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Juanjo Caro lidia con el dolor en una habitación del Hospital La Fe de Valencia. Su padecimiento es doble: el del alma y el físico. El primero, por la pérdida de la mujer a la que amaba, Carmen, acuchillada a manos de su hijo Iván R. C., de 25 años. El segundo, por las graves heridas que recibió en ese fatídico ataque en la pedanía valenciana de Benimàmet, en la noche del pasado sábado. «El chico llevaba un año ya con depresión, pero no nos esperábamos algo así, es muy difícil de entender y asimilar», reflexiona postrado con vendas en su cuello y en sus brazos.
Juanjo tiene 54 años, es valenciano y padre de un joven de 19 con una anterior pareja. Actualmente, y desde hace un año, su corazón latía por Carmen, una luchadora de 50 años de Benimàmet con dos hijos a los que educó y sacó adelante haciendo frente a las adversidades. Una mujer que, como recuerda el superviviente de la agresión y su familia, «había sufrido malos tratos hace ya muchos años».
Su memoria, salpicada de algunas lagunas por la traumática experiencia, regresa a la amarga noche del sábado, cuando Iván se transformó en un tornado de violencia. «Carmen y yo habíamos cenado solos. Mientras, él permaneció todo el rato en su habitación. Su hermano mayor estaba trabajando. No se escuchaba ningún ruido, ni música, ni nada... No sabemos qué hacía, pero todo parecía estar tranquilo».
«Serían las once de la noche cuando nos fuimos a descansar», rememora el superviviente de la agresión. Según el hombre, transcurrieron unos 15 minutos en los que «todo estaba en calma». Tal y como describe, la agresión mortal sobrevino cuando ni Carmen ni él se habían dormido. «La puerta estaba cerrada y, de repente, entró sin llamar, como un loco, con el cuchillo de cocina en alto y directo a matarnos».
Según su testimonio, cuatro palabras brotaron de la boca de Iván en los pocos segundos entre su irrupción en el cuarto y las primeras cuchilladas: «Os voy a matar». «Sin más explicación, algo increíble...», relata con su mirada perdida en el techo de la habitación. Juanjo confiesa que se quedó «bloqueado». Casi en estado de shock. «¿Te has vuelto loco, qué haces?», espetó al hijo de su pareja. Pero no hubo tiempo de más. Ninguna respuesta a su pregunta. «En dos segundos, Iván ya estaba acuchillando a su madre. Fue primero a por ella». El hombre no recuerda cuántas veces le hundió el filo. El baño de sangre había comenzado. Como se supo después, con la autopsia, el arma blanca alcanzó a Carmen en el pulmón y le seccionó la aorta, la arteria que suministra sangre a todo el cuerpo. Fueron heridas profundas y mortales de necesidad.
«Y después fue a por mí», continúa Juanjo mientras se inclina en su cama con costosos y lentos movimientos. «Fue todo caótico. Lo recuerdo muy confuso, rápido y angustioso. Me dio tiempo a quitarle el cuchillo como pude, con un forcejeo que no sé ni cuanto duró». La sangre también empezó a correr por su cuerpo y a empapar su ropa, con un profundo corte en el cuello y otras heridas defensivas en sus brazos.
A continuación, Iván trató de quitarse la vida, quizá consciente del daño irreparable que había causado. Se pinchó con el cuchillo en el cuello, subió hasta el quinto piso del edificio y quiso abrir la puerta de la terraza con la probable intención de arrojarse al vacío. Mientras, Juanjo se taponaba la herida más grave con una prenda para frenar la considerable hemorragia. «He estado muy cerca de morir», admite.
Según fuentes policiales, tras el crimen Iván manifestó de forma espontánea que le molestaba que su madre llevara a su novio a casa. Sin embargo, Juanjo se refirió ayer a la «depresión y problemas psicológicos del joven» como detonante más probable de su letal reacción.
«Carmen estaba sufriendo mucho por esta situación desde hace ya un año», confiesa. Según Consuelo, hermana del hombre, «lo habían llevado al Arnau de Vilanova para que lo vieran». Al cierre de esta edición, Iván permanecía hospitalizado en La Fe bajo custodia policial. La Policía Nacional ha concluido ya el atestado sobre el caso y puso ayer sus diligencias a disposición del juzgado de instrucción uno.
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