Imagen del derribo del viejo Hospital La Fe en Campanar. Josele Bort

Las historias que construyeron la vieja Fe

El hospital de Campanar, ligado a la vida de los valencianos desde 1969, vive sus últimas horas repleto de relatos de humanidad

Laura Garcés

Valencia

Martes, 25 de febrero 2025, 00:42

La vieja Fe, en Campanar, ese gran edificio de ladrillo visto de color vainilla, se está derribando desde mediados de enero. Poco a poco desaparecerá de la vista de los valencianos ... una construcción que entre 1968 y 1969 abrió las puertas del Pabellón Central. Luego vinieron el resto, como el Pabellón Infantil. Pronto se convirtió en referente de la medicina. Sus quirófanos, salas de espera y habitaciones están repletas de humanidad, de relatos de hombres y mujeres que unas veces con final feliz y otras no, han escrito la historia de los valencianos. La vieja Fe, que fue cerrando sus puertas a partir de la inauguración del hospital de Malilla en 2010, ahora se despide para siempre con miles de vivencias entre las que se encuentran las que hoy les acerca LAS PROVINCIAS.

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Blai Signes El tratamiento de una leucemia le llevó a estudiar Medicina cuando ya era ingeniero informático

«Fue donde descubrí mi vocación de hematólogo»

Blai Signes Ganó la batalla a la leucemia tras recibir un trasplante de médula y se hizo médico. «En La Fe descubrí que mi vocación era la Medicina», apunta este hombre que cuando le detectaron una leucemia había terminado sus estudios de ingeniería informática. Las continuadas estancias en el hospital y las «244 transfusiones de sangre que recibí» le pusieron en contacto con una disciplina a la que quiso dedicarse y así también se hizo médico. Hoy es hematólogo en el Hospital Público de Navarra, en Pamplona.

La suya es una gran historia de superación, el relato de alguien que con 23 años se tuvo que enfrentar a la lucha contra la enfermedad de la que le salvó un trasplante «de médula a partir de un cordón umbilical legado de California». Pero, además, es la historia de un joven que ante su experiencia se decidió a enarbolar con fuerza la bandera de la donación. Repetía incansablemente, y lo hace, que sin donantes no hay trasplantes. Y se empleó a fondo en el ciclismo de competición para trasplantados, como otra manera de reivindicar la donación. En Pamplona sigue con su batalla, la que aprendió en La Fe de Campanar.

Gloria Lloret El padre de una niña nacida tres meses antes de término relata cómo se salvó su hija

«Un milagro que hicieron los médicos y Dios»

Gloria Lloret estaba previsto que naciera en febrero de 1997, sin embargo llegó antes. Lo cierto es que mucho antes. Se presentó en la vida en noviembre de 1996. Fue una niña prematura que desde el Hospital Lluís Alcanyís de Xàtiva remitieron a la unidad de neonatos de La Fe de Campanar, un servicio de referencia en la sanidad española. «Pesaba 900 gramos», recuerda su padre, Tomás Lloret. Sólo un hilo la sujetaba a la vida. Y ese hilo, bien tejido por los profesionales de la casa de Campanar, llevó a que después de completar la gestación en una incubadora bajo los cuidados más exquisitos pudiera superar entre otras dificultades «una inmadurez pulmonar que llevó a que se le implantara respiración artificial. Pasó por todo tipo de especialistas, también de oftalmología».

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Aquella pequeña, que este año cumplirá los 29, claro, no guarda en su memoria, aquellos días, pero sí todas las visitas que acompañada de su madre, María José Madrid, realizó años después para el seguimiento de su evolución. Lo recuerda con agradecimiento, como también lo hace su padre, quien habla de los profesionales que les atendieron como «insuperables».

Tal es su convencimiento que asegura que conseguir que Gloria superara tantas dificultades como tenía «fue un milagro de los médicos y de Dios». Una experiencia dura con un seguimiento de éxito del que la familia extrajo también buenas amistades.

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Ambrosio Carmona El padre de Óscar relata cómo conoció al cantante cuando fue a visitar a su hijo

«Allí entablé amistad con el artista Manolo García»

Ambrosio Carmona es desde siempre un gran seguidor del cantante Manolo García. En el concierto que el artista dio en Valencia en enero, allí estaba junto a su familia: su pareja, su exmujer -Isabel- y su nieto. Pero no sólo es seguidor, les une «la amistad». Y fue en la vieja Fe donde se forjó. En el hospital estaba ingresado su hijo, Òscar, a quien la medicina no pudo salvar de los tumores cerebrales que padecía, conforme al relato de Ambrosio.

