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Vallas para cerrar la plaza de la Virgen en la calle Caballeros. IVÁN ARLANDIS

La fiesta de Halloween se celebra con nueve zonas de Valencia cerradas por el botellón

La Policía Local valla las plazas de la Virgen y el entorno de Blasco Ibáñez para evitar reuniones de gran afluencia en la calle

Álex Serrano

Valencia

Domingo, 31 de octubre 2021

Mike Myers, uno de los guardias del Juego del Calamar y una Frankenstein a la que Mary Shelley imaginó muy distinta discurren por la calle Navellos en dirección a la plaza de la Virgen de Valencia. Llevan una bolsa donde tintinean botellas de vidrio y en la que se adivinan otras de plástico. No es Wisconsin, pero ni falta que hace. Al llegar a la plaza de la Virgen, uno de ellos suelta un sorprendido «uy» al ver las vallas de la Policía Local. Dan media vuelta y se pierden hacia el río, quizá en dirección a un acceso al barrio del Carmen que no implique pasear las delatoras bolsas por delante de la decena de agentes que custodia el enclave. El botellón es como la energía: ni se crea ni se destruye, sólo se transforma. O se traslada.

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Tras un año de pandemia y toque de queda, brujas, vampiros y hombres lobo volvieron a salir anoche a la calle. Lo hicieron para celebrar Halloween, que de un tiempo a esta parte se ha convertido en una festividad totalmente arraigada en la ciudad, incluso con familias que sacan a sus hijos disfrazados al 'truco y trato' por el barrio, pero que trae aparejado un desagradable efecto secundario: el botellón. Claro que qué fiesta no conlleva esta práctica hoy en día. Ayer, la Policía Local había desplegado, al cierre de esta edición, un dispositivo especial de vigilancia que incluyó el vallado de las plazas donde más se da este fenómeno, como la de la Virgen.

«Parece que el problema se ha reducido bastante»

El concejal de Protección Ciudadana, Aarón Cano, llegó a la plaza de la Virgen en torno a las 23 horas parA supervisar el dispositivo, «el mismo que cualquier fin de semana». Además de la plaza de la Virgen, los trabajos de vigilancia incluían la fachada marítima o la Creu Coberta, entre otros enclaves. «Parece que el problema se ha reducido bastante, pero no nos vamos a flagelar por no conseguir algo que no ha conseguido nadie, que es erradicarlo», comentó el concejal, que añadió que habría sido mejor que hiciera menos calor. «No podemos evitar que la gente salga, y tampoco queremos, pero sí nos gustaría que lo hagan con proporcionalidad», dijo.

La noche, por tanto, prometía ser larga. Para los festeros, claro, pero también para los agentes. Y los vecinos. Con un calor impropio de octubre, muchos de ellos tenían las ventanas abiertas, como los del segundo piso del número 8 de la plaza de la Virgen. A la frenética actividad de las 20.30 o 21 horas, en una explanada abarrotada de diablos, monjes, ángeles o Blancanieves, la sustituyó lentamente el silencio conforme las terrazas se llenaban para las cenas.

Al cierre de esta edición, todo parecía tranquilo, aunque a los controles situados en entradas a la plaza como la situada en Escolania de la Mare de Déu dels Desamparats seguían acercándose todo tipo de seres de ultratumba que tenían que desviarse por Herba y adentrarse en la Seu sin saber cómo cruzar la plaza. Si lo intentaban y llevaban botellas, tenían que despedirse las en unos contenedores habilitados ex profeso. Únicamente dejaban pasar a los vecinos, muchos de ellos turistas, que ni siquiera sabían explicar a dónde querían ir.

El despliegue incluyó también vigilancia en otras zonas, como Honduras o el Cedro. O Benimaclet. Enclaves todos ellos en pie de guerra por el botellón que temían la noche de Halloween por motivos que nada tenían que ver con almas en pena, aunque muchos de ellos también oyen extraños ruidos por la noche desde sus casas. El centro estaba prácticamente tomado por gente disfrazada, prueba una vez más de que la tradición ha llegado para quedarse.

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Todo ello ocurrió en un fin de semana en el que el Consistorio puso en marcha un dispositivo especial de vigilancia. Casi 200 agentes se implicaron en vigilar las calles de los enclaves más conflictivos de la ciudad: Benimaclet, la zona universitaria, el Jardín del Turia... y también el centro de la ciudad. Rafa Mampel, presidente de la Asociación de Vecinos y Comerciantes de Ciutat Vella, explicó que a lo largo del fin de semana tuvieron problemas con el botellón, «como siempre». «Vallaron la plaza de la Virgen pero los alrededores se llenaron de gente. Calles como Juristas, Cocina, Correo Viejo, la plaza del Negrito... hubo mucho ruido en la noche del sábado», indicó el dirigente vecinal.

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