![Alquileres de pesadilla para estudiantes en Valencia: 1.500 euros por un piso y 400 por una habitación](https://s1.ppllstatics.com/lasprovincias/www/multimedia/2024/07/04/risis.jpg)
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Patricia Orduna
Valencia
Viernes, 5 de julio 2024
Encontrar piso es cada vez más complicado. Y caro. No se salvan ni los universitarios, que alquilan habitaciones. Al gasto que supone estudiar en un centro que está lejos de su casa y transportarse hasta él se suma ahora la práctica imposibilidad de encontrar ... un piso por menos de 4 cifras. Mil euros por una vivienda a compartir es uno de los precios más bajos que se encuentran en Valencia, a lo que se deben sumar los gastos de agua y luz, entre muchos otros.
Los meses de verano son el momento clave en el que los jóvenes invierten horas y horas buscando una habitación o piso a compartir para entrar en el mes de septiembre. La urgencia por encontrar un lugar donde vivir los próximos meses y el 'boom' de los pisos en Valencia hace que estudiar fuera se haya convertido en un pequeño privilegio.
Una moderna solución son grupos de WhatsApp y redes sociales donde publicar anuncios buscando u ofreciendo piso. Entre anuncios de fiestas, 'crushes' y destinos de Erasmus, un perfil de Instagram se ha convertido en el 'influencer' de referencia para muchos de los estudiantes valencianos. Tanto es así que creó un grupo de WhatsApp para facilitar la tarea a quien estuviese buscando piso y se llenó. Creó un segundo grupo y ocurrió lo mismo. Y así hasta en 5 ocasiones. Para el próximo curso, 5 grupos de 1.023 personas ya están completos, y el sexto está rozando el lleno: más de 6.000 estudiantes están buscando piso por esta vía.
«Busco habitación con presupuesto máximo de 260 euros», «tenemos una habitación libre por 300 más gastos», «buscamos compañero para una habitación por 450 más gastos (¡incluye wifi!)». Estos son algunos de los mensajes que se envían por este grupo. Miles de estudiantes que tienen una cuenta atrás de menos de dos meses para encontrar dónde vivir sin 'vender un riñón'.
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También son importantes factores como la ubicación, las conexiones con el transporte público y las facilidades que ofrezca el barrio. Los pisos en las zonas universitarias -como Benimaclet, Burjassot o Tarongers- son los más reclamados. Y los de mayor precio. Porque siendo estudiante, un piso lo puedes alquilar en cualquier parte de la ciudad, aunque no resulta tan cómodo. «Si quieres encontrar una habitación o piso más asequible te tienes que ir a barrios periféricos y alejados de la facultad», lamenta Oreto, estudiante que vive en uno de estos pisos de alquiler.
Actualmente, a la hora de arrendar una vivienda no solamente se tienen en cuenta las características del propio inmueble o cuestiones económicas, sino que cada vez más juegan un papel más importante determinados aspectos sociales como la personalidad de los inquilinos, la carrera que estudian e incluso temas ideológicos. La mayoría de los oferentes buscan gente con gustos y aficiones similares, y los anuncios en busca de piso parecen ya un currículum social. «Somos LGTBI 'friendly' y muy simpáticos», «nos gusta jugar a videojuegos y ver pelis» o «soy una chica limpia, trabajadora y simpática» son algunas cosas que destacan los estudiantes.
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Pero no es la única manera. A través de inmobiliarias y páginas web también se ofertan pisos, aunque «es complicado encontrar algo asequible», afirma Mar, que también acaba de conseguir el Santo Grial. Dice que cuesta encontrar «una habitación por menos de 300», aunque ella ha tenido algo de suerte y pagará al mes 260 más gastos el próximo curso.
Algo más complicado lo ha tenido Paula, que se ha tenido que ir del piso en el que estaba porque «la dueña lo ha vendido». Así que le ha tocado buscar nuevo hogar y con una complicación añadida: no tiene amigas en su misma situación, y «buscar una habitación sin conocer a nadie cuesta más». Lleva desde mayo buscando dónde vivir, preferiblemente en zona universitaria, donde asegura que el precio de una habitación «ronda los 400 euros». «Hay algunas por 250, pero claro, dejan mucho que desear», añade.
Sergio ha vivido una situación parecida. Su casero no ha vendido el piso, pero sí que ha aumentado el precio del alquiler en 500 euros: «Ha pasado de 1.100 a querer 1.600 el año que viene, y nos ha tocado irnos». Allí, donde convivían 4 personas, tendrían que haber empezado a pagar 400 euros mensuales por una habitación. Y no nos olvidemos de los gastos de luz, agua, comida...
La otra cara de la moneda es quienes ya tienen un piso alquilado y les sobran habitaciones que quieren arrendar. Es, por ejemplo, lo que les pasa a Oreto y Álex. Tienen un piso «muy barato para la zona en la que está», a dos minutos de Blasco Ibáñez y uno del metro de Amistat. Tras dos años con el precio congelado, la dueña ha subido 100 euros el alquiler hasta los 1.100: «Conforme están las cosas, mi piso podría costar ahora 1.400 euros perfectamente».
En su caso necesitaban dos nuevos inquilinos, y no ha sido complicado encontrarlos. «Pusimos el anuncio y recibimos más de 200 mensajes», cuenta Oreto. Tuvieron que hacer una criba, y tan solo 6 pudieron acudir a ver la vivienda. Allí, según Oreto, todos coincidían: «Está muy bien de precio para las características que tiene». Tras la visita, los 6 estudiantes estaban ansiosos por saber si se convertirían en inquilinos de ese piso: «Todo era gente que necesitaba una respuesta rápida porque no encontraban nada».
Al final lo que más resultado da es el boca a boca. «Mi amigo», «mi primo», «mi compañero»... son las principales vías para encontrar un alojamiento para el próximo curso. Es el caso de Carmen, a quien no le costó «prácticamente nada» encontrar piso: «Conocía a dos chicas que acababan la carrera y el dueño aceptó en cedernos el piso».
Alquilar un piso o habitación es caro, pero estar en una residencia lo es incluso más. Laura ha estado dos años en una residencia universitaria de Valencia donde pagaba 800 euros al mes, «el plan más barato». Explica cómo dependiendo de las características del alojamiento -si incluye comidas, habitación compartida, gastos- el precio varía. Tras dos años allí, ha decidido cambiarse a un piso: «Me salía mucho más barato aunque tenga que pagar los gastos aparte».
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