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PACO MORENO
VALENCIA.
Sábado, 6 de abril 2019, 00:26
«Algunos vecinos ya hemos tenido que pintar parte de las fachadas de nuevo desde que lo denunciamos la última vez, a principios de marzo». María, residente en el barrio del Carmen, es una de las afectadas por la proliferación de grafitis en el centro histórico, una «moda» que se ha consolidado al parecer para siempre.
La concejala del grupo popular Maria Àngels Ramón-Llin preguntó en el último pleno municipal por las actuaciones de limpieza que se han realizado este año y su comparación con el ejercicio anterior. La respuesta ha sido «decepcionante» para la edila, al comentar que durante 2018, las brigadas realizaron un total de 650 intervenciones en el barrio del Carmen, con un total de 2.836 metros cuadrados de fachadas y muros limpiados de pintadas.
«En lo que va de año se ha llegado a las 65 actuaciones», lo que consideró claramente insuficiente. La delegación de Medio Ambiente apunta en su contestación que «durante tres meses, de febrero a abril, hubo un refuerzo de este servicio».
«En la limpieza de los grafitis, como en toda la limpieza urbana, se demuestra la ineficacia e ineficiencia que sufrimos todos los ciudadanos. Con un importante incremento presupuestario, se reduce la actuación de limpieza. Hay un déficit tremendo en la capacidad de gestionar por parte del tripartito y Valencia no está en condiciones por culpa de este gobierno».
La media de lo que va de año supone que el ritmo de limpieza es la mitad que el pasado ejercicio. Además, las modas van en contra de las brigadas, dado que ahora se utilizan rotuladores o incluso ceras similares a las empleadas en los colegios. En cifras, en 2018 se llegó a 1,78 intervenciones diarias, mientras que ahora alcanzan las 0,9 al día.
María asegura por su parte que la solución ya «no es sólo repintar, porque entonces irían a ritmo frenético en la contrata, sino plantearse seriamente un programa pedagógico para respetar las casas de vecinas y vecinos». Los residentes han denunciado varias veces que de poco sirve llamar a la patrulla de la Policía Local porque los grafiteros vuelven después y terminan los murales.
«Seguimos igual y se van añadiendo firmas y pintadas», dijo esta persona, residente de una de las zonas más castigadas de Ciutat Vella, el entorno de la muralla musulmana. La reurbanización integral de todas las calles no ha servido de nada y las pintadas aparecen incluso en las fachadas de edificios que están a medio rehabilitar.
Para Jorge, otro de los residentes de la zona, la «frecuencia y el empeño de la contrata ha ido decreciendo desde que se comenzó a tapar tags», en referencia a una de las modalidades de los grafiteros. «Por otro lado, no cabe duda que con la primavera han aumentado el número de firmas en los distintos formatos habituales. Lo que más extraña es que no parece que esto haya dado lugar a un reforzamiento de los equipos de mantenimiento».
Esta persona, al igual que muchos otros, se ha acostumbrado a repintar la fachada de su edificio para intentar evitar el efecto llamada que producen las pintadas en otros grafiteros. No sólo las paredes de las fincas, sino también los muros de los solares cercanos, en un desigual combate contra un fenómeno que parece imparable a día de hoy
«Otro aspecto a destacar es el efecto llamada; la falta de una buena estrategia de afrontamiento está haciendo que vayan apareciendo firmas nuevas y nuevos firmantes territoriales», consideró. La entrada en acción de bandas de grafiteros, las llamadas crew, ha terminado por estropear el barrio.
Estos grupos tienen una firma común y se dedican a marcar territorio. Los que más producen son los que se cuelan en las cocheras de los trenes y se dedican a pintar en vagones, lo que cada año supone una factura de miles de euros para las empresas. «Se hace patente la permisividad hacia los muralistas, que siguen campando a sus anchas y tomándose en algunas ocasiones varios días para terminar sus obras», comenta otro de los vecinos.
Este residente añade que además de «ir contra la normativa antivandalismo, va contra el catálogo de colores de Ciutat Vella, de obligado cumplimiento para vecinos y comerciantes. No sabemos la razón, pero las brigadas siguen respetando algunos murales, que pese a no ser legales son mantenidos por los operarios en cierta forma».
La concejala del grupo popular también preguntó por las multas impuestas por la Policía Local a los grafiteros. El pasado año fueron un total de once sanciones, mientras que este ejercicio se habían alcanzado la media docena hasta el 21 de marzo. En la contestación no se indica la cuantía de las sanciones, aunque la edil insistió en que es «insuficiente a la vista del nulo resultado que ha tenido en el barrio».
En la interpelación del pasado pleno, otra de las cuestiones planteadas por la oposición fue las «medidas que se han puesto en marcha por parte del gobierno municipal para evitar el incremento de las pintadas», que se queda sin respuesta. La única contestación se refiere a las actuaciones de limpieza, que han ido en descenso.
«Es increíble que no se haya tomado ninguna decisión de relevancia sobre este problema, que afecta a buena parte del centro histórico», comentó otro de los vecinos, para recordar que ha llegado a monumentos y espacios singulares, como la fachada de la iglesia del Carmen, estatuas o puertas de madera que han colocado comunidades de propietarios «hartas de tener que gasta tanto en la limpieza de sus edificios, como si fuera algo normal».
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