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Una mujer lee en plena calle Cañete, en el barrio del Carmen. Txema Rodríguez
La luz que desprende Valencia

La luz que desprende Valencia

Indomable, arrolladora, exagerada… Se necesita acudir a palabras muy contundentes para describir la luz que irradia Valencia. Ha alumbrado grandes obras de arte y sigue dotando de energía e inspiración a otras vocaciones y oficios que viven pendientes del cielo. Reunimos a artistas y a creadores para dar respuesta a una pregunta tan material como espiritual: ¿qué tiene de diferente esta luz?

Viernes, 10 de marzo 2023, 00:54

Sería una boutade preguntarse si el sol refulgía sobre el mar de Valencia antes de que Sorolla lo pintase. Existía, obviamente, pero sus cuadros nos enseñaron a mirarlo, a recorrer sus sombras mediterráneas y a apreciar sus destellos. «Para mí, Sorolla es como un hermano mayor», reconoce el diseñador Javier Mariscal. «Al ver sus cuadros sientes algo muy familiar, como si su pintura te corroborara algo que tú también has vivido».

Fueron las pinceladas del maestro las que bautizaron una luminosidad que a día de hoy sigue alimentando el arte valenciano, pero también su huerta, sus festividades e incluso sus edificios. Hay vocaciones que tienen en esta claridad avasalladora la materia prima para desarrollar su oficio. Son, se podría decir, artesanos de la luz: dialogan con ella, la amansan, la moldean y cuando esta se rebela, se rinden ante su majestuosidad. Aquí se enfrentan al reto de ponerle adjetivos a un fenómeno aún no del todo resuelto por la ciencia.

Para Mariscal, que lleva años pintando rincones de la Comunidad, su excepcionalidad se debe al exceso. «La luz de Valencia es desmesurada. Pocas veces el cielo está tapado, se te presenta limpio e infinito». Sabe incluso asignarle a estas estampas un color: el azul ducados. Esta tonalidad aparecía en muchos de los dibujos reunidos en su exposición 'La luz de Valencia', de 2019, donde el gris del asfalto y el verde de los árboles convivían con una vitalidad que para el artista también tiene que ver con la fidelidad del sol. «Se transforma en energía, sin duda».

Ilustración de Javier Mariscal reunida en la exposición 'La luz de Valencia'. Javier Mariscal

Coincide con él el pintor y poeta José Saborit, cuya obra está vertebrada por la luz. «Puede que los climas menos amables lleven a la introspección, pero haber nacido en Valencia imprime un carácter fogoso. Tendemos a vivir hacia fuera». Sus cuadros, despojados de personajes y anécdotas, permiten que la luz sea la auténtica protagonista y que se perciba con nitidez en horizontes y cielos. «Suelo recrear momentos en los que la luz no es tan imperativa. Y mejor la de septiembre que la de agosto, así puedo transmitir un estado anímico más sereno y apacible».

Saborit se fija en todas las luces que nos rodean y sabe diferenciar sus efectos. Para él, los dispositivos con forma de pantalla (móviles, ordenadores y tabletas) se conjuran para impedirnos mirar directamente al mundo y para crear una especie de ruido que nos desconecta del tiempo.

La luz y sus variaciones articulan toda la obra del pintor y poeta valenciano José Saborit, interesado en mostrar cómo nada es inmóvil y de qué forma el sol modifica los paisajes y nuestros estados de ánimo

«Me refiero a la pérdida de armonía con el cosmos y con los cuerpos celestes», cuenta. «Esa progresiva insensibilidad a los cambios de luz, en especial el día y la noche, las estaciones… Antes vivíamos más acompasados con los ciclos de la vida. Se podría decir que la luz es como el aire que respiran nuestros ojos».

El deseo de claridad que persigue con la pintura también se deja notar en su poesía, donde esquiva cualquier tentación de penumbra o hermetismo. «Aunque el pensamiento es lo único igual de rápido que la luz, no hay palabras que puedan atraparla. De hecho uno de mis poemas, 'Ver el verde', acaba con esta idea: 'Olvidar las palabras / y dejar que los ojos / respiren en el verde».

La pintura de José Saborit nos acerca a la inmensidad y los colores del horizonte. José Saborit

Quizá el lenguaje no pueda hacerlo, ¿pero hay forma alguna de capturar, en sentido literal, la luz? El físico y profesor valenciano Adolfo Esteban, de la Universitat de València, explica que sí: «Un detector excelente es nuestro ojo, que percibe estas ondas electromagnéticas aunque otras como las ondas de radio o de microondas no entren en nuestro espectro visible». Si bien hablar de Valencia es pensar en una luz blanca, amarillenta o cálida, Esteban se apresura a aclarar que en realidad está formada por varios colores como evidencia el arcoíris. «Nuestro cielo azul tan característico se debe a la dispersión de la luz solar en las partículas de la atmósfera», explica. Junto al contenido atmosférico, las coordenadas geográficas, al estar emplazados al nivel del mar, también favorecen el clima y la presencia desmedida del sol.

