![La ciudad imaginada: los proyectos que Valencia tuvo y nunca se llevaron a cabo](https://s1.ppllstatics.com/lasprovincias/www/multimedia/201810/14/media/cortadas/proyecto-valencia-kkTE-U601241204631gDE-984x608@Las%20Provincias.jpg)
![La ciudad imaginada: los proyectos que Valencia tuvo y nunca se llevaron a cabo](https://s1.ppllstatics.com/lasprovincias/www/multimedia/201810/14/media/cortadas/proyecto-valencia-kkTE-U601241204631gDE-984x608@Las%20Provincias.jpg)
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óscar calvé
Lunes, 15 de octubre 2018, 00:23
Con tanto descanso seguro que están frescos, así que les propongo un sencillo ejercicio. Imaginen que nuestra ciudad es un libro, una obra repleta de páginas escritas a lo largo de nuestra historia en forma de edificios, infraestructuras, calles y plazas. Una especie de pergamino elaborado de forma colectiva, desde la fundación de Valencia hasta nuestros días. ¿Me siguen? Si son capaces de visualizar ese supuesto libro recordarán las muchas páginas que hemos releído en esta sección, casi siempre las más significativas o llamativas: palacios, planos, portales, plazas, etc. En otras ocasiones hemos recordado 'páginas' arrancadas por vicisitudes históricas. Las murallas o la antigua Casa de la Ciudad pueden servir de ejemplo. Sin embargo -no pierdan la analogía-, esta semana les invito a conocer algunas de las páginas que jamás se escribieron. Páginas que quedaron en la mente del escritor o que tras comenzarse fueron tachadas. Páginas que se imaginaron pero que no se redactaron por motivos heterogéneos. Algunas son muy recientes.
¿Les suenan las famosas torres de Calatrava cuya maqueta desapareció como por arte de magia? ¿Y aquel cubo de los arquitectos japoneses Kazuyo Sejima y Ryue Nishizawa destinado a transformar el IVAM? ¿Cómo olvidar que los actuales Jardines del viejo Cauce del Turia estuvieron a punto de ser una autopista de doce carriles para enlazar el puerto y el aeropuerto? Estos tres casos son muy recientes y están en la mente de todos, pero existen otras «páginas no escritas» más antiguas y llamativas. Y no necesariamente de terror, porque aquella autopista proyectada entre el Monasterio de la Trinidad y el Convento de Santo Domingo pone los pelos como escarpias... al menos a toro pasado. Por cierto, gracias a los que evitaron tal afrenta urbana. ¿Se imaginan un edificio tan descomunal como la Basílica de San Pedro del Vaticano en el centro de Valencia? ¿Una plaza de toros con un estilo totalmente distinto al que siempre ha presentado? ¿Un Banco de Valencia similar al Flatiron neoyorkino? ¿Una avenida Oeste que enlazara la Plaza San Agustín con el puente San José? Son sólo algunas páginas, así que a leer, que dicen que enriquece el alma. No en vano, este reportaje surge de la lectura fortuita de una página de este periódico, pero del uno de agosto de 1933.
La página 12 de aquella edición llevaba por título: «Un grandioso y factible proyecto. Construcción de un nuevo Hospital, Manicomio y Plaza de toros'. Los tres complejos, gestionados por la Diputación de Valencia, serían de nueva planta. Nada de lo allí anunciado se materializó, pese a que las maquetas reproducidas en la misma hoja y el conjunto de la noticia auguraban su carácter resolutivo. El Hospital Provincial se levantaría décadas después y sin aquellas directrices. Ni de formas ni de ubicación. Similar discurso podríamos plantear tanto para el nuevo manicomio que pretendía instalarse en Portaceli como para la plaza de toros, proyectada sobre el solar resultante del antiguo manicomio que se pretendía abandonar, en el antiguo Convento de Santa María de Jesús (actual plaza de Jesús, 9). Especialmente llamativa era la maqueta del coso taurino, así como su descripción: «[...] esta plaza, de estructura de hormigón y de estilo moderno, ha de marcar un nuevo rumbo en el trazado de esta clase de edificios». La imagen resultante evocaba un moderno estadio de fútbol, pero más allá de esta particularidad, todas estas ideas implicaban o iban asociadas a la imagen de una nueva ciudad, incluyendo por ejemplo el traslado de la Estación del Norte.
