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Imagen de la plaza Emilio Castelar en los años 30. ARCHIVO FUNDACIÓN GOERLICH

¿Por qué desapareció la Tortada de Goerlich?

El arquitecto Javier Hidalgo argumenta varias razones en su propuesta de recuperación del monumento

Paco Moreno

Valencia

Martes, 17 de junio 2025, 01:05

El Mercado de Flores, primera fase de las obras de la plaza Emilio Castelar (hoy del Ayuntamiento), y que ahora se pretende recuperar en parte con una propuesta que se sirve de piezas originales recuperadas, se inauguró el 28 de enero de 1933. La llamada Tortada de Goerlich era ya una realidad de una obra que se fue realizando por fases.

La prensa del momento se hizo eco de la noticia. LAS PROVINCIAS realizó una crónica del evento, como refleja el documento redactado por el arquitecto Javier Hidalgo, encargado de identificar los restos y realizar una propuesta para su reconstrucción.

«Ayer se verificó la inauguración del Mercado de Flores, el soberbio joyero con el que se ha enriquecido la ciudad al entrar en el disfrute de la magnífica obra artística y arquitectónica digna de la exuberante fantasía y riqueza imaginativa de su autor, el arquitecto mayor del Ayuntamiento, don Javier Goerlich, que no pudo asistir al acto por encontrarse enfermo en cama. Ello le libró de la balumba de felicitaciones que hubieran caído sobre él y que le habrían compensado del calvario que sufre toda obra, desde que se proyecta, hasta quedar convertida en realidad», decía la crónica del periódico.

Como se sabe, la Tortada apenas duró tres décadas, pero ¿Cuáles fueron los motivos de una obra tan singular? El documento de Hidalgo ofrece muchas pistas, todas veraces, pero que podrían condensarse en la falta de entendimiento del diseño de Goerlich por parte de los primeros alcaldes del régimen franquista, así como el descontento de los vendedores de flores, unido al auge del automóvil.

La plaza del Caudillo en 1965, con un aparcamiento en la explanada. ARCHIVO LAS PROVINCIAS

La plaza de Goerlich estaba en una plataforma elevada rodeada de escalinatas, jardines, fuentes singulares y la citada Tortada, que se abría hacia el Mercado de las Flores. Era un espacio por lo tanto peatonal y abigarrado de elementos decorativos y de farolas impactantes.

Según relata Hidalgo, el Mercado de Flores, desde su inauguración en 1933, fue objeto de una amplia campaña de prensa y de numerosas críticas, especialmente tras la finalización de la Guerra Civil. Las propias floristas fueron quienes, principalmente, se posicionaron en contra de situar los puestos de flores bajo tierra, en un espacio oscuro y angosto, ya que suponía la ruina comercial para muchas de ellas, algo que recogía la prensa de la época. Finalmente, el mercado subterráneo se abandonó en 1944 y los puestos de flores se volvieron a situar en la plaza.

Ese mismo año, siendo alcalde Juan Antonio Gómez Trénor, se decidió apostar por una nueva urbanización de la entonces plaza del Caudillo. «La plataforma elevada de Goerlich pertenecía a la época anterior vinculada en Valencia con el blasquismo de signo republicano que ahora se trataba de olvidar», según precisa Hidalgo.

«A este fin, presentan en 1944 diferentes propuestas los arquitectos Juan Crespo Baixauli, Fernando Moreno Barberá, Vicente Figuerola Benavent y, por último, el proyecto de Francisco Moreno López, llegando a plantear un monumento al Jefe del Estado. El consistorio decide en 1953 retomar la reforma de la plaza del Caudillo. Así pues, el arquitecto municipal Camilo Grau Soler, presenta un proyecto inspirado en sus líneas maestras por el alcalde de la ciudad Baltasar Rull Villar», precisa.

El objeto de la reforma es la eliminación del macizo central y el Mercado de Flores de y la comunicación de las calles de las Barcas y de la Sangre. A partir de aquí se integrarán en el conjunto las vías del tranvía y se dispondrán de un gran número de plazas de aparcamiento, evitando la construcción de espacios subterráneos.

Aunque fue el Ayuntamiento de Baltasar Rull el que tomó el acuerdo del desmantelamiento de la Tortada en 1953 no fue hasta 1961 en que el alcalde Adolfo Rincón de Arellano dio el paso. Para el automóvil, nuevo rey de la ciudad, se abrió una comunicación entre las calles de la Barcas y de la Sangre. Y se diseñó un aparcamiento de coches en superficie usado por los funcionarios del Ayuntamiento. La demolición de la plaza comenzó de manera definitiva en 1961, aunque en 1959 ya se había comenzado a demoler el tradicional Mercado de Flores. Para las fallas de 1962 la demolición ya estaba finalizada.

Finalmente, no se siguieron todas las líneas generales de la reforma de la plaza del Caudillo. Por ejemplo, las fuentes del lado pequeño del triángulo no se conservaron, siendo demolidas al igual que el resto de la plaza. Toda la plaza quedaba ahora a la misma cota y el protagonista absoluto de la misma pasó a ser el automóvil. La gran explanada central de la plaza se convirtió en un gran aparcamiento, alrededor del cual circulaban los coches como si de una gran rotonda se tratara. Se instaló una gran fuente monumental al otro lado del eje de la calle de la Sangre y la calle Barcas formando un triángulo ajardinado en cuyo vértice se colocó en 1964 una estatua ecuestre del general Franco realizada por el escultor José Capuz.

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