
Las grietas de un barrio roto por las drogas y las reyertas
Un día en... Orriols ·
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Un día en... Orriols ·
En peligro. Una zona de Valencia que aún se reconoce como pueblo y presume de integradora, amenazada por los delitos que crecen con el foco de las casas ocupadasEn el barrio de Orriols se dan los buenos días. Al cruzarse con alguien de buena mañana es casi de obligado cumplimiento este saludo, se conozca o no al de enfrente. Es una norma no escrita de este barrio que aún guarda las esencias de cuando fue pueblo independiente de la ciudad.
El aspecto de sus calles es crudo y les acompaña un ambiente enrarecido que se puede palpar en las conversaciones entre vecinos. En el horno de la calle San Juan de la Peña, una clienta le pregunta a Teresa, la dueña. «Ahí vamos, hoy parece que la cosa está tranquila», le contesta Teresa mirando hacia la calle donde dos agentes de la Policía Nacional han interceptado a un hombre. «Si es que se les ve venir de lejos», apostilla Teresa. Ella comenta que como la gente no tiene trabajo, se dedica «al trapicheo» o a robar y que la delincuencia está mermando el vecindario, que cada vez se vacía más. Y razón no le falta, Orriols sufre un desempleo crónico. La tasa de desempleo en el barrio se mantiene desde el 2014 en torno al 40% y sigue siendo una de las zonas con mayor paro de la ciudad de Valencia, junto con Quatre Carreres, Poblats Maritims o Camins al Grau. El barrio también sufre desde la última década una pérdida de población constante.
Un poco más adelante, en la calle San Juan Bosco, está Casa Equiel, una pequeña tienda que regenta Juan Carlos. Vende hasta 34 variedades de alubias. Con casi 50 años, lo que empezó siendo un colmado cualquiera en un barrio cualquiera se ha convertido en una leyenda en toda la ciudad por resistir frente a los grandes y ofrecer todo tipo de legumbres. Estar tan especializado a veces le ha tenido en la cuerda floja, pero también le ha salvado de la extinción y con la venta de un producto humilde y sencillo se ha mantenido en pie incluso tras una pandemia.
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La tienda de Juan Carlos es el símil perfecto para el barrio de Orriols; un barrio obrero, que ha sido siempre de acogida para cualquiera y en el que conviven desde hace décadas inmigrantes nacionales e internacionales. La variedad de gentes puede parecer su punto débil pero sin embargo les ha hecho más fuertes.
«Hoy en día la vida aquí es un poco alterada, tenemos un problema grave con la ocupación de pisos, la venta de droga y los enfrentamientos que trae pero hay que dejar claro y yo mismo estoy constantemente explicando a los clientes, los vecinos que eso no hay que confundirlo con la inmigración, Orriols siempre ha sido un barrio de acogida de inmigrantes, en sus inicios eran los que llegaban de Andalucía, Extremadura, Cuenca, y hoy son de otros países pero no tiene que ver con la delincuencia, hay que dejarlo claro», comenta Juan Carlos.
El porcentaje de población inmigrante desde hace años se mantiene en torno al 30%. Su integración es completa y no existen guetos en el barrio, que presume de ser un lugar de acogida, donde han convivido siempre hasta las religiones, pero el de la inmigración es el blanco fácil cuando llegan los problemas. En Orriols por suerte, pese a la delgada línea, aún no ocurre.
Un grupo de jóvenes indios habla con la voz elevada frente a la frutería que tiene su familia desde hace más de diez años. Uno de ellos, el más joven, comenta cómo va tirando el negocio aunque la cosa va poco a poco tras la pandemia. En ese momento, otros dos agentes de la Policía Nacional pasan en moto. El joven los señala. «Cuando hay policía es porque algo hay y no es bueno», dice. «El problema es que desde hace unos años hay gente que ha llegado para hacer negocio, siempre hay peleas y da miedo ir por la calle de noche», comenta.
Unos niños pasan corriendo con las mochilas del colegio, disparados hacia una pared que les engulle, uno tras otro. Un gran agujero se ve, ya más de cerca, por el que pasar para llegar a la siguiente calle. El edificio que tapona la salida está abandonado y sólo se puede sortear por ese agujero, el de la vergüenza. Así lo llaman en el barrio, pero más bien es el de las promesas. En 2015, el Ayuntamiento prometió acabar con ese escollo.
Grietas como esta son las que dejan marca, que se ve incluso en el carácter de los vecinos. Son duros, o al menos así se muestran. Algunos comercios están forrados con pancartas que reparte la asociación. Se ha convocado una nueva manifestación esta semana. En un quiosco junto a una de las zonas conflictivas han quitado los carteles porque el matrimonio anciano que lleva el negocio dice que no sirve para nada. Ellos pasan muchas noches en el quiosco por miedo. «Nos golpean la puerta todas las noches, cuando vas a entrar en casa te paran por el rellano y te preguntan que si vives ahí, que si vives sola, es un infierno», dice la mujer .
Pero a pesar de todo, hay un sentimiento de orgullo que alimenta la lucha por cambiar las cosas. Esther es la dueña del 'Corte Inglés de Barona' y su marido el zapatero del barrio. Ella protesta por la mala fama de Orriols y dice que «delincuencia hay en todas partes», pero que el miedo ha hecho mella y por eso cree que es importante que los vecinos se muestren fuertes contra la droga. «Hay muchos pisos vacíos la mayoría de bancos que no se hacen cargo, ahí es donde empieza todo, son nidos de delincuencia», protesta. El barrio así podría regenerarse con alquiler social «para que la gente no se vaya». Serafín, al que le conocen hasta los gatos, ha entrado en la tienda en ese momento. A sus 72 años él también siente orgullo de barrio, dice que sólo le sacarán de allí «con traje de madera».
Durante el mes de octubre Policía Local y Nacional han inspeccionado 78 inmuebles presuntamente ocupados de forma ilegal y han identificado a 123 personas halladas en ellos, según fuentes policiales. Se han realizado cuatro controles de seguridad preventiva en la zona cero del barrio identificando a un centenar de personas, además de cuatro actas por infracción y una por incautación de drogas.
Durante el mismo periodo, seis controles en vía pública, con dos denuncias por incautación de drogas, siete diligencias a prevención, y en el caso de una de ellas por incautación de armas. Se ha identificado a 181 personas, se han realizado dos actuaciones de oficio y se han atendido 28 servicios. También se ha intervenido conjuntamente en la inspección de un edificio entero del barrio y se ha detenido a una persona por un presunto delito de tráfico de drogas tras una investigación sobre un domicilio. Además, desde la Policía se ha mantenido un contacto permanente con el movimiento vecinal del barrio, también con comerciantes. Policía Local ha atendido 540 servicios desde marzo en el barrio, 347 han sido actuaciones de oficio y se han realizado 2281 identificaciones durante esos servicios.
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Melchor Sáiz-Pardo y Álex Sánchez
Patricia Cabezuelo | Valencia
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