jóvenes. Y eso que Ciudad Fallera mantiene, casi de forma heroica, un colegio, en la misma plaza Regino Mas.

«Aquí se vive bien. Tenemos la huerta muy cerca», comenta Juan de Dios, un hombre que conversa con varios miembros de su familia a la entrada de su vivienda, muy cerca de otra en cuya ventana, al sol, un gato de tres colores se lava de forma concienzuda. Tiene razón, claro. Pocos barrios tienen tanta huerta como Ciudad Fallera. Baldía, por supuesto, pues el campo no tiene quien le are, como aquel coronel. Pero el barrio dispone de 29 tractores matriculados: casi un 1% de los vehículos de Ciudad Fallera están pensados para trabajar el campo, quizá vestigio de un tiempo en el que las huertas cercanas estaban labradas y los vecinos traían la comida del campo.

Desperfectos en Ciudad Fallera. Irene Marsilla
Imagen principal - Desperfectos en Ciudad Fallera.
Imagen secundaria 1 - Desperfectos en Ciudad Fallera.
Imagen secundaria 2 - Desperfectos en Ciudad Fallera.

Pero glorificamos el pasado. Ciudad Fallera no quiere volver a los años 50, ni a los 80, donde parece haberse quedado anclada. Hay decenas de locales cerrados, las persianas caídas contra el suelo como pestañas de gigantes cerradas en un sueño eterno. Hasta los bares, que suelen ser una buena medida para conocer la vida del barrio, se agostan: hay varios cerrados. «La situación no es mucho mejor los fines de semana», confirma María Jesús, una mujer que sale a pasear con una amiga. «Aquí vivimos bien, pero nosotros. La gente joven no tiene nada que hacer. Acaban yéndose a Valencia», comenta su amiga.

Aquí, en Ciudad Fallera, aún hay quien dice 'ir a Valencia' cuando se refiere a cruzar la ronda de tránsitos. En esta mañana de jueves, nadie que no peine canas pasea por el barrio. «No, no, no vas a encontrar a nadie joven: o están en casa o están en el colegio», cuenta María Jesús, que explica que sus nietos, por ejemplo, están en el colegio. En general, indican las dos amigas que los más jóvenes intentan cuanto antes salir del barrio que les vio nacer. Y quizá es porque el barrio que les vio nacer ha visto, evidentemente, mejores tiempos. Los alcorques están asilvestrados, aunque bueno, en realidad eso es en toda la ciudad. En algunos parques las papeleras descansan, derrotadas, sobre el suelo de tierra y los viejos campos se han convertido en ocasiones en vertederos donde vecinos poco cívicos lanzan sillones y restos de basura que pierden el color bajo el sol inclemente de la ciudad. El viaje termina donde empezó, ante el código postal que sirve de bandera: cinco números que alguien quiso reivindicar en una pintada en azul sobre una pared marrón junto a las siglas M. D. L. R. ('mecs de la rue', chicos de la calle en francés). Curiosa dicotomía, esa reivindicación del norte de Valencia y de la zona más huertana de la ciudad junto a una referencia francófona de esa gente que se busca la vida entre campos abandonados y un barrio donde, pese a todo, hay terrazas y vida. No habrá esperanza, no demasiada, pero tampoco ganas de rendirse.

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