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LOLA SORIANO
valencia.
Lunes, 12 de diciembre 2022, 00:08
Todo el mundo se pregunta que cómo es posible que con casi un millón de euros de inversión para hacer una reforma integral en ... el parque del Gulliver, la figura presente importantes desperfectos al mes de la apertura y más, tras un año de trabajos. Es más, se han cerrado toboganes dos días para las reparaciones.
Tampoco se entiende que las rozaduras, faltantes y desaparición de la pintura en algunos lugares, sobre todo en un par de toboganes, se hayan producido sólo un mes después de su reapertura al público, pero la respuesta es más fácil de lo que parece.
Manolo Martín, artista fallero que participó en la construcción del Gulliver en los años 80 con su padre como artesano, a partir de un proyecto original de los arquitectos Rafa Rivera y Mateo Signes con imagen y diseño del ilustrador Sento Llobell, tiene claro que se ha invertido en la restauración de la figura menos dinero del que era necesario. «Han destinado la cuarta parte del dinero preciso para reparar bien el Gulliver», explica apenado este profesional.
El artista fallero, que realizó junto a José Ramón Espuig la falla municipal de la Meditadora (con diseño de Escif) y que está especializado en hacer trabajos para decorados, ferias o incluso para los carnavales canarios, habla con conocimiento de causa, ya que argumenta que «el Ayuntamiento de Valencia, antes de licitar la obra, pidió al arquitecto Rafael Rivera que hiciera un anteproyecto para ver las actuaciones que eran precisas para rehabilitar el Gulliver».
Añade que «en este anteproyecto Rivera y yo también incluimos una valoración de lo que se tenía que hacer para recuperar el esplendor de la figura y se hizo una tabla con una estimación económica que dejaba claro lo que costaría reparar por completo la figura del Gulliver».
La estimación del valor económico de los trabajos del anteproyecto, que tiene fecha de abril de 2020, incluía tanto la figura, como los revestimientos, toboganes y complementos ascendía a 462.000 euros. Apuntaron entonces que sólo la figura, revestimientos, toboganes y complementos precisaban de una inversión de 270.000 euros. A esta cantidad había que añadir 192.000 euros que costaría la obra civil.
En cambio, en el presupuesto que se recogió en la licitación de los trabajos realizada por el Ayuntamiento de Valencia la partida destinada los trabajos en la figura exterior es de sólo 105.841,54 euros. Y a esta cantidad se añaden otros 12.039 euros para el complemento de la torre adosada a la figura; 14.114 euros para el complemento del sombrero y 1.143 euros para el sable que acompaña al Gulliver, lo que suma un total de 133.137 euros, pero muy lejos de los 462.000 euros que se aconsejaba invertir en el anteproyecto de esta obra.
Manolo Martín, como coautor de la figura original junto con su padre, Rafael Rivera y Sento Llobell, opina que «no es razonable que se haga un estudio previo, se determine cómo se tiene que hacer y el dinero que se precisa y lo saquen sólo por 105.000 euros».
Por eso indica que destinar 105.000 euros a la figura «era claramente insuficiente para todo lo que había que hacer» y añade que el resto hasta cerca de un millón va a otras cuestiones como la urbanización del entorno, el edificio de control y los servicios, la iluminación o el nuevo vallado perimetral del parque.
De igual modo, confiesa que él tenía pensado presentarse a la licitación para rehabilitar la figura que hizo junto a su padre, «pero cuando vi en la licitación la partida que tenían prevista para reparar la figura, a pesar de la estimación que se había hecho en el anteproyecto, ya tuve claro que no iba a concursar».
Reconoce que «por ese dinero no se podía hacer». Añade que no concursó porque la reparación se había incluido en un proyecto general que tenía que hacer una constructora y por el escasa partida para la figura. «Me negué porque con el presupuesto que habían puesto, no se podía hacer lo que había que hacer realmente».
Argumenta el artesano que «debes tener un presupuesto para poder defenderlo, pero no me presento a hacer proyectos cuando no hay presupuesto suficiente para ejecutarlo porque no se podría hacer bien y tampoco puedes presentarte para que tu empresa pierda dinero».
