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Un espectáculo de cerámica Nolla. Un espectáculo de arquitectura de colores para dejar boquiabierto a cualquiera que lo visite. Metros y metros de zócalo y pavimento revestidos con las mundialmente conocidas y apreciadas teselas de la conocida firma valenciana.Una obra de arte, no lo duden. La superficie en vertical o en suelo de las preciadas piezas supera los dos mil metros cuadrados. Una joya del siglo XIX de estilo Neoclásico escondida en el que fuera Asilo de San Juan Bautista y ahora, desde este martes 11 de junio, va a ser sede de la Universidad Europea en Valencia. La esquina de Guillem de Castro, en la orilla del río tiene nuevo perfil.
El edificio regala un recorrido estético de primera magnitud. Y si hay un punto en el que la belleza se supera es en los claustros. Nadie de los que acompañan a LAS PROVINCIAS en su visita se atreve a afirmar de forma tajante que sea el único revestido -suelo y zócalo- de la cerámica que nació en Meliana. pero tampoco nadie niega que pueda ser así. En total los zócalos Nolla cubren aproximadamente 585 metros lineales con una altura de 1,5m. Son 877 metros cuadrados a los que se suman los 1.600 metros cuadrados de pavimento. Un buen mapa.
Los dos claustros, soportados por pilares de fundición y recorridos por barandillas de forja trabajada, no dejan lugar a dudas. Son de finales del siglo XIX, de aquellos tiempos en los que este material se abrió camino en la arquitectura en los días de la industrialización.
¿Por qué dos patios? «El de niños y el de niñas», lo explica Ana Boscá, arquitecta del estudio Ramón Esteve, firma que ha llevado a cabo la restauración del antiguo asilo. La pregunta me la podría haber ahorrado, basta levantar la mirada para descubrir que en lo alto de las cristaleras que abren cada patio porticado, un rótulo sobre vidrio indica el destino de uno y otro espacio. Y son los letreros originales. Claro, todo cuadra. Apunta la arquitecta que una de las indicaciones del proyecto era conservar al máximo, «nos hemos centrado en eliminar los elementos impropios». El interés por proteger lo confirma Sergio Calvo, director de comunicación y asuntos públicos de la UE, cuando señala que desde que se inició la búsqueda de espacios, la conservación de los elementos con respecto al original era una prioridad. Así, no sólo se obtiene un buen espacio para acoger aulas y servicios administrativos. También se recupera patrimonio artístico de la ciudad. En este caso, de Valencia.
La visita descubre que en algunos tramos -pocos- de zócalo de los claustros faltan las piezas. Esa ausencia responde a que no se encontraban en el edificio. Los vacíos se han pintado. No sólo los claustros, la mayor parte del suelo del edificio, con excepciones de piezas hidráulicas en damero negro y blanco -550 metros cuadrados- permite andar sobre el suelo Nolla que un día pisaron los niños huérfanos de aquel asilo y ahora soportará el paso de los alumnos de la Universidad Europea, tanto en la cafetería, el salón de actos, la sala de conferencias, como en las propias aulas donde las piezas patrimoniales comparten espacio con funcionales pupitres y pantallas de último grito. ¿Se imaginan un aula decorada con esta cerámica? Pues las hay y alguna «con piezas que tienen la peculiaridad de mostrar dibujos curvos».
Ana Boscá guía el paseo hacia la capilla desacralizada y convertida en sala de estudio. También allí, siguiendo la indicación base del proyecto, se ha respetado lo máximo. «Hemos recuperado los estucos y los frescos, aunque eso ha sido trabajo de la arqueóloga Paloma Berrocal», como también se ha hecho en otras estancias. En las hornacinas vacías ante la retirada de las imágenes religiosas «hemos colocado cristal de espejo». Y recuerda la arquitecta que también se ha recuperado toda la madera. Basta contemplar las puertas para confirmarlo. Tanto las de acceso desde la calle, como las de las distintas estancias. Y las ventanas, y las contraventanas con su cerrajería.
Ha sido un trabajo integral que ha llegado hasta lo más alto. «En la cúpula se ha cambiado la tejería azul y blanca, como también la de todo el edificio aprovechando las tejas que ya había y recolocándolas». Y dentro, en una de las salas, se ha dejado a la vista la cubierta de madera. La cita con el antiguo Asilo de San Juan Bautista permite también encuentros con la atractiva cerámica de Manises en los zócalos.
El paso por la emblemática esquina donde se levanta el edificio que a finales del siglo XIX se levantó con proyecto del arquitecto Sebastián Monleón, obliga a mirar en dos direcciones. Una, la que lleva la fachada del histórico edificio que se ha conservado conforme al original y otra a una construcción cubo de nueva planta y corte contemporáneo que también acogerá aulas. «El diseño se corresponde con una interpretación con criterios contemporáneos de la fachada tradicional sin ser una mimetización ni una copia», advierte Ana Boscá, quien también señala que la interpretación ha considerado desde la distancia de las ventanas y sus medidas con el cromatismo.
Los cicerones, tanto la arquitecta como los representantes de la Universidad Europea, no dejan de insistir en que en puntos donde han sido necesaria nueva tabiquería, instalaciones o utilización de materiales de hoy, ni siquiera se han taladrado las paredes. Se han colocado de manera que no haya sido necesario. Incluso hay tarimas desmontables como la de los escalones de acceso por la calle Blanquerías.
El autor del edificio también legó a Valencia la plaza de toros, los Jardines de Monforte y la reforma del claustro del hoy Instituto Luis Vives, entre otros referentes de la capital. La arquitecta concreta que la nueva sede de la UE «es muestra de una arquitectura de un academicismo neoclásico muy marcado. Se estructura alrededor de dos patios ajardinados y porticados con pilares de fundición, uno para niños y otro para niñas, situados a ambos lados del eje central donde se encuentra la capilla de cruz griega».
El Asilo nació entre 1868 y 1874 como una Institución asistencial fundada por Juan Bautista Romero Almenar, acaudalado banquero y comerciante de la seda valenciana. Su destino fue acoger a niños huérfanos o abandonados, función que cumplió hasta el año 2002. Hoy martes cambia de uso conservando al máximo el espíritu de la construcción original. Tiene muchos atractivos, pero sin duda triunfa la cerámica Nolla, y en particular sus claustros. Lo dicho, un espectáculo.
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Melchor Sáiz-Pardo y Álex Sánchez
Patricia Cabezuelo | Valencia
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