![Una persona tumbada en el suelo, en la plaza 7 de Octubre de las Casitas Rosa, ahora en obras.](https://s1.ppllstatics.com/lasprovincias/www/multimedia/2024/01/24/malva-hombre-suelo-damian1_20240124172759-R7RjWhXaraTqmdI4YK5bQJN-1200x840@Las%20Provincias.jpg)
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Lola Soriano Pons
Valencia
Jueves, 25 de enero 2024, 01:23
La Malvarrosa vive estos días dos realidades paralelas. Por un lado, las máquinas avanzan en el derribo de la fuente y la estructura central de la plaza 7 de Octubre, en el espacio que quedó libre en la década de los 90 tras el derribo ... de un bloque de viviendas. Un tradicional punto de trapicheo de drogas. Y por otro lado, sigue en auge la venta de estupefacientes en las Casitas Rosa, una zona que no se atreven ni a pisar los vecinos de toda la vida del barrio.
Desde media mañana y hasta bien entrada la noche, el trasiego de personas drogodependientes es constante y los que venden, vigilan de cerca todos los movimientos desde puntos estratégicos para garantizar el éxito de la transacción.
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Mientras las piquetas de las máquinas rugen con el objetivo de modernizar el barrio y traer la esperanza, los visitantes que quieren su dosis esperan la señal para poder subir escaleras arriba y saciar su dependencia.
La situación de degradación a la que se ha llegado en la zona es tal, es fácil encontrarse a los drogadictos tirados por el suelo, sin fuerza ni para moverse, como dos jóvenes que este miércoles se refugiaban entre palmeras y ajenos al potente ruido de las máquinas que trabajan para abrir al tráfico la plaza y mejorar la iluminación, con el fin de que este punto ya no sirva de refugio.
Un vecino relata que igual «que hoy están tirados por el suelo junto a las Casitas Rosa, hay veces que los ves por las aceras tirados o encima de bancos».
Mientras las obras avanzan en este punto del barrio, varios efectivos de la Policía Nacional protegen a los trabajadores de las obras para evitar incidentes.
Además, a las 11.30 horas, justo en el momento en que se encuentran sentados en el suelo una decena de personas drogodependientes en la plaza, los agentes les solicitan que circulen y les piden identificaciones.
Un vecino del barrio, Miguel, explica que está bien la obra que han empezado en la plaza que hay en las Casitas Rosa, «pero esto tiene que ser el punto de partida, no lo único que se haga. Es preciso que tiren los dos bloques centrales y dejen sólo el que recae a la avenida Malvarrosa y el que da a la calle Gran Canarias».
Muy cerca, en la calle Río Tajo, a espaldas del antiguo hospital de San Juan de Dios, se nota que se ha actuado en la zona. Se han eliminado las malas hierbas, está el solar mucho más aseado, pero de inmediato acuden dos jóvenes, un hombre y una mujer, y se esconden entre unos árboles y un edificio. No hace falta preguntar, se sabe claramente lo que van a hacer, ante la impotencia de los presentes de no poder hacerles ver que la vida es otra cosa.
Justo en la parte recayente a la calle, abandonados en el suelo, hay botecitos de sueros y muchas fundas de jeringuillas.
Los vecinos describen que estas personas que van en busca de la droga son como zombies y que nunca se van muy lejos de donde compran sus dosis, incluso duermen por la zona.
De hecho, en la calle Río Tajo con la avenida de la Malvarrosa, en la parte trasera del colegio público Cavite, en los soportales de una finca, se pueden encontrar colchones, sacos de dormir, botellas, ropa y los olores a orín son insufribles. «Hace un tiempo ardieron colchones, el soportal se quedó negro. Lo limpiaron todo, pero ahora vuelve a estar lleno de enseres», describe Marisa, otra vecina del barrio.
Algunos residentes de la Malvarrosa reconocen que los últimos meses «hemos visto varias redadas policiales en varios puntos de las Casitas Rosa. Algunos de los que supuestamente venden, se los llevaron y no han vuelto. Veremos», comenta José.
Y es que en estos momentos el barrio vive su cara y su cruz. Se ha empezado a actuar con la reforma de la plaza, se ha retomado el diálogo del Ayuntamiento con los vecinos y ha salido el compromiso de trabajar juntos para crear un plan de trabajo que incluya temas de seguridad, urbanismo, educación, cultura y salud pública, pero los que viven del negocio de la droga siguen 'levantando la persiana'.
Como curiosidad, ayer mismo, los hierros y metales que se destriparon en el proceso de derribos de la plaza del 7 de Octubre, ya no están. Según fuentes consultadas, las personas que viven de la venta de chatarra se acercaron a pedir permiso para llevársela.
Y otro de los problemas que no cesa es el de los robos. En una farmacia de la zona lamentan que cada dos por tres les intentan robar productos, con más o menos éxito. «Suelen venir con el encargo ya que les mandan de robar determinadas cosas, como botes de leche infantil o cremas», describen. Incluso hay algunos que tienen hasta prohibida la entrada en supermercados de la zona porque ya son conocidos.
En las obras de construcción de edificios de la zona también se han producido intentos de robo, sin ir más lejos, uno el mismo martes. Por la noche y de madrugada entraron en dos ocasiones en una obra, causaron algunos destrozos, pero al parecer no se pudieron llevar nada.
Algunos residentes también describen que durante todo el año, «pero sobre todo en verano, hay gente que roba a los turistas maletas o bolsos en el paseo marítimo y luego se meten por el barrio o por las Casitas Rosa a abrirlo y ver qué encuentran».
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