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Mar Guadalajara
Viernes, 5 de noviembre 2021, 09:41
Ni la ironía ni la imaginación les ha servido para que les tomen en serio. Pero lo cierto es que la realidad supera muchas veces a la ficción y las peripecias que tienen que hacer los vendedores del Mercado Central para descargar la mercancía supera a las de cualquier guionista. La suya es una serie tragicómica que lleva ya muchas temporadas por culpa de las obras, pero el humor está dando paso ya al cabreo y el hartazgo.
Juan es el encargado de ir a Mercavalencia a por la fruta y la verdura que después venderán en la parada de Encarna en el Mercado Central. Confiesa estar cansado de las obras, pero sobre todo de los palos que les ponen sobre las ruedas. «No hay derecho, en lugar de poner facilidades aún complican todo, y mira, aquí lo podéis ver, la calle Calabazas ya es impracticable ahora como salgo», dice pitando al compañero de al lado que impide su salida.
Su trabajo se complica y reconoce que es «un infierno» diario. «O llegas tarde o llegas mal, porque te tienes que estar peleando con compañeros que tampoco tienen la culpa o te cabreas por el tráfico, lo último es que ya no podemos ni acceder ni dar la vuelta, para llegar a donde tenemos que aparcar, es un desastre», comenta Juan. Y no hay más que subirse a su camión para comprobarlo. Después de dejar la mercancía en la parada, debe dar la vuelta por Guillem de Castro y entrar por las Torres de Quart cruzando un tramo en contra dirección y otro por zona peatonal hasta llegar al solar habilitado para el parking de los vendedores, en la calle de la Carda.
El cambio de sentido de tráfico de la calle Calabazas, ahora en sentido desde la avenida del Oeste hasta la calle San Vicente Mártir ha sido el remate final para incomunicar a los vendedores del Mercado Central. Ahí están las dos únicas puertas aptas para la descarga en la calle de las camionetas que no entran en el aparcamiento subterráneo por problemas en el gálibo. Los 300 puestos de venta se abastecen de medio millar de proveedores, con lo que la vía se convierte en una ratonera antes de las nueve de la mañana.
Pero el Ayuntamiento lejos de sentarse con ellos a buscar una solución cambió ayer mismo las señales de la vía, lo que obligó a modificar los itinerarios de la carga y descarga, tanto para los proveedores externos como para los propios vendedores.
Los vendedores y la gerente del Mercado Central reclaman anticipar la apertura de parte de la plaza de Ciudad de Brujas, prácticamente terminada, para facilitar el acceso a uno de los sótanos y también para disponer de otra zona de carga y descarga que permita aliviar el tapón que a diario se forma en Calabazas.
Pero el Ayuntamiento sigue haciendo oídos sordos. De hecho, este viernes a las siete de la mañana el propio concejal de Protección Ciudadana, Aarón Cano, estaba convocado por los vendedores para mostrarle el problema insitu pero el responsable no se ha presentado a la cita alegando motivos personales.
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