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El tramo del jardín del Turia que discurre junto a la Ciudad de las Ciencias está salpicado de esculturas realizadas por Antonio Marí y Lucas ... Karrvaz, que reflejan los valores del centro cultural y de ocio. El problema es que la degradación y el vandalismo han llegado a un nivel tan elevado que este mensaje se pierde sin remedio.
La concejala del grupo popular Julia Climent quiso recordar este domingo el mal estado de todas las esculturas, prácticamente sin excepción, un año después de que el gobierno municipal se comprometiera a revertir el deterioro del jardín de esculturas diseñado hace dos décadas.
«No sólo no ha mejorado, sino que languidece a marchas forzadas, víctima del vandalismo y del abandono municipal», dijo la edil. El Ayuntamiento acordó hace un año a propuesta del PP, que «desde el Servicio de Patrimonio Histórico y Artístico se investigue y averigüe qué servicio tiene adscritas las esculturas para que proceda a restaurarlas o bien pasen a estar adscritas al Servicio de Patrimonio Histórico y Artístico, que las incluirá en la contrata de mantenimiento, con su partida presupuestaria».
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Las esculturas fueron cedidas en su día por el agente urbanizador de la avenida de Francia, pasando a formar parte desde entonces del inventario de patrimonio municipal. A pesar de ser aceptadas por el Servicio de Jardines, «éstas no se encuentran adscritas actualmente a ningún servicio municipal, encargándose el Organismo Autónomo de Parques y Jardines de su limpieza», afirmó Climent.
«Tal y como sucede con los puentes históricos del viejo cauce, las esculturas no tienen quien las cuide en la actualidad, al no depender de ninguna concejalía y, sobre todo, carecer de aplicación presupuestaria y crédito suficiente para el mantenimiento periódico», apuntó.
De carácter figurativo y estética vanguardista, las esculturas de Marí y Karrvaz se caracterizan por el esquematismo de sus formas, confiriéndoles una gran ligereza. Realizadas en hierro, éstas se sitúan sobre pedestales de hormigón blanco, en consonancia con la Ciudad de las Artes y las Ciencias, llegando a alcanzar una altura máxima de catorce metros. Además de la escultura dedicada al dios romano de los mares, sobresalen por sus dimensiones 'Las inclemencias', con forma de cruz y coronada por un sol sonriente; y 'Azada', en homenaje a la actividad agrícola.
De igual modo, revisten una especial carga emotiva 'El llanto', en la que un labrador expresa abiertamente su dolor por la pérdida de sus cosechas; y Aliados, símbolo de la domesticación del animal a manos del ser humano. Les acompaña toda una amplia variedad de arbustos y árboles frutales, destacando la presencia de naranjos, limoneros, olivos, almendros, algarrobos y datileras, todos ellos característicos del paisaje mediterráneo.
Como denuncia Climent, desde hace años el vandalismo se ha adueñado de este espacio ofreciendo al visitante una imagen de «total abandono, con esculturas mutiladas, pintarrajeadas o utilizadas indebidamente como papelera».
Por ejemplo, las obras 'Escritura' y 'Pensadora', representadas por un libro y por una figura femenina en actitud reflexiva, respectivamente, están completamente cubiertas de grafitis, mientras que uno de los flamencos esculpidos por Antonio Marí carece de cabeza. En peor estado se encuentra 'Cantarera', seccionada a la altura de la cintura y usada como cenicero. Asimismo, algunos de los pedestales que sirven de base a los monumentos están fracturados, dejando a la vista los forjados, o llenos de óxido y, hasta tres de ellos, vacíos en estos momentos.
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