![Los cruces de la muerte en Valencia](https://s2.ppllstatics.com/lasprovincias/www/multimedia/2023/08/08/Imagen%20(182929973)-RNCTuMZoxhoZRcfQHaXDpcL-1200x840@Las%20Provincias.jpg)
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Hay determinados enclaves que no son nada. Ustedes han estado en ellos. Los aeropuertos o las estaciones, por ejemplo. La de autobuses, sin ir más lejos: lugares donde parece que nunca pasa nada, donde no se «vive». Son meros portales a otro sitio, pantallas que pasarse en el videojuego de la vida, enclaves donde esperar a que sucedan las cosas. Los cruces de las grandes avenidas también encajan en esta descripción. Piensen en la plaza Manuel Sanchis Guarner, o en el cruce de la avenida del Puerto con Serrería. O en el de Menorca con Baleares, o en el de Pío XII con Menéndez Pidal, o en el de Doctor Moliner con Blasco Ibáñez. Saben de lo que hablamos. Para Marta, José Luis y Carlos, forman parte de sus mundos, porque trabajan en ellos. Y porque en ellos ven la vida pasar. A veces, con más frecuencia de las que les gustaría, también la muerte. Son algunos de los puntos negros de la ciudad, unos cruces de la muerte donde todavía hay vida. «Vienes a currar y sabes que cada pocos días vas a terminar con las sirenas de fondo», comenta Marta, que trabaja en un local de restauración situado en la planta baja de un conocido centro comercial, a escasos metros de donde el 29 de julio y el 25 de septiembre del pasado año perdieron la vida dos personas en sendos accidentes de tráfico.
Son cruces en los que quienes viven o trabajan cerca han aprendido a convivir con la muerte. O con el riesgo, si no queremos pasarnos de ominosos. Uno de ellos es particularmente llamativo. Es el de Menorca con Baleares, donde en 2022 fallecieron dos personas en sendos accidentes, protagonizados ambos por turismos. Aquí no hay nada, pero a la vez lo hay todo, porque en una de las esquinas se levanta un parque infantil, con cancha de baloncesto, donde por las tardes se reúnen decenas de niños. «Sí, los accidentes son bastante comunes. La gente viene por Baleares muy rápida y no se da cuenta de que cruza otra calle bastante grande», explica José Luis Entero, que vive en un edificio cercano y pasea a su perro con frecuencia. «La semana pasada, sin ir más lejos, vi un accidente. No demasiado gordo, pero tuvo que venir la Policía Local y todo. Se formó un buen lío», lamenta. La sensación que tiene, eso sí, es que el cruce con Tomás de Montañana es más peligroso.
Sentados en uno de los bancos de la explanada de un conocido centro comercial que empieza por un adjetivo y termina por centro descansan Marta y sus compañeros. Trabajan en varios locales de restauración de la zona y aprovechan que por la mañana hay poco trabajo para descansar. Sus uniformes les delatan. «Acabas acostumbrándote», apunta uno de ellos. «Hace meses entraron corriendo pidiéndonos agua para un accidente. Me sorprendió bastante porque estamos muy lejos, pero decían que no llegaba la ambulancia», desliza Marta, que termina con un elocuente «una movida». «Cuando sales tarde, sobre todo las noches de los fines de semana, algunos vienen demasiado rápido», apuntan los jóvenes. Se da la circunstancia de que tanto Menéndez Pidal como Pío XII son enormes avenidas con más de un carril por sentido. Muchos más: hasta tres o cuatro. Para quienes cruzan el puente de Ademuz o a quienes circulan en sentido este por la margen izquierda del río es fácil coger grandes velocidades. Además, no son pocos quienes, desde el puente, giran a la izquierda para ir por Tirso de Molina, un giro tan prohibido como peligroso porque son cientos los coches que buscan las grandes vías desde la pista de Ademuz.
