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Una mujer cruza la calle junto a una valla de obras.

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Una mujer cruza la calle junto a una valla de obras. Jesús Signes

Las obras dan la puntilla al comercio del centro de Valencia

El inicio de las obras para la reforma de la plaza de la Reina ahoga a los negocios | Los trabajos se suman a los del entorno de la Lonja y son la última estocada para las tiendas, que resisten sin turismo ni ayuda económica

MAR GUADALAJARA

Miércoles, 28 de abril 2021, 00:15

Desde primera hora de la mañana del martes el desastre se palpaba. Los cortes al tráfico empezaron a hacer estragos ya a las ocho. En la calle Correjeria los camiones de carga se encontraban con una escasa señalización del cambio, sin vallas. En la calle de la Paz, los conductores llegaban hasta la altura de Poeta Querol, queriendo entrar al parking de la plaza de la Reina. «Está cerrado por las obras», gritaba la agente de la Policía Local a los que preguntaban. Antes de llegar a la plaza el sonido ya se podía escuchar y el polvo se intuía a lo lejos.

En la plaza se nota el escaso trasiego. «Aquí ya no viene nadie», aseguró Vicente, el dueño del estanco junto a Santa Catalina, que confirmó que sus ventas se han quedado en un 10% de lo que antes vendía. «Las obras nos han acabado de rematar, la estocada final, esto es una ruina, están haciendo una chapuza», critica Vicente, que ha visto cómo poco a poco se iban vaciando los comercios y establecimientos a su alrededor.

«Aquí quien no tiene el local alquilado a familiares y paga poco o si no lo tiene en propiedad es una auténtica ruina, porque no vendes nada; además con todos los cambios que han hecho en las líneas de autobús la gente no se aclara, se queja, te pregunta, y aquí la gente mayor que antes venía, ya no lo hace», comenta. Él tenía contratadas a cuatro personas, ahora está solo. «Bueno está mi cuñado pero vamos está leyendo el periódico que digo yo, porque poco más hay que hacer», añade Vicente.

Emilio, con una tienda en la plaza de la Reina, sufre la escasa accesibilidad. Jesús Signes

La triste situación se retrata en el testimonio del propietario de este estanco, que asegura que antes tenía máquinas expendedoras en casi todos los negocios y locales de alrededor. «Ahora tengo cuatro de las máquinas ahí guardadas en el almacén porque han cerrado los locales y las he tenido que recoger», de las que le quedan instaladas, el beneficio es mínimo.

Confiesa que en este tiempo ha tenido que buscar otras vías de ingreso y se ha montado otros negocios porque «esto es malvivir y donde antes conseguías vivir bien ahora estás hundido y no hay derecho, no soy el único, es que es algo que nos está pasando a todos los que estamos aquí en el centro», asegura.

En la misma calle, un poco más adelante, en Vestopazzo, una pequeña tienda de accesorios y bisutería, trabajaba Victoria. «Eres la primera persona que entra a la tienda en toda la mañana», asegura cuando el reloj ya marca las once y media pasadas. Reconoce que las obras están empeorando lo que ya de por sí era difícil de mantener.

J. Signes

«Es como si hubieran pensado, vamos a probar a ahogarte un poco más, a ver qué pasa, si aguantas y sobrevives genial pero si no, pues ha sido una lástima, pero a ellos les da igual, o es lo que parece la verdad», reprochaba mientras arreglaba un par de pendientes hechos con aluminio reciclado. «A parte es que no es sólo esto, es que has enlazado esta obra con la de la plaza de Brujas, al final lo que es Ciutat Vella, a nivel comercios y negocios, lo están ahogando», añadió.

Victoria, explicó que hay mañanas que apenas ve pasar a gente, se cruza con sus compañeros de otros locales, pero las horas se hacen eternas. «Mira, ves a esa señora mayor, pues ya no viene más personas como ella, por esto, por las obras, porque no se aclaran con los autobuses, y al final eso lo que hace es reducir al máximo la gente que accede al centro. Es un desastre». Confesó que a nivel personal también pasa factura. «Querer trabajar, querer dar un buen servicio y estar resistiendo es complicado cuando luego te encuentras las obras en la puerta, es lo que nos remata».

El ruido de los trabajos no cesaba y los transeúntes se paraban a preguntar y comentando: «Menudo follón tenéis aquí montado ahora, pero ¿Va para largo?». Un año, máximo, aseguraron fuentes municipales. «Pero quién sabe», contestaron a los curiosos.

En Turrones Ramos, la encargada estaba también sin fena. Pero ella, es de la opinión de que es mejor que los trabajos hayan empezado ahora que más adelante, cuando se empiece a normalizar la situación sanitaria por la pandemia.

«Estamos entre las obras del Mercado Central y ahora estas de la Reina y para la gente es difícil bajar al Mercado, venir por la zona, tengo clientas que ya se decidieron no a no venir, y aquí se empezó a notar ya, con los cambios de los autobuses y todo eso; pero bueno a veces no se sabe qué va a ser mejor o peor, esto era algo que veníamos sabiendo que se iba a hacer, pienso que ya que estamos metidos en este follón y que ahora hay poca actividad pues particularmente creo que así nos quitamos todo de una, aunque está claro que al comerciante las obras nunca nos vienen bien», comentó.

Muy próximo a la Catedral de Valencia y mirando a la plaza de la reina, Emilio regenta un negocio de souvenirs desde hace casi una veintena de años. Está afectado por las obras que acaban de empezar. «Lo llevo fatal, estoy un año y dos meses sin vender, la hostelería se quejará, yo no digo que no, pero estoy con un 85% menos de venta que antes. Y en esta tienda que parece poca cosa tenía contratadas a seis personas que ahora no puedo tener, están en ERTE. Y además, es que me acaban de quitar un andamio en la fachada, esto es el lo último».

Con los ojos húmedos, comentaba la situación, con dificultad: «Entiendo que esta gente no haya podido mover el tema en plena pandemia, lo entiendo, pero es que es el remate, hay una situación general de hastío y malestar, parece que quieran ponerse la medalla; y lo peor de todo es el cierre de parkings, la falta de accesibilidad», explicó.

En el entorno de la Lonja, el día de ayer fue «flojo». Al menos así lo encontraron en el bar la Boatella. «Estábamos comentando justo ahora, que la cosa parada, estamos algo extrañados, hoy se ha notado todo el follón de las obras», decía el dueños mientras terminaba de comer cuando era la una del mediodía. Con ironía añadió que los comerciantes en el Mercado Central «están contentos». Ellos, hasta ahora, están trabajando bien. «Estamos esperando que ya venga el turismo, es mal momento, empezar las obras, y claro, es que se queja todo el mundo la verdad», comentó. Además dentro de poco tendrán que cerrar porque los trabajos se harán justo en el espacio que ocupa su terraza. «Estaba pensando en pedir espacio en la acera, pero es un lío, así que toca cerrar».

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