Cacerolas contra la ruina ante el Palau

El retumbar de una monumental cacerola atravesaba las paredes del Palau de la Generalitat y llegaba a oídos del presidente, Ximo Puig. Al menos eso es lo que esperaban los cientos de hosteleros que protagonizaron ayer una sonada protesta a puertas del edificio del siglo XV, blanco de las iras de un sector que está al borde del colapso. Así lo explicó el portavoz de la Coordinadora Empresarial del Ocio y la Hostelería de la Comunitat Valenciana, Jesús Ortega: «No podemos seguir así. Siempre somos los que más sacrificios tenemos que asumir».

El sector lamentó el cierre de la hostelería al 100%, teniendo en cuenta que todos los demás servicios no esenciales «están funcionando hasta las 18 horas». Los hosteleros, convocados por la Coordinadora de Hostelería de los Barrios de Valencia, recorrieron la ciudad desde sus barrios hasta la plaza de Manises. Las movilizaciones se sucedieron en distintas ciudades, como Alicante o Castellón. El sector quiere mostrar su indignación e impotencia ante la restricción de su actividad sin ir acompañada de un plan de ayudas concreto, y ya definido, al que poder acogerse para afrontar las pérdidas que supone mantener las persianas bajadas cada día que pasa.

De hecho, desde la coordinadora reclamaron el borrador del decreto de los fondos de resistencia para evitar los problemas de tramitación y aplicación de criterios, y que no terminen siendo ayudas sobre papel mojado. Además, los afectados solicitan que lleguen con la mayor brevedad y agilidad a todas las empresas afectadas del sector.

Cabe recordar que muchos de los asistentes ayer a la marcha acabaron el miércoles a última hora de vaciar las neveras y regalar o tirar a la basura miles de euros en género fresco. El enfado, por tanto, era palpable. «Ya está bien de agravios comparativos y de culpabilizar a la hostelería y al ocio, poniéndolos en el centro de la diana cuando se habla del origen de los contagios sin ninguna evidencia científica probada», dijo Ortega.

El sector siente que los hosteleros son los más afectados porque el cierre llega sin apoyo económico, unas ayudas, explicaron, que han de atender «las necesidades de las miles de pymes que difícilmente pueden seguir manteniéndose en pie, sin ingresos y con unos elevados y asfixiantes gastos fijos mensuales». Ante esta situación, Ortega, como portavoz del sector del cap i casal, reclamó «justicia social y económica». «Pedimos que se nos compense, pero no a golpe de titulares por parte del Consell con un plan de ayudas confuso, el llamado Plan Resiste, del que solo conocemos la intención de aprobarse, pero ni cuándo ni cómo ni en qué cantidad llegará a las autónomos y trabajadores de nuestro sector», indicó. Por eso, Ortega insistió: las subvenciones tienen que llegar ya. Además, recordó que las pymes del ocio y la hostelería suponen el 7% del PIB en la Comunitat Valenciana y generan una riqueza de cerca de 12.000 millones de euros, de los que 4.0000 millones van a parar a las arcas públicas en ingresos.

Y es que el cierre de la hostelería no afecta sólo a los bares y restaurantes, como explicaban ayer los participantes en la protesta. Uno de ellos llevaba una pancarta en la que se leía: «Distribuidores, panaderías, verdulerías… Hostelería somos todos». Lo cierto es que una conversación con cualquier hostelero estos días recuerda que las grandes superficies «ya se quedaron con mucho género en marzo. Ahora pasará lo mismo». El mensaje final que quisieron transmitir los organizadores es que las persianas que se han bajado «no sabemos ni cómo ni cuándo podremos volver a subirlas». La pelota está en el tejado del Consell, que ha puesto en marcha un plan de ayudas al que fía todo el futuro de uno de los sectores más importantes de la Comunitat.