La presidenta de la Federación de Asociaciones de Vecinos de Valencia, María José Broseta, explica que en septiembre estudiarán cuestiones relacionadas con la seguridad vial en la ciudad, pero ya adelanta que en el nuevo mandato van a exigir al Ayuntamiento «más control en las aceras, que muchas de ellas no son completamente seguras para los viandantes». «No dejamos de pensar en que conductores de patín o ciclistas también son peatones. En septiembre veremos, pero hay calles 30 y la gente va a 60. Los patinetes van a velocidades increíbles, pasando por aceras, cruzando por donde consideran. Falta concienciación vial pero no sólo los conductores. Tenemos que aprender, todos, a circular con seguridad», comenta Broseta, que insiste en que algunos de estos actores, como los ciclistas o los conductores de patinete, «no conoce las normas porque no se requiere ninguna enseñanza». «Los peatones sabemos que tenemos que cruzar en verde pero a veces cruzas bien y viene un patinete», lamenta.
Pero si hay un cruce que se ha ganado a pulso el apelativo de cruce de la muerte, ese es el que forman Blasco Ibáñez y Doctor Moliner, no Gómez Ferrer como aparece en el informe oficial que ayer publicó este diario. Hablábamos de no lugares. Bueno, no es el caso de este enclave. Sí en verano, porque los estudiantes no están, pero la cercanía del Hospital Clínico, de la Confederación Hidrográfica del Júcar o del mismo Mestalla terminan por crear un día a día muy ajetreado prácticamente cualquier jornada. Este martes de agosto, de hecho, cuesta encontrar a vecinos o comerciantes. En la cercana calle Periodista Badía sí hay establecimientos. En uno de ellos trabaja Carmen, que es dependienta y explica que «cada dos por tres» ve ambulancias y policía local por la zona. Entonces sabe que ha habido un accidente.
No es que distintas administraciones municipales hayan estado de brazos cruzados. El problema de este cruce, donde desde 2010 han muerto un total de seis personas, ha sido tratado por el PP primero, luego por Compromís y PSPV y ahora de nuevo por el PP, que buscará la manera de mejorar la seguridad en un cruce relativamente complejo, porque quienes ruedan en dirección norte por Doctor Moliner se encuentran con una de las avenidas más grandes de la ciudad, con varios carriles por sentido. Además, en este enclave el hospital, que es también uno de los más importantes, complica aún más la circulación: entre las ambulancias que van en una dirección o en otra, la onda verde y roja de los semáforos de la zona y los giros a la derecha y la izquierda, hay que ir con siete pares de ojos.
Algunas obviedades que no por evidentes conviene olvidar. Los accidentes se dan en los cruces de grandes avenidas o calles donde los coches circulan a gran velocidad. Desde que Movilidad publicó la nueva ordenanza, todas las calles de un único carril por sentido se han convertido en calles 30. Así, en la inmensa mayoría de la ciudad no se puede circular a más de esa velocidad. Los 50 kilómetros por hora que marca la Dirección General de Tráfico, por tanto, queda para esas grandes avenidas donde se dan los accidentes más graves. La relación entre velocidad y fallecidos es evidente.
En este sentido, desde el Consistorio insisten en que ellos sí prestarán atención al problema de los accidentes, que creen que se ha agravado en los últimos años. Para eso, desde la llegada de María José Catalá al Ayuntamiento de Valencia han puesto en marcha una coordinación especial entre las concejalías de Protección Ciudadana y Movilidad para que la segunda sepa en cada momento lo que ocurre en la primera y así identificar cuanto antes los puntos negros donde se dan accidentes. La intención es actuar cuanto antes y solucionar problemas de seguridad vial que desemboquen en nuevos accidentes y, sobre todo, en nuevos fallecidos. El objetivo de cero muertos no se ha conseguido nunca en Valencia, una ciudad que en 2024 será Capital Verde Europea y que necesita una correcta gestión de la seguridad vial para avanzar hacia esa utopía verde que todo el mundo quiere en el Consistorio. También quienes viven en los cruces de lamuerte y saben que un vehículo que circule más rápido de la cuenta tiene todas las papeletas para causar un siniestro.
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Jon Garay y Gonzalo de las Heras
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