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Pablo Alcaraz/Álex Serrano López
Valencia
Viernes, 5 de julio 2024, 00:08
Las plegarias ahogadas en el silencio de duermevelas eternos junto a una cama de la UCI del Hospital Clínico han surtido efecto sobre el aún magullado cuerpo del niño de 8 años atropellado en la Ronda Nord hace mes y medio. A la familia no le cabe duda de que los ángeles de la guarda han intercedido para mantener con vida al pequeño. Sin embargo, estos custodios son más terrenales que celestiales y, aunque también vistan de un blanco impoluto, lucen batas en lugar de alas. Las heridas causadas por el brutal arrollamiento han evolucionado de manera favorable hasta el punto de que el menor ya descansa en la planta de Pediatría del Clínico. La familia ha recobrado la esperanza de que acabe pronto el calvario y la normalidad regrese a sus vidas lo antes posible: «Es un milagro que esté vivo», susurra con emoción su hermano mayor.
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El tiempo empieza a cicatrizar las heridas físicas del siniestro, pero las secuelas emocionales persistirán grabadas a fuego en la memoria de toda la familia. Retumbarán para siempre con especial fuerza en la conciencia del hermano mayor de la víctima que fue testigo del atropello en primera persona. Actualmente, este trata de pasar página y seguir ganándose su pan a diario regentando un negocio en la ciudad, pero el simple hecho de rememorar lo sucedido le supone un duro esfuerzo. Con la mejoría clínica del pequeño carne de su carne y sangre de su sangre, el joven que lo acompañaba antes del fatal desenlace valora su salida de los cuidados intensivos y su paso a planta: «Sin el trabajo de los médicos, no estaría con vida», entona con solemnidad antes de rematar con un emotivo «se lo agradecemos todos los días...».
Se nota que la procesión va por dentro, pero sale a flor de piel cuando se le mencionan los hechos acontecidos en el cruce de la avenida Antonio Machado con el camino de Moncada durante el mediodía de aquel fatídico 19 de mayo. «El abandono de la UCI ha sido esperanzador para la familia», comenta el hermano. Escueta en palabras, la familia evita hacer cualquier pronunciamiento sobre el estado de la investigación. Véase como ejemplo la información recogida en el atestado policial y publicada en exclusiva por LAS PROVINCIAS sobre la velocidad a la que se produjo el atropello y otra serie de incidentes protagonizados por Ángel C., de 22 años de edad y que se encontraba al volante del vehículo, instantes antes y después del arrollamiento.
El atestado concluye en que el niño fue desplazado a 13 metros de distancia del sitio en el que se produjo la colisión del morro del coche con el cuerpo del menor. La rápida intervención de los sanitarios en el lugar de los hechos fue crucial para mantenerlo en vida. Asimismo, los efectivos médicos desplazados a la zona diagnosticaron que el pequeño sufría heridas graves en forma de dos traumatismos, craneoencefálico y torácico, contusiones pélvicas y fracturas en el fémur de ambas piernas.
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