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Les contaré un secreto: cuando un periodista va a hacer una crónica, tiene más o menos en mente lo que quiere contar. La realidad dispone, ... claro, pero tú tienes una idea. Luego, por supuesto, pasan cosas. Miren, en la madrugada de San Juan, es habitual ver un grupo de chavales que rodean a otro que está sentado en el banco que separa la playa del paseo marítimo y que, evidentemente, ha bebido ligerísimamente más de la cuenta. Nada, sólo cuatro o cinco copas de más. Es poco frecuente que el chico insista una y otra vez en que no va borracho mientras sus amigos se carcajean de la única forma en que pueden hacerlo los amigos de verdad. Pero lo que no pasa nunca es que uno de ellos, cubata en mano, camiseta atada a la cintura, tatuaje con dos orejas de Mickey Mouse en el brazo derecho, pare de reír un instante para, muy serio, gritarle a su amigo: «Hermano, ¿como que no vas borracho? Si te has puesto a ligar con una papelera». Ale, crónica hecha.
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En su defensa cabe resaltar que las papeleras del paseo marítimo, que esta madrugada estaban a reventar, son amarillas y que algunas bolsas son negras o marrones, y puestas encima, pueden parecer el pelo, y lo amarillo, un vestido de una chica bajita... ya, bueno, yo qué sé. Sé lo que piensan. El caso es que como esta, la madrugada de San Juan tiene miles de anécdotas. Como la de esa chica que mide apenas metro y medio pero que suelta un «¡Sergio!» con tanta fuerza y rabia femenina que te hace dar un respingo. Se pierde entre el gentío, con una diadema de luces de colores, en busca del tal Sergio, que seguro que había hecho algo tremendamente mal y que para el momento, a lo mejor, había pedido asilo en alguna embajada.
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No sabemos si Sergio fue atendido en Cruz Roja. Hasta la una y media de la madrugada, eran 62 los atendidos, con cuatro evacuados a hospitales por quemaduras y cortes. La fiesta ha atraído hasta las playas de la ciudad una cifra récord de más de 150.000 personas.
El puesto de mando de la explanada de los delfines parecía una especie de jardín con estatuas, solo que las estatuas eran chavales en distinto estado de embriaguez que hacían lo posible por mantenerse erguidos, despiertos o con el contenido de los estómagos... bueno, en los estómagos. En San Juan se bebe, sí. «¡Qué escándalo, he descubierto que aquí se juega!», como decían en Casablanca. Una de las citas favoritas, por cierto, del exconcejal de Seguridad Ciudadana, Aarón Cano.
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Pero en la madrugada de San Juan, que a las 3 de la mañana, hora de cierre de esta crónica, era más tranquila de lo esperado, también pasan otras cosas que no están relacionadas con el alcohol. Como que la gente se aglutine en el tramo frente a la explanada de los delfines y a una conocida discoteca y que otras zonas, como la más cercana a Alboraya o la situada frente al balneario Las Arenas, estén mucho más tranquilas. Es en estos enclaves donde se pudo ver anoche a una familia con tres niños durmiendo en el suelo, tapados con mantas y todo, mientras sus familiares bailaban 'Amigos para siempre'. Justo frente a la Policía Local, por cierto, un nutrido grupo de bailarines congregó espectadores alrededor mientras danzaban al ritmo de bachata.
Más hacia Alboraya, como decíamos, la cosa se tranquilizaba. Había hasta carritos de bebé metidos en la playa, sus padres tomándose un vino mientras dentro alguien vivía su primer San Juan. Subía la edad media en la playa de las mil canciones, con rumba, merengue, flamenco, 'techno', reguetón... Los más jóvenes buscaban el tramo frente a Akuarela. Se sucedían las llamadas por teléfono. «Tío, no sé dónde estáis» o «de verdad que me estoy volviendo loca, venid aquí, estoy donde los 'maderos'», exclamaban al teléfono los niños perdidos, preparados para vivir su particular viaje a Nunca Jamás.
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Antes de irme, busco de nuevo al grupo de los chicos que tenían un amigo perjudicado que había intentado pedirle al Instagram a un elemento de mobiliario urbano. No están, claro. En su lugar, hay dos chicas cogidas de la mano, que se paran en medio del paseo marítimo y se dan un beso. Luego, una de ellas arrastra a la otra hacia el jardín, hacia la oscuridad, hacia la noche, hacia el amor adolescente.
Parece que ligar es más fácil cuando sabes diferenciar a las personas de los depósitos de basuras.
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