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Caramelos poblando decenas de estantes, rebosando en cajas transparentes, amontonándose en las estanterías, bajo el mostrador, en el almacén e incluso en paneles que dan ... a la calle a modo de escaparate y que llaman la atención de todo aquel que pasa y se pregunta si serán o no de verdad.
Y lo cierto es que sí lo son. En su época fueron en realidad tacos de madera, pero hoy por hoy resulta mucho más barato utilizar caramelos reales. Pictolines, violetas, naranjas y limones, pikotas de cereza… Caramelos de guirlache y de tofe, de chocolate y de frutos secos. Y también golosinas: ladrillos de pica-pica, sandías y melones, gummies y un infinito etcétera de posibilidades al alcance de 1,40 euros los 100 gramos.
No hay mejor forma de describir este lugar que tanto ha llegado a calar en nuestra memoria colectiva que a través de sus caramelos y golosinas. Sus actuales dueñas no saben a ciencia cierta el año en que se fundó esta empresa caramelera, pero apuntan al principio de la década de los 50, hace más de 70 años.
María Jesús Pérez y Susa García (madre e hija), son las actuales regentes del negocio. A sus 62 años, María Jesús ha vivido casi toda su vida rodeada de golosinas. Su difunto marido, Vicente García, es el hijo de quien en su día fundara La Casa de los caramelos en la ciudad de Valencia. Sin embargo, en un principio no fue una tienda de chuches, sino una frutería ubicada en la Calle Muro de Santa Ana, frente al cauce del Turia. El fundador del negocio y abuelo de la actual dueña, tuvo la idea de vender caramelos de menta los días en que jugaba el Levante. Los forofos del fútbol, que pasaban por delante de la frutería de camino al partido, compraban aquellas bolsitas de caramelos sin que el humilde señor que las vendía se imaginara que aquella pequeña idea de negocio sería el germen de algo muchísimo más grande.
Con el tiempo, el negocio se fue expandiendo. Aquella tienda de Muro de Santa Ana llegó a copar casi todas las plantas bajas de su manzana. A lo largo de su historia se han abierto un total de cinco tiendas. Probablemente, las que más recuerden los lectores serán las dos ubicadas en la Calle Xàtiva, una frente a la Estación del Norte y otra junto al Paseo de Ruzafa. Lo más curioso de esas dos tiendas es que, pese a su cercanía, tenían una clientela totalmente diferente. En aquella época, los pueblos eran más ricos que ahora. Con los años, factores como el éxodo rural de los 60 o la gentrificación han ocasionado que la riqueza se concentre más en las urbes, pero durante aquellos años era distinto. Mari Carmen cuenta que la tienda situada frente a la Estación del Norte tenía muchísima clientela de pueblo que venía a Valencia para organizar bodas o eventos. «Todos seguían la misma ruta: llegaban a la estación y de allí iban a almorzar al bar Duero. Luego venían a comprar caramelos para bodas o celebraciones. Se notaba mucho porque los que venían del bar olían mucho a ajoaceite (ríe). Compraban lo que fuese y se iban a la calle de las novias (la actual Avenida del Oeste)».
Por su parte, la otra tienda, a poco más de 200 metros de distancia, atesoraba una clientela muy diferente: en su mayoría, burguesía valenciana que en aquella época vivía por la zona y que, en general, gastaba bastante menos que la clientela de fuera. Esta tendencia cambió hace mucho. Ahora, la clientela ya no es necesariamente gente con dinero.
Cualquiera recordará la mítica bolsita de plástico en forma de cono. Todavía se vende en la mayoría de tiendas de caramelos. Pues bien, Mari Carmen asegura que esos conos de chuches que ahora están por todo el planeta, fueron un invento de su marido: «Si los hubiera patentado… A mi marido le encantaba hacer combinados de golosinas en bolsitas. Tuvo la idea de hacerlo con bolsas en forma de cono y, como en aquella época no existían, se las pedimos a una vecina que era fabricante de bolsas. Desde entonces, hemos visto como su idea daba la vuelta al mundo».
La Casa de los Caramelos es de los pocos lugares que no han subido los precios. Los 100 gramos de chuches cuestan lo mismo desde hace ya una década. No ha ocurrido lo mismo con las fábricas del sector. Según cuenta Susa, las distintas crisis unidas a los efectos de la globalización sobre la oferta y la demanda, han ocasionado que bastantes fábricas hayan tenido que cerrar y que otras ya no puedan producir tanto debido a los altos costes o la escasez. Ejemplo de ello fueron las Navidades pasadas cuando, como recuerda, las fábricas no tenían caramelo «del barato» para las cabalgatas. «Nos llamaban de toda España para ver si a nosotros nos quedaba. Muchos fabricantes eran incapaces de sacar margen al caramelo, y ni siquiera pudieron producirlo. Entre la pandemia y la crisis actual, muchas fábricas se han quedado machacadas».
Setenta años dan para mucho, y La Casa de los Caramelos ha sobrevivido a crisis desde aquellos tiempos en que las recesiones económicas eran fenómenos eventuales y no males cronificados. Mari Carmen y Susa cuentan que no ha habido crisis más grande para ellas que la del coronavirus. «La gente no se gastaba nada porque no salía de casa. Fue una crisis a todos los niveles», lamenta Susa, que además cuenta una de las consecuencias más graves de todo aquello. Una consecuencia que sigue afectando a muchos ancianos: «Muchas personas mayores ya no salen de casa, se han quedado con el miedo. Es muy triste. Incluso hemos notado que la clientela bajaba desde entonces porque buena parte de ella son ancianos que ya no salen». Para paliar los efectos de este hecho, Mari Carmen y Susa implementaron un servicio de entrega a domicilio que a día de hoy sigue funcionando bastante bien.
Preguntadas por las grandes tendencias del caramelo a lo largo de su historia, ambas tienen clara la respuesta. Por un lado, desde hace ya mucho tiempo se compra cada vez más caramelo sin azúcar. «En la tienda ya tenemos los mismos caramelos sin azúcar o incluso más que con azúcar». Por otro lado, Susa cuenta que, en origen, el caramelo estaba dedicado a fines más curativos como el alivio de la garganta. No obstante, poco a poco «fue asociándose con los gustos de la gente» y, por ende, con otras modas: «Cuando se empezó a hablar de los beneficios del jengibre o el propóleo todo el mundo los buscaba en forma de caramelo». Por último, hay tendencias imbatibles como los caramelos de chocolate, nata, frutos secos o tofe que, sencillamente, gustan a la mayoría.
Todos recordamos alguna vieja historia en la que un abuelo o abuela visitara La Casa de los Caramelos siendo joven. Se trata de un negocio que forma parte del ADN valenciano, y esto, Mari Carmen y Susa lo saben de sobra. Dicen que les emociona y les gratifica enormemente escuchar esas historias, y que vender caramelos, en el fondo, es igual que vender recuerdos.
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