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ÁLEX SERRANO * alejandro.serrano@lasprovincias.es
VALENCIA.
Lunes, 17 de diciembre 2018, 00:00
Oculto a tiro de piedra de la Basílica y la Catedral, el museo de la Almoina es probablemente uno de los más sorprendentes para los visitantes, que desconocen que bajo una lámina de agua y una innovadora estructura exterior se esconden los restos más antiguos de Valencia. Pero también desconocen que bajo esa misma lámina descansan unas ruinas con humedades, que sufren filtraciones de agua, donde los audiovisuales fallan y las condiciones ambientales son tan malas que ha habido que guardar piezas y restos óseos por riesgo serio de deterioro.
«¿Y esta vitrina vacía?», pregunta incrédulo un visitante, en inglés. Su guía, que glosa las virtudes del decumanus romano al resto de turistas, sonríe beatíficamente: «A veces se guardan piezas para limpiarlas». No es eso lo que ha ocurrido en la Almoina, pero no hay nadie que lo explique. Los problemas de aislamiento del sótano han provocado un deterioro tal en el museo que el director del mismo, Albert Ribera, decidió hace casi dos semanas guardar abalorios, restos de piezas de metal y hasta esqueletos romanos y visigodos para que no sufrieran problemas de conservación.
Los desperfectos no son exageradamente visibles, pero se dejan ver. Una humedad por aquí, una tumba vacía por allá, pintadas en la parte exterior... ayer por la mañana, en uno de los rincones de la plaza había incluso restos de orines. El centro de la ciudad se convierte en zona de botellón los fines de semana y en la noche del sábado al domingo ni la plaza de la Almoina se libró. Los visitantes no se llevan buena impresión del museo. «Es decepcionante, no habíamos venido nunca y hemos querido venir a ver si lo que decía el periódico era verdad. Lo mejor que puedo decir es que la entrada sólo cuesta dos euros», dice Manuel, un vecino de la ciudad que visitó el museo junto a su esposa y su hijo. «Se nota que la parte de abajo está mucho más húmeda que la de arriba, y creo que me ha caído una gota no sé muy bien de dónde», lamenta Mari Carmen, que junto a su marido ha traído a sus dos nietas pequeñas, de 6 y 8 años. Ellas, eso sí, encantadas con la ciudad romana. «Es como ver una peli», dice la mayor de las dos.
«El estado es lamentable. No es sólo que todo sean ruinas, que eso es normal, es que las ruinas están en ruinas», lamenta por su parte Fernando, que asegura que únicamente el aburrimiento en uno de sus largos paseos desde Favara hasta el centro le ha traído al interior de la Almoina. «La escalera no me da mucha seguridad, parecía incluso que temblaba en algunos momentos», dice este vecino de Valencia.
El museo está pendiente de una reforma que ya ha encargado la concejalía de Cultura orillando al director Ribera, como ha denunciado él mismo en este periódico. Sobre el estado de la instalación hay informes que se remontan incluso a 2003 donde se advierte del mal estado del museo y, más recientemente, de la urgencia de retirar determinadas piezas si no se mejoraban las condiciones ambientales del sótano. La inacción de la concejala de Cultura, Glòria Tello, provocó que Ribera ordenara la retirada de las mismas.
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