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P. MORENO
Martes, 14 de septiembre 2021, 00:43
Un turista fotografía los mosaicos en el interior de la estación del Norte, algo frecuente. El edificio modernista diseñado por Demetrio Ribes es uno ... de los más hermosos de la ciudad, pese a su aspecto de casi abandono que luce, sobre todo en el exterior del recinto.
El entusiasmo del visitante se entiende, aunque no puede evitarse que la vista se dirija a las terrazas de los bares pegadas a las fachadas modernistas, las casetas de helados cerradas y repletas de polvo, además de una churrería que ayer empezaban a desmontar, una semana justa después de la cremà de las Fallas.
Se trata de un recinto cerrado y controlado las 24 horas, con numerosos vigilantes que patrullan desde los andenes hasta el exterior de la explanada, aunque eso no ha impedido que los actos de vandalismo sean visibles. La escultura de Andreu Alfaro dedicada a Charlotte Von Stein, amor platónico del poeta Goethe, ya fue motivo de debate en su día al colocarse a escasa distancia de un edificio que cuenta con la máxima protección patrimonial, tanto por parte del Ministerio de Cultura como con el Plan General.
Esa protección no impide que esta obra de arte contemporáneo tenga la base repleta de pintadas. La base sirve como asiento a los viajeros, aunque los desconchados y suciedad son tales que el cansancio debe ser mucho para optar por sentarse ahí.
Las pintadas se extienden a la misma señal de Adif, empresa estatal gestora de la estación. Junto a la verja de la calle Xàtiva y hasta lo que alcanza la altura de la mano hay firmas, marcas de grafiteros de las que usan para marcar el territorio.
¿Es incómodo el asiento de piedra que debía ser blanca hace años? Una viajera responde con una sonrisa de cansancio. «He llegado demasiado pronto y prefiero esperarme aquí», dice.
El interior de la estación tiene todo el rastro de las normas antiCovid. Por fortuna ha desaparecido ya la carpa colocada en la explanada para evitar aglomeraciones en el vestíbulo. La zona de taquillas está tomada por las vallas y las cintas de plástico que indican prohibiciones de paso y recorridos permitidos.
La Sala de los Mosaicos, seguramente la habitación más bella del edificio de Ribes, sigue cerrada. Dentro hay un expositor con algunas piezas que recuerdan su pasado reciente como tienda y sólo la puerta y paredes de cristal permiten constatar las posibilidades de este espacio.
La empresa Adif ya ha adjudicado el proyecto de remodelación integral de la estación, que entre otros asuntos servirá para ordenar los usos del edificio y alrededores. El encargo se anunció el 21 de octubre de 2020, aunque el problema es que el plazo de entrega es de 17 meses, con un importe de 687.548 euros.
Se trata de dividir la obra en tres proyectos para que puedan ejecutarse en fases independientes. La primera comprende las cubiertas de las naves laterales y torreones norte. La siguiente la marquesina histórica principal, para acabar, todas las fachadas y carpinterías.
A partir de marzo de 2022, en caso de que se cumplan los plazos, empezará a hablarse de la ejecución de las obras, lo que requerirá varios meses más. Hasta entonces, convivirán las terrazas de los bares (cada una con un diseño distinto), así como un aspecto que va de lo industrial a lo urbano con zonas de transición como la parada de taxistas.
«No hay problema con el lugar, estamos bien y al lado hay una cafetería», indica Jorge mientras espera a un cliente. El taxista sí que pone objeciones a la salida, al indicar que el cruce con la calle Xàtiva «es más que complicado por el paso de peatones y el carril ciclista», en referencia al carril de incorporación.
La reforma pendiente debe renovar también el sistema de evacuación de aguas pluviales y fachadas de vidrio. A simple vista no hay graves signos de deterioro, aunque el encargo incluye un lavado de cara general, con las carpinterías de todo el inmueble, así como la propia verja.
Hasta los aparcabicis, escasos para lo que deber la principal estación de Valencia, están mohosos. Tiene el mismo aspecto que una lona medio caída de lo que debió ser el lugar de una promoción turística, en la parte de la calle Xàtiva. Dentro, la terraza de otro bar y las tiendas de franquicias habituales, decoradas con un oso y una vaca de tamaño natural, mientras la obra de Ribes sigue esperando la prometida reforma por el centenario del edificio, construido en 1917.
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