Y añade que el detalle de «todo lo que había que hacer se mantuvo en la descripción, pero lo que cambió fue el precio de licitación, en concreto de la figura».
Ante esta situación, no duda en afirmar que «lo que es una chapuza es destinar tan poco presupuesto a la figura». Argumenta que es una «pena que han tenido que pasar muchos años para que se rehabilite y, ahora que había presupuesto, no se ha valorado bien el dinero que había que destinar al Gulliver, que en realidad es la pieza central del parque». Y opina que «si no se llegaba a toda la reforma que querían hacer del recinto, al menos se tendría que haber destinado a la parte principal, que es la figura del Gulliver, y ya en otras fases se podrían haber acometido el interior, que ha consumido gran parte del presupuesto entre instalaciones, aire acondicionado e iluminación».
Por eso, comenta que carece de sentido «no reparar bien la figura, que es lo principal, y sin embargo querer abrir un espacio interior que podría ser accesorio».
Después de comprobar en el mismo parque Gulliver, las rozaduras que se han hecho en algunos toboganes y el afloramiento de pequeñas partes de la fibra de vidrio, añade que «antes de pintar, era necesario lijar y aplicar en toda la figura una capa de resina conocida como 'gel-coat', que lógicamente lleva un proceso y vale un dinero, pero es lo que proporciona más duración a la figura».
Describe que se suelen dar «varias capas de 'gel-coat' hasta alcanzar un grosor de como mínimo ocho milímetros y así se preserva mejor la figura, no hubieran salido de inmediato las rozaduras que se ven en las zonas donde coincide con los puntos de frenada y de apoyar las zapatillas».
De hecho, en el anteproyecto que se presentó al Ayuntamiento se hizo hincapié en la necesidad de este tratamiento y se decía que era «especialmente relevante el tratamiento final del conjunto con resina de poliéster reforzada con fibra de vidrio y acabado de gel-coat que determina el uso, la resistencia y el mantenimiento y la configuración formal de la figura, siendo este un elemento fundamental del resultado».
Afirma que lo que ha sucedido se veía venir, «pero ya lo dije en el momento de la licitación, que con el dinero que destinaban a la pieza central sólo daría para la pintura y poco más» y añade que «ahora el tiempo desgraciadamente me ha dado la razón». También explica que cuando se hizo la jornada de reapertura, no acudió «porque estaba disgustado por el insuficiente presupuesto que le habían dado a esta figura en la que tuve el honor de trabajar cuando era muy joven».
El artista Manolo Martín explica que como desde el principio no se ha destinado el presupuesto que era necesario para hacer bien el arreglo, «pues posiblemente cada poco tiempo van a tener que hacer reparaciones. Si aplican la resina de gel-coat como parches, continuamente estarán haciendo arreglos».
Y añade que «mientras que esté en garantía de la obra... pero cuando deje de estarlo, estas actuaciones van a disparar los gastos. Pienso que hubiera sido mejor gastarse el dinero que tocaba desde el principio».
De hecho, en uno de los toboganes de color turquesa, concretamente el que coincide con el pañuelo del Gulliver, ya se pueden ver pequeños círculos con la capa amarilla de la fibra de vidrio que, a pesar de no estar en las zonas de más fricción, ya se aprecian.
Además del tema económico, explica que como se empieza a apreciar la fibra de vidrio, «si acaba aflorando, es material cortante y empezarán a romperse pantalones los chiquillos que acudan e incluso podría causar daños y algunas pequeñas heridas en los usuarios».
Del mismo modo, ya de forma adicional, opina que hubiera estado «muy bien que en el perímetro de las distintas partes de la figura se hubiera puesto el suelo de caucho que han puesto en algunos puntos de acceso a la figura, porque de este modo, hubieran interferido menos las piedras que cubren el suelo».
Y es que muchas de estas pequeñas piedras acaban encima del sombrero del Gulliver e incluso los usuarios las cogen para deslizarlas por los toboganes y observar cómo caen, algo que produce rozaduras y también llena de polvo las distintas partes de la figura y acaba ocultando en algunos puntos el color original con el que se ha pintado el tobogán.
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