Lola Soriano Pons
Valencia
Miércoles, 25 de octubre 2023, 20:13
El cierre esta misma semana del centenario horno de San Nicolás, del que ya se tenían noticias en el siglo XVIII, al no poder llevar a cabo las reformas que le exige la Administración tras realizar una inspección sanitaria es sólo la punta del ... iceberg de lo que se avecina.
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Desde el gremio de panaderos y pasteleros de Valencia aseguran que las exigencias que están recibiendo tras la visita de las inspecciones son tan duras, que muchos panaderos o pasteleros no van a tener más remedio que bajas las persianas de los establecimientos artesano.
En el caso del horno de San Nicolás, la administración requería al propietario reformas en la instalación de fontanería y también separar físicamente los espacios de elaboración de productos de pastelería y de panadería, una inversión que el dueño del local, a sus setenta años, no puede afrontar.
Pero no es el único caso, en septiembre cerró otro horno de la zona de Campanar «porque tenía dos hornos. Uno estaba apagado porque se le acababa de estropear y el panadero dijo a la inspectora que estaba empleado sólo el otro porque les quedaba un año para jubilarse el matrimonio. Le exigían que desmontara ese horno, la chimenea y pintarlo todo y al final, se ha visto obligado a cerrar», explica Juanjo Rausell, presidente del gremio. Y añade que entran tan al detalle «que hay casos que hasta ponen 'peros' a un tubo de aire porque dicen que es de difícil acceso para limpiar, cuando se limpia con escobas telescópicas».
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Rausell explica que siempre han habido inspecciones, «pero se llevaban desde el Ayuntamiento de Valencia y no eran tan duras. Desde hace dos años las ha asumido Salud Pública, de la Conselleria de Sanidad, y las inspecciones son brutales». De hecho, los panaderos explican que temen más las inspecciones de Sanidad que la de Hacienda.
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De hecho, Rausell afirma que se han reunido con la dirección general de Salud Pública para que conozcan las preocupaciones del sector y han pedido que se revisen las exigencias. Incluso alerta de que si el tema sigue como hasta ahora, «uno de cada cuatro hornos cerrará de aquí a tres años». Es decir, de los poco más de 200 hornos de la ciudad, podrían desaparecer medio centenar.
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Además, explica que la normativa que se está aplicando es de carácter europeo, «y el modelo europeo no tiene nada que ver con los hornos artesanos valencianos. En países como Alemania o Bélgica el modelo es más tipo fábrica, aquí es un negocio generalmente familiar, en pequeños locales, en pequeños barrios y no es tan viable hacer algunas reformas que solicitan. Habría que adaptar la normativa europea a la realidad de los hornos artesanos de aquí».
Del mismo modo, añaden que de cada «producto que creamos artesanalmente tenemos que hacer una ficha técnica, con trazabilidad incluida, y si está creado con diez ingredientes, tienes que hacer una ficha para cada uno de ellos. Al final haces hasta códigos QR. El otro día hablé con un pastelero de Francia y se llevaba la mano a la cabeza al ver todo el papeleo que teníamos que hacer. Al final qué habrá que hacer, vender croissants congelados que te dé un proveedor ya con trazabilidad», se pregunta.
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Por eso, incluso detallan que les gustaría saber «qué exigencias están pidiendo los inspectores a otros sectores de alimentación con muchos más locales en la ciudad para hacer una comparativa».
Esta situación, unida al aumento de precios de las materias primas, como el azúcar que les ha subido un 100% o la garrafa de aceite de cinco litros un 45%; el coste que hubo de la energía y la falta de relevo generacional hace que muchos hornos estén en peligro de extinción.
Además, Rausell añade que tampoco «encontramos gente formada para hacer más contrataciones, a pesar de que la hostelería nos demanda cada vez más pan artesanos para sus almuerzos».
Y añade que no es sólo un problema de Valencia ciudad, «hay pueblos como Viver o Jérica donde había tres hornos y sólo queda uno en cada pueblo. Otro caso llamativo es el de Gátova. En esta localidad se ha jubilado la hornera y ha tenido que cerrar. »El alcalde hizo un llamamiento en redes sociales y están encontrando gente interesada, a ver si hay suerte, porque si desparecen las pastelerías de los pueblos, al final se pierden los dulces típicos que se hacen en esas zonas para determinadas fiestas«.
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