Las generaciones valencianas que ahora están en sus 20 han experimentado, en apenas dos décadas de vida, una serie de tragedias históricas que dejan huella: el accidente de metro, la pandemia de Covid, el incendio de Campanar y ahora la DANA. Sucesos que, de forma ... directa o indirecta, han afectado a la población en general, y también a los estudiantes y su vida académica. El Covid hizo, en 2021, que toda una generación de alumnos acabase su etapa en Bachillerato con clases online, sin poder despedirse de sus amigos, e igualmente empezar la universidad sin conocer prácticamente a sus nuevos compañeros. Ahora, a penas unos años después, la historia se repite a causa de la DANA. Los estudiantes de las universidades públicas valencianas han vuelto a las clases online durante unas semanas, aunque la mayoría de ellos ya tienen experiencia en esto.
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Es el caso de Andrea Moya. Tiene 22 años, y empieza y acaba su etapa universitaria entre clases online. Afortunadamente, ni el contexto ni el motivo es el mismo. Está cursando el último año de Estudios hispánicos en la Universitat de València. Recuerda cómo, cuando entró en la universidad no conocía a nadie: «Ir sola a un sitio y tener clases semipresenciales fue un fastidio porque no se podían establecer relaciones personales». La ventaja que tuvo Andrea es que, como no era docencia plenamente online, pudo conocer a las personas con las que iba a clase: «Quedábamos al acabar las clases y pudimos conocernos más».
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La historia se repite: «Por las mañanas tengo clases online y por las tardes tengo que estudiar, o sea que no salgo prácticamente de casa». Aunque el contexto sea completamente diferente, Andrea no puede evitar que se le venga a la mente el Covid y el año 2020: «Cuando nos dijeron que pasábamos a clases online pensé en la pandemia, pero por lo menos es un tiempo breve y no todo el curso». A pesar de ello, ve que esta situación tiene «más desventajas que ventajas»: «No puedes relacionarte tanto con las personas, el contenido de las clases se entiende mejor presencialmente que virtualmente, muchos profesores hacen más largas las clases si son desde casa y en los breves descansos que tienes solo puedes moverte a la cocina a por algo de comida, pero no puedes ir a la cafetería, como se hace en la facultad, y despejarte».
Otra estudiante que tiene vivencias similares es Clara Estellés. Tiene 22 años y, después de acabar el grado de Magisterio en Educación Primaria en la Universitat de València, está estudiando el grado en Interpretación en el Conservatorio Superior de Música de Valencia. Tuvo clase online y vuelve, ahora, a esa modalidad. Ella también empezó en la universidad con clases semipresenciales: «Iba a clase unos diez días al mes y solo conocía a la mitad de la gente. Al resto los vi en los periodos de exámenes y nada más». Para ella, las clases online también son «todo desventajas»: «Es como hablar con una máquina porque nadie enciende la cámara». Además, cree que esta situación le toca más de cerca, empatiza, como todos los valencianos, con lo ocurrido con la DANA y le cuesta concentrarse: «La presencialidad es mucho más efectiva y eficiente, pero igualmente cuesta mucho seguir con tu día a día cuando hay gente pasándolo mal».
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Quique Roger estudia el doble grado Derecho y Ciencias políticas en la Universidad CEU Cardenal Herrera, por lo que acaba la carrera este curso, con 22 años. En su caso también tuvo la suerte de tener un «sistema híbrido» que combinaba clases virtuales y presenciales desde el primer día: «Durante el primer cuatrimestre, cada semana una mitad de la clase podía ir y la otra se quedaba online, y alternativamente». Esto hizo que Quique no se sintiese solo ante una nueva universidad y unos nuevos compañeros: «Pude conocer a gente enseguida y formar un grupo de amigos. Quizá sin Covid hubiese sido distinto, o no, nunca se sabe».
Ahora, con el contexto de la DANA, su universidad ha vuelto a adoptar esta medida de docencia híbrida: «Todas las clases se graban, de manera aquellos que han decidido colaborar como voluntarios en las zonas afectadas pueden después seguir las clases y verlas». Una gran medida que combina estudios con el voluntariado que tanta falta hace en Valencia. A pesar de ello, Quique admite que «a largo plazo las desventajas de tener clases online son mayores que las ventajas» aunque también quiere destacar «la comodidad» de estudiar desde casa.
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Iván Valero tiene 22 años y es 'la excepción' en esta historia. Vivió segundo de Bachillerato con el Covid y empezó la carrera de Matemáticas en la Universitat de València entre mascarillas y gel hidroalcohólico. Ahora estudia el máster en Planificación y Gestión de Procesos Empresariales, también en la UV, y se ha visto sorprendido por las clases online, algo que hasta el momento prácticamente no le había ocurrido. Recuerda cómo, durante sus últimos meses en Bachillerato, «a penas» tuvo clases online, y tampoco en su inicio universitario: «Fui presencial desde el primer día porque no éramos gran cantidad de alumnos, pero con mascarillas y todas las medidas de protección». «De normal, empezar en un sitio nuevo y con gente nueva puede ser una situación de muchos nervios, o al menos para mí... y la situación hizo que hubiera muchos más nervios», destaca Iván.
Después de un par de meses estudiando el máster, le ha tocado acostumbrarse al entorno virtual: «Viendo lo poco que me gustan las clases online ahora, seguro que haber empezado así la carrera sería horrible», cuenta entre risas. Ya en tono serio, reconoce que «se hace muy pesado estar tantas horas frente al ordenador viendo a los profesores hablar», y lamenta que, por mucho que lo intente, acaba «desconectando». Cree que son «todo desventajas» respecto a las clases online: «Las odio, me parece que se aprende menos y entretienen también menos».
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