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«Pro Restauración del campanario de la Real Parroquia de El Salvador y Santa Mónica. Para que toque. Pro Campanario. Donativo 10 euros». Así reza el cartel que se expone en el tablón de anuncios del atrio del popular templo del barrio de Sagunto. El pasado febrero enmudecieron las campanas y la razón no es otra que la necesidad de obras para corregir las grietas que el tiempo y con él las humedades han impreso en la torre que en 1915 levantó el arquitecto Javier Goerlich.
Cuentan quienes acudieron a la última procesión del Cristo de la Fe -de profundo arraigo en la ciudad- que cada martes siguiente al domingo de Pentecostés sale desde la iglesia de Santa Mónica, que tanto al principio como al final de la celebración, echaron de menos el volteo general de campanas. Una procesión sin campanas parece una procesión incompleta, algo que no sólo sucede en los pueblos, también, como advierte el relato del acontecimiento, en Valencia. La iglesia del Salvador y Santa Mónica se ha quedado sin voz. El barrio y con él la ciudad tienen suspendido el sonido de los bronces.
Fuentes consultadas por este periódico apuntan que «las humedades» han hecho mella en la construcción hasta generar las fisuras desencadenantes del mutismo. «Probablemente desde que se hiciera, se habrá pintado en dos ocasiones, pero nunca se ha impermeabilizado», destacan. Basta contemplar la fachada de la iglesia para descubrir alguna fisura y al mirar los contrafuertes se observan desconchados derivados de humedades.
En la parroquia, de lo que da fe el cartel, se han puesto en marcha para conseguir que el tañido de Santa Mónica, iglesia declarada Bien de Relevancia Local, regrese a la capital del Turia. «Se ha hecho un estudio de la situación de unas grietas en lo alto del campanario», que no son de gran magnitud, pero que «por seguridad, para que el daño no haga daño», según apuntan fuentes cercanas a la parroquia, llevaron a decidir que los bronces no sonaran.
Los feligreses están movilizados con una campaña para recaudar fondos. «El proceso está en marcha en distintos frentes: económico, técnico -a través de un estudio de arquitectura-, y también para contactar con empresas que puedan realizar la obra». No sólo la torre necesita intervención, también las campanas se tendrán que reparar, la antigüedad añade peso a los bronces y qué duda cabe de que el tiempo pasa factura.
El campanario de la Real Parroquia de El Salvador y Santa Mónica lo levantó el arquitecto Javier Goerlich en 1915. Hasta entonces la iglesia de la orilla del Turia disponía de espadaña, pero no de torre. Desde la Fundación Goerlich facilita documentación en la que consta la solicitud por parte del arquitecto a la Sección de Ensanche del Ayuntamiento de Valencia de «licencia para construir una torre campanario en la iglesia de Santa Mónica».
El documento relata que la obra responde a un «encargo del cura párroco de la misma, Don Salvador Escrihuela». Conforme a la solicitud de licencia la obra se iba a ejecutar «en el ángulo que forma la calle de Sagunto con la plaza de Santa Mónica». Esa es la localización exacta, donde desde hace ya más de cien años se asienta el campanario que ahora ha enmudecido.
El arquitecto que construyó la Valencia moderna puso en esta zona de la ciudad que entonces empezaba a levantarse como espacio urbano un referente más en la ciudad «de los cien campanarios», como la llamó Víctor Hugo, cita que el pasado verano recordó la alcaldesa de la ciudad, María osé Catalá, y LAS PROVINCIAS relató el pasado verano.
La torre del popular barrio de Sagunto, además, encierra una profunda raíz emocional con su autor, Javier Goerlich Lleó. «La familia Lleó tenía una finca huerto en esa zona donde él pasaba temporadas y de la que tenía muchos recuerdos, como también de la parroquia. Además, se casó en esa iglesia», explican desde la fundación que vela por el legado del diseñador de la Valencia del siglo XX y que se muestra «a disposición de la parroquia» en el proceso para recuperar la voz de las campanas.
Una larga historia colectiva, la que atesora el tañido de las campanas, acompaña a la torre desde la que se quieren volver a escuchar las voces de la tiple pequeña Francesc (1941); la tiple grande, Agustín Mauricio (1941); la tiple de portal (1941), María; la Mónica nueva (2011); la mediana el Cristo de La Fe (1888) y la grande, El Salvador (1940), según los datos que facilita el experto campanero Francesc Llop.
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Melchor Sáiz-Pardo y Álex Sánchez
Patricia Cabezuelo | Valencia
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