Mucho antes, casi desde comienzos del siglo XIX, la Basílica de la Virgen de los Desamparados (inaugurada en 1667), estuvo en el punto de mira por sus dimensiones reducidas para acoger al descomunal número de devotos a la Virgen. Durante más de cien años se presentaron propuestas para ampliarla -tras la demolición de la plaza de la Almoina-, e incluso edificarla de nueva obra en otros lugares representativos de la ciudad: la Glorieta, el solar que generaría el derribo del convento de San Francisco (actual plaza del Ayuntamiento) y la plaza de la Reina fueron los más solicitados. No obstante, tras muchos años y proyectos, en 1930 triunfó un plan articulado por el arquitecto Vicente Traver Tomás. Un plan colosal de actuación sobre el antiguo templo. Se contemplaba el alzado de un gran campanario y de una cúpula de cien metros de altura cuya omnipresencia en la ciudad sólo podría compararse a la de Santa Maria del Fiore en Florencia. La renovada Basílica de la Virgen de los Desamparados estuvo cerca de modificar por completo el centro de Valencia, por ejemplo con la desaparición de la plaza de la Almoina y de sus alrededores, pero el hallazgo de la Valencia romana llevó al traste, ya en los 80, el descomunal templo.
Existen edificios majestuosos en las calles que pudieron presentar un aspecto muy distinto al actual. Federico Iborra Bernard y Vicente García Ros escribieron un magnífico estudio sobre 'La Lonja que no fue', reflexionando sobre las modificaciones que experimentó el proyecto inicial de Pere Compte. Más cercanas en el tiempo son una serie de construcciones del segundo cuarto del siglo XX que en la mayoría de casos, por cuestiones de gustos de la época, presentaron una imagen y no otra. Este asunto ha sido estudiado en profundidad por el investigador David Sánchez en diversas publicaciones, quien ha tenido la amabilidad de prestarnos algunas imágenes. Entonces se convocaban concursos para la erección de importantes edificios, públicos y privados, y algunos arquitectos abogaron por proyectos de grandes dimensiones en líneas vanguardistas, como las propuestas por el racionalismo. Fabulosos diseños del Ateneo o de la Estación de Autobuses jamás realizados servirían de ejemplo. Aunque el Banco de Valencia finalmente se levantó en un estilo neobarroco diseñado por el archiconocido arquitecto Javier Goerlich, pudo haberse alzado con unas formas muy cercanas a las del flatiron neoyorkino, según propuesta previa del citado constructor.
En cualquier caso, fueron primordialmente cuestiones asociadas al gusto las que determinaron unas u otras líneas constructivas de estos edificios. Distinta circunstancia a la de proyectos mucho más actuales como el del gigantesco cubo de chapa de acero perforada, diseñado por dos arquitectos nipones y llamado a ofrecer una nueva imagen de la ciudad. Iba a duplicar la capacidad de todas las funciones del IVAM. 45 kilazos de euros pudieron tener la culpa. Pero si habláramos de dinero, las torres de Calatrava, bueno, el proyecto y la maqueta, se llevarían la palma. Que me perdonen los seguidores de nuestro arquitecto más internacional. Aquellos tres rascacielos habrían supuesto un cambio radical de la ciudad, cada uno que escoja si para bien o para mal. Un dato. El más alto hubiera medido 308 metros. Casi el triple que la Torre Francia y más de cuatro veces que el Miguelete.
Esta Valencia imaginada pero no escrita también estuvo afectada en su disposición urbanística. La capital del Turia no estuvo ajena a las tendencias surgidas en la París de Haussmann a mediados del siglo XIX. En esencia, eran medidas que en aras de la salubridad y del control institucional proponían la creación de enormes avenidas atravesando el alma de la ciudad. Con ciertas salvedades, el proyecto primigenio de la avenida Oeste era reflejo de esa moda.
Así se entiende que el anteproyecto fuera denominado como «Gran vía desde la plaza de San Agustín hasta el puente de San José», y que contemplase una distancia cercana al kilómetro y medio. No dejen de leer el estudio respecto a esta avenida de David Sánchez. Podría citarse también el Paseo al Mar, y aquel tremebundo proyecto de autopista que con el paso del tiempo y el esfuerzo de los ciudadanos se convirtió en el pulmón de la ciudad.
Quizá en unas décadas otro redactor, seguro que con mejor estilo, cuente a nuestros descendientes que Valencia planeó soterrar las vías que partían su corazón, y que una maravillosa maqueta así lo atestiguaba. Que nuestra ciudad iba a presentar al mundo el mejor estadio europeo. O tal vez no lo cuente. Significaría que esas páginas del libro de nuestra ciudad sí que se escribieron. Narrar la historia precisa imaginación, pero también determinación. Un servidor ha cumplido al respecto, pero así, entre nosotros y sin que nadie nos oiga, a veces no hay que dejarse llevar por la imaginación.
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Jon Garay y Gonzalo de las Heras
Equipo de Pantallas, Leticia Aróstegui, Oskar Belategui, Borja Crespo, Rosa Palo, Iker Cortés | Madrid, Boquerini, Carlos G. Fernández y Mikel Labastida
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