Está preparada Valencia para el récord de turistas que se producirá este año? ¿Hay que regular mucho más el sector de hoteles y apartamentos en ... algunos barrios en beneficio de los vecinos? ¿Hay zonas donde el turismo es perjudicial? Son preguntas que forman parte de las luces y sombras de un sector cada vez más importante para la ciudad.
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El primer vistazo hay que echarlo en las playas, que se convierten cada verano en un barrio más, también con sus necesidades. Para el presidente de la asociación de restaurantes del paseo marítimo de la Malvarrosa, José Miralles, hay numerosos puntos a mejorar.
El primero es dejar en evidencia que tras seis años de trámites no han podido iniciarse las obras de los nuevos restaurantes. «Un año más sin los restaurantes remodelados que tristemente seguimos esperando por unas cosas u otras la luz verde», en referencia a todas las licencias y permisos que necesitan. «Los turistas no pueden disfrutar de unas infraestructuras dignas de esta playa», señala.
En su opinión, cambiar la «piel de los locales haría mucho bien para mejorar la imagen. Es una pena que las infraestructuras sean las mismas que hace casi 30 años». Los hosteleros presentaron el diseño de los locales para acabar entre otras cosas con los problemas de autorización de las terrazas. Además, los inmuebles serán sostenibles gracias a placas solares en la planta superior.
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En cuanto a la limpieza del paseo marítimo, indica que la parte de la arena «está bien», aunque no ocurre lo mismo con la zona peatonal. «El paseo carece de mucho, incluida la jardinería, aunque lo que más llama la atención son los contenedores. No puede ser que sean viejos, desgastados, y que no sea una recogida de basura pulcra, cuando los depósitos tienen muchos usos», indica. «Nos hace falta más seguridad y los gorrillas siguen todos los días. Espero que en 2024 de una vez por todas podamos tener los restaurantes que se merece Valencia».
En el centro histórico, el presidente de la asociación de vecinos de Ciutat Vella, Rafael Mampel, considera que Valencia está «preparada para acoger tanto turismo aunque tiene deficiencias, sobre todo de organización gubernamental».
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El dirigente vecinal señaló que no puede ser que no se pongan normas «más estrictas sobre la circulación en bicicleta o patinete, que van por todos los sitios. Es algo que se debería regular más».
Consideró que el transporte público debería mejorar mejor para conectar con la Ciudad de las Ciencias, el Bioparc y las playas con más líneas o frecuencia de paso. Por la noche, dijo, hay que poner más vigilancia policial y no «con coches dando vueltas, sino patrullas a pie, por la zona del Carmen sobre todo, que han habido robos y demás».
La asociación de vecinos lanzó una propuesta al anterior gobierno municipal que cayó en saco roto. «En las plazas emblemáticas como la del Ayuntamiento, la de la Reina o la de la Virgen, por citar las principales, hay que poner algún tipo de vigilancia para que los usuarios de patinetes y bicicletas vayan andando». Mampel recuerda que así sucede en lugares como Roma.
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«Son voluntarios o condenados a trabajos sociales. Sólo llevan un chaleco para poder ser identificados y un silbato. Avisan a los usuarios de bicis y patinetes que por la concentración de viandantes deben ir andando», señala. Esto se completa, indica por último, con unas placas en los accesos de las plazas donde se informa de la prohibición de ir circulando por estos lugares.
Otra voz autorizada para analizar el estado de las infraestructuras de la ciudad es la de Vanessa Chirivella, vicepresidenta de la Asociación de Guías Oficiales y responsable de la entidad en Valencia. «Nos encontramos en un momento en el que el turismo vuelve a la ciudad, eso es muy importante para todos», comenta.
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«Sabemos que es probable que se supere el récord aunque desde la asociación abogamos siempre por una convivencia con los vecinos y por la profesionalidad de los guías». Sobre esto último, precisa que un problema grave es el «intrusismo laboral, que no respetan la ley ni el reglamento marcado para las visitas guiadas, por ejemplo».
«Queremos que el Ayuntamiento se implique con nosotros para luchar contra el intrusismo, tener un turismo sostenible con el que la ciudad sea respetada y se respete también al vecino».
A su juicio, el turismo «nos da una visión nueva, una idea de la ciudad. En cierto modo somos los embajadores de la ciudad porque a través de los ojos de los guías acreditados se puede conocer el patrimonio, la historia, la manera de vivir de una ciudad, y a la vez convivir con los habitantes sin entorpecer su vida».
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Chirivella comenta que el problema es que los guías no oficiales «se ponen a contar historias de la ciudad que no tienen que ver, sin acreditación, les cuentan cuentos, no la verdad». Por esta razón, dice que hay que luchar para «acabar con el intrusismo».
De ahí que la Policía «debería estar más implicada con nosotros, que los intrusos no se hagan los reyes de la ciudad trabajando de manera poco ética. Es importante la turismofilia, que la gente entienda que el beneficio va a llegar, intentando no molestar, siguiendo las normas».
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Lluís Mira, portavoz de la asociación Amics del Carme, indica que en Valencia «se ha practicado, desde hace varias décadas, un turismo colonizador sostenido en el tiempo. Desde las instituciones de promoción turística nos hablan de turismo responsable, turismo sostenible… pero atraer e incrementar visitantes que usan la ciudad y no la viven ni la respetan, ni es responsable, ni es sostenible».
«Poco se habla de las consecuencias de la mala gestión de nuestro turismo. Hay un comercial ilegal de viviendas como apartamentos turísticos. También el aumento de alquileres en zonas turísticamente saturadas y el cambio de comercio de proximidad por comercio para visitantes».
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Mira denuncia que se producen «desahucios de vecinos por compras de edificios enteros para abrir hoteles. Por no hablar de la saturación de vías públicas con la llegada de cruceros o el marketing constante de medios de comunicación blanqueando los perjuicios del turismo».
Por último, afirma que en los barrios monumentales se produce una despersonalización del espacio público, el comercio de proximidad, desaparición de servicios públicos o falta de dotaciones de barrio. «Para construir hoteles se permite la destrucción del patrimonio cultural catalogado con informes ad hoc que vulneran la propia normativa urbanística: se permite destruir partes protegidas de monumentos», denunció por último.
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