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La Policía Nacional fue aplaudida en la pandemia y está entre las instituciones mejor valoradas. Pero su principal sede en Valencia sigue en estado deplorable. Hace una semana, en el día de la Policía, se escenificó el sexto anuncio de una remodelación de 30 millones. Pero ya van más de dos décadas sin pasar del dicho al hecho. Mientras, los policías se resignan a trabajar en unas instalaciones que no merecen y además están catalogadas como Bien de Relevancia Local (BRL) por su valor histórico patrimonial. Una construcción de 1921 que se despedaza con el paso de los años.
Basta un repaso de su interior para descubrir las vergüenzas de una infraestructura en la que, según el Sindicato Unificado de Policía (SUP), trabajan unos 800 profesionales. El 90% de los miembros del cuerpo uniformados. Y ni el secretario regional del SUP, Fermín Gimeno, ni su predecesor, Roberto Villena, han visto mejoras «más allá de algunas cubiertas nuevas para evitar inundaciones o el asfaltado de algunas calles interiores» del comlpejo policial más importante de Valencia.
Zapadores es hoy una estructura caótica donde lo poco nuevo convive con lo viejísimo. Todo rezuma provisionalidad y apaño de urgencia entre cables sueltos o edificios a medio pintar. Las dos generaciones de sindicalistas son testigos de «promesas incumplidas» desde 1996.
Empezamos por el espantoso exterior. Las redes que evitan la caída de cascotes desde la fachada principal a la calle ahí siguen. Pese a la malla, se ha colocado un precinto de seguridad que condena a los peatones a circular por una estrecha franja. Pero ahora, además, deben sortear el crecimiento descontrolado de vegetación de una amplia zona ajardinada que nadie cuida.
Ya en el interior, el sindicato denuncia que hay «una sola ducha para 180 mujeres policías» Y para los hombres, «tampoco vamos sobrados, pues hay sólo siete», lamenta Gimeno. Otro problema es que el vestuario femenino, que «carece de ventilación directa a través de ventanas o por sistema interna». Es como «un compartimento estanco».
La Comisaría de Centro es una unidad despedazada. Parte está en un local de la calle Maldonado y otro grupo de despachos, en Zapadores. Pero aquí, en un bajo antiguo donde antes estaba ubicado el bar del complejo policial. En su entrada se acumulan, entre otros enseres, una caja inmensa de tubos de neón en desuso.
El SUP se queja también del desguace, donde vehículos policiales viejos y otros intervenidos en servicios se acumulan «sin medidas medioambientales o de riesgos laborales», junto a un espacio donde aparcan los vehículos particulares de agentes. Aquí, además, lidian con un terreno muy pedregoso o importantes socavones.
Los policías ponen también el foco en un gran transformador que, a pesar de ser nuevo, «lleva siete años sin poderse utilizar porque las instalaciones eléctricas del complejo están obsoletas». En esta tesitura, «a veces saltan los fusibles y en invierno, cuando el consumo de energía es mayor, son frecuentes los apagones en algunas instalaciones».
Las lluvias también son un problema. Lamentan «repetidas inundaciones» en un sótano que alberga el archivo policial. «La razón es que las bombas de desagüe no funcionan, precisamente por la falta de activación del transformador». Pero hay más: «También se han producido filtraciones de agua a los calabozos procedentes de unas duchas que están en el piso superior. Se ha reparado en varias ocasiones, pero el problema reaparece».
Las deficiencias de climatización, aseguran, también complican la vida en Zapadores en zonas como el despacho de Informática, «con frío en invierno y el termómetro casi a 40 grados en verano». Las pocas fachadas pintadas en los edificios interiores no son resultado de la reforma gubernamental, «sino del trabajo de un policía que hace tareas de mantenimiento».
Así, entre apaños, aguarda Zapadores a la intervención que, de una vez por todas, dé a la Policía una sede en condiciones. De momento los cambios están sólo en los planos, en los presupuestos y en los discursos políticos.
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J. Arrieta | J. Benítez | G. de las Heras | J. Fernández, Josemi Benítez, Gonzalo de las Heras y Julia Fernández
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