«Óscar murió en 2011 con 15 años, era un deportista nato al que seguía el Valencia CF» y, además, había heredado de su padre la pasión por la música de Manolo García. Había pasado los primeros años de enfermedad en el centro de Campanar. Cuando la Fundación Pequeño Deseo le preguntó quién le gustaría que le visitara en el hospital apostó por el cantante». Cuando le llamaron estaba de gira, pero a su regreso avisó de que quería venir a ver a Óscar». Y lo hizo. «El día que vino, Óscar estaba enfadado y no hablaba, pero al verle, le salió una gran sonrisa». Óscar no pudo superar los tumores, pero había dejado la semilla de una amistad. «Tenemos contacto y cuando viene nos avisa. La primera vez, había dado un concierto en el Palacio de Congresos y luego nos invitó a cenar con su hermana, su representante».

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Paola, en primer plano, junto a su familia el día que llegó a casa tras la intervención. Toni Losas

Paola La madre de la primera niña prematura operada de corazón en España cuenta la vivencia

«Era muy difícil salvarla y va a cumplir 18 años»

El prestigio de La Fe, que inició su andadura en el barrio de Campanar, está más que probado. Ha sido pionero en muchas cosas, y entre ellas en intervenciones de gran dificultad. Y así es como el relato de este centro sanitario en 2008 anotó en su haber la primera intervención de España de corazón en una niña prematura, Paola. La pequeña, que como explicó el cirujano, el doctor Caffarena, «Tenía el corazón del tamaño de una castaña» era gemela de otra pequeña que estaba sana. Paola nació con un defecto congénito que llevaba a que las arterias del corazón no se hubieran creado en el lugar que les correspondía. La operaron y le salvaron la vida.

«La única secuela que le quedó fue un defecto auditivo, pero está operada de implante cloquear», apunta la madre de Paola, lo que le permite oír. Sigue su formación en «un centro especial. Anda y corre con normalidad», apunta la madre, Victoria Molina, quien recuerda que necesitó una operación de cadera de la que salió bien. «En noviembre cumplirá 18 años, como Verónica, su gemela. Hace una vida normal».

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La familia viajó durante mucho tiempo y de manera constante desde Burriana, donde residen, a La Fe de Campanar, y después también a la de Malilla. Tanto iban y venían que Paola, «cuando todavía iba en la sillita del coche ya se sabía el trayecto y decía por aquí, por aquí», relata Victoria.

El principio «fue traumático. No nos daban esperanzas. Había muy pocas posibilidades. Era muy pequeña; no llegaba a un kilo de peso». Aun así, el doctor Caffarena, a quien Victoria califica de «eminencia» y su equipo, lo dieron todo por la pequeña Paola, tanto que casi podría decirse que le dieron la vida.

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Julián París Uno de los primeros trasplantados hepáticos no lvida el día que salió del centro sanitario

«Nos trataban como si fuéramos sus hijos»

Julián París tiene 58 años. Cuando sólo contaba con 25, en el año 1991, se sometió a un trasplante de hígado que le enchufó a la vida cuando los médicos le habían anunciado que «me quedaban seis meses». El programa de trasplantes hepáticos, liderado por el doctor Mir, en La Fe comenzó en 1991 y ese mismo año Julián pasó por el quirófano. El centro sanitario desde siempre ha sido referente en la actividad de trasplantes. Julián es un pionero en Valencia que ahora, cuando recuerda las largas estancias en La Fe afirma que «los médicos y todo el personal nos trataban como si fuéramos sus hijos. El doctor José Mir es mi segundo padre».

La distancia con la que ahora puede contemplar ese pasado, no le impide señalar «el cariño hacia ese edificio». Allí pasó muchas horas. Seguro que no pocas angustiosas, pero fueron la puerta de la dicha. No olvida el día que llegó para someterse al trasplante, y guarda entre sus mejores vivencias cuando tras la intervención y muchas jornadas de ingreso, abandonó La Fe para ir a casa: «Ese día no lo olvidaré nunca».

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Las palabras de Julián rezuman agradecimiento por haber encontrado una salida al túnel en el que se encontraba cuando era padre de un niño de año y medio. Ha vivido con «normalidad, aunque tuve que cambiar de trabajo». Fue padre de nuevo, de una niña, y pudo volver a trabajar. El trasplante no sólo le permitió seguir adelante, aportó un nuevo valor a su existencia: la solidaridad. «Entonces no había móvil, ni internet», pero los enfermos y los trasplantados necesitaban estar informados y mantener contacto. Qué mejor que impulsar una asociación». La presidió durante años y hoy colabora en todas las actividades.

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