Alguien que trata de apresar el misterio de estas ondas invisibles es el fotoperiodista Txema Rodríguez, que lleva más de una década retratando Valencia. Después de todo este tiempo ha llegado a una conclusión: «En la relación con la luz uno siempre sale perdiendo». Le gusta perseguir con su cámara al cuello los primeros rayos que se cuelan por las calles del Carmen. Pero en esta búsqueda sabe que a medida que avance la jornada, terminará perdiendo la partida. «Cuando tomas una foto en el exterior tienes que decidir si afrontas la luz o huyes de ella».

El fotoperiodista Txema Rodríguez retrata la Albufera de Valencia. Txema Rodríguez

Paradójicamente, es en Valencia donde el también editor gráfico de LAS PROVINCIAS ha tenido que utilizar el flash de día porque es la única forma de compensar esas variaciones tan fuertes de luz. Incluso en interiores más preparados, como puede ser un estudio, Rodríguez piensa que el control es una mera ilusión. «La fotografía es algo que simplemente ocurre y tú puedes tener la suerte de no estropearlo», cuenta.

Otra persona armada con un objetivo que se ha enfrentado a ese dilema es la valenciana Avelina Prat, directora de cine. Su relación con la luz bascula entre el amor y el odio. «Por la luminosidad que tiene, es una fuente de alegría y de buen humor», señala. «Sin embargo, es muy contrastada y a los del cine nos produce muchos quebraderos de cabeza».

Las ilustraciones de Javier Mariscal recorren la Comunidad Valenciana de norte a sur, plasmando la mezcla vitalista de naturaleza, historia, edificaciones y mar. «Esta luz se transforma en energía», cuenta

Su ópera prima se titula 'Vasil' (2022) y narra la entrañable historia de amistad entre un jubilado de Valencia y un inmigrante búlgaro. Rodaron en invierno y tuvieron la suerte de encadenar varios días nublados, lo que provoca que la ciudad luzca distinta, 'liberada' del sello de Calatrava y más pegada a las calles del centro y al cauce del río Túria. «Es cierto que es muy difícil controlar esta luz, aunque tenemos algunas herramientas para esquivar o tamizar esa dureza: elegir las mejores horas para rodar, probar diferentes enfoques, poner filtros en cámara o utilizar palios. Aun así, siempre estás a merced del tiempo».

Una imagen de la película 'Vasil', de Avelina Prat. Avelina Prat

No sabemos si consultaron sus previsiones, pero el físico y meteorólogo Marc Santandreu aparece diariamente en Televisión Española tratando de explicar si hoy veremos el sol sobre la Malvarrosa y qué temperaturas alcanzará el termómetro cuando arranque la mascletà. «Justo eso depende del viento, en Valencia es lo que determina el tiempo que hará», dice el presentador. «Es habitual ver la mascletà en manga corta y poco después necesitar ponerte una chaqueta. Eso sucede cuando entra el viento de levante. El de poniente, en cambio, nos da temperaturas más altas y atardeceres rojizos».

Santandreu, que trabajó en la Ocho Mediterráneo y À Punt, lleva años en Madrid echando de menos el clima y el resplandor de Valencia. Cuando viene de visita, lo primero que hace es levantarse temprano para ver el amanecer en la playa. Para él, importa tanto la luz como la superficie sobre la que se refleja: «Y lo bonito de Valencia es que tiene mucho que enseñar: edificios preciosos, calles abiertas, vistas al mar…».

Las miradas de Sonia Rayos y Avelina Prat, arquitecta y cineasta respectivamente, siempre buscan la luz. La primera para aprovecharse de los rayos del sol y la segunda para esquivar sus sombras tan contrastadas

Sobre los primeros sabe mucho Sonia Rayos, que camina por la ciudad mirando hacia arriba. «Es algo muy común entre los arquitectos, siempre andamos pendientes de los edificios y de las luces proyectadas», dice. La luminosidad no suele incluirse entre los materiales necesarios para construir, pero por dónde entra el sol y durante cuánto tiempo es un cálculo imprescindible para cualquiera que comparta su oficio. «Cuando conozco una vivienda en la que voy a trabajar, lo primero que miro es dónde está el norte. La mejor orientación en Valencia es el sureste, cualquier otra ya te lleva a pensar en sistemas de protección solar».

La arquitecta Sonia Rayos en una reforma del Ensanche Sonia Rayos

La intensidad lumínica de la región es una ventaja para los arquitectos, que buscan las soluciones más sostenibles apoyándose en la luz solar. Al fin y al cabo, es la que asegura nuestro modo de vida y también el de las plantas. «Las horas de sol son fundamentales para el desarrollo de los cultivos de excelencia», dice Héctor Molina, que en 2008 abandonó su trabajo en la construcción para dedicarse al campo. Tres años después, estaba en Bruselas a punto de presentar un proyecto de innovación tecnológica. Unas horas antes releeía las palabras del botánico Antonio José de Cavanilles, quien a finales del siglo XVIII peregrinó varios años por la Comunidad Valenciana. Gracias a su investigación, reunida en «Observaciones sobre el Reino de Valencia», se pudieron catalogar miles de plantas. De ahí Molina toma prestada una definición que puede condensar la razón del hilo invisible que nos mantiene unidos a esta luz insaciable: «Es, sencillamente, radiante».

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