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La Lonja, 25 años como patrimonio de la Humanidad

La Lonja, 25 años como patrimonio de la Humanidad

Lanzamiento. El espaldarazo de la declaración de la Unesco hizo que Valencia comenzara una nueva fase de transformación. La obra maestra nació para el comercio, pero fue enseguida centro de la vida de la ciudad

Domingo, 5 de diciembre 2021, 00:14

Hoy se cumplen 25 años de la declaración, por la Unesco, de la inclusión de la Lonja de la Seda en el catálogo de bienes Patrimonio Cultural de la Humanidad. Parece un momento adecuado para volver la vista atrás y repasar algunos hitos de la historia del monumento, ligado a la vida y los cambios de la ciudad; y también para recordar que esta declaración de diciembre de 1996 señaló el inicio, tras las importantes reformas de los años ochenta, de una segunda etapa de transformación de la ciudad, durante el mandato de Rita Barberá Nolla.

El documento acreditativo de la inscripción, firmado por el español Federico Mayor Zaragoza, se conserva desde el día en que fue recibido en un lugar destacado de la Alcaldía. Textualmente dice: «La inscripción en esta lista confirma el valor excepcional y universal de un sitio cultural y natural que debe ser protegido para el beneficio de la humanidad». Es, como se ve, un espaldarazo internacional que, al mismo tiempo, trasladó una tremenda responsabilidad: la de conservar el monumento galardonado en unas condiciones que permitan trasmitirlo a las generaciones futuras. Subrayar el valor de la Lonja, como hizo Federico Mayor Zaragoza, comprometía a mejorar Ciutat Vella.

El siglo XV, el tiempo clásico del mayor esplendor de la ciudad, llevó a los dirigentes de la ciudad a fundar una gran casa para comprar y vender, un edificio de calidad donde se ejerciera (como dice la inscripción de su Salón Columnario) el justo comercio que no falta a la palabra. Promovida por el Consell de la Ciutat, la Lonja de los Mercaderes, que vino a sustituir a la anterior Llotja de l'Oli, se ubicó en el punto comercial por excelencia, el Mercado, frente a la iglesia de los Santos Juanes. Templo y mercado se transformarían con el paso del tiempo, mientras la casa del comercio, construida por Pere Compte en un bellísimo gótico, permanecía inalterable como referente de la historia de la ciudad. La Lonja, que nació porque la ciudad comerciaba y tenía un puerto en crecimiento. Llamada genéricamente de los Mercaderes, fue bautizada más tarde como «de la Seda», porque ese fue el comercio sustancial de la ciudad durante los siglos XVI al XVIII. Concebida como una bolsa similar a las europeas tiene un trazado arquitectónico similar a la que se dio a sus hermanas del Mediterráneo. El Salón Columnario, la pieza principal como sala de contratación que ha sido. Destacan muy especialmente las ocho columnas torsas, concebidas mediante segmentos de fuste que van girando sobre su eje y se abren como palmeras en las nervaduras del techo: otras 16 pilastras helicoidales reciben el peso en los muros de cierre, festoneado por una leyenda en latín que da consejo a los comerciantes.

La declaración de 1996 marcó el inicio, tras las reformas de los años ochenta, de una segunda etapa de mejoras

El lujo de la ciudad

Considerada como el lujo artístico e histórico de la ciudad, la Lonja ha sido mostrada como ejemplo a monarcas de todas las épocas que han viajado a Valencia. Gárgolas y capiteles, rejas, azulejos y una fascinante escalera de caracol sin apoyo central, impresionan al visitante, que se queda prendado del salón columnario. Se cita la solemne visita de Felipe II y el baile con que se celebraron allí las fiestas de casamiento de Felipe III. Pero, sin perder su condición de casa de contratación, la Lonja ha estado ligada a todo cuanto pasaba en la plaza del Mercado, que es decir en la misma ciudad: desde corridas de toros a ejecuciones, desde solemnes procesiones a fiestas, la Lonja ha sido lugar de concentración popular y foro de noticias. Frente a ella se leían los bandos y proclamas y junto a ella se sublevó contra Napoleón el famoso Palleter.

Como edificio de la ciudad, la Lonja se ha prestado a numerosas reformas y adaptaciones. Durante las epidemias de cólera fue hospital y durante las guerras y revoluciones cantonales, lugar de pertrechos militares y sitio de acampada. En la última noche de 1899 se rindió en el salón de columnas un gran homenaje a doña Emilia Pardo Bazán y en 1936 albergó a las Cortes de la República para un par de solemnes sesiones. En 1933, cuando los restos mortales de Blasco Ibáñez regresaron a Valencia, su féretro fue saludado en la Lonja por miles de personas.

Bailes de gala y exposiciones de todo tipo, actos políticos durante la guerra y homenajes durante la dictadura de Franco... Conciertos, solemnidades falleras, películas de época, exposiciones memorables... La vida entera de Valencia ha pasado bajo su techo, aunque en los últimos años un lógico instinto de conservación ha restringido su uso apenas a la entrega anual de los Premios Jaime I, con la consiguiente recepción real. Cuando el rey entra en la Lonja se hace sonar la campana ubicada en la sala desde hace siglos; es un uso antiguo, el homenaje de una ciudad orgullosa de su historia.

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