La Malvarrosa regresa a la calle

«En los años 90 estuvimos más de un año con protestas todos los días», responde uno de los portavoces de la asociación vecinal Amics de la Malvarrosa al ser preguntado acerca de cuánto tiempo mantendrán las movilizaciones de esta parte del Marítimo. La noche del jueves fue la segunda y congregó a un buen puñado de residentes en el cruce de la calle San Juan de Dios con la avenida Malvarrosa.

La ubicación no es baladí y una placa de cerámica recuerda que se llama «Las cuatro esquinas». Fue precisamente en este lugar donde hace 30 años se celebró una cacerolada diaria para protestar por la degradación del barrio. «La situación no es tan mala como antes», matizan las mismas fuentes, pero la impresión general es que se consideran «abandonados» por parte del Ayuntamiento.

Cacerolas y silbatos sonaron detrás de la pancarta durante un buen rato, con una ocupación de la calzada para hacer más patente el malestar de alrededor de un centenar de personas. La comunicación con el gobierno municipal es fluida, señalan, pero las inversiones tardan en llegar. «Somos seguramente el único barrio de Valencia que carece de una biblioteca», apuntan, para demandar también un centro social.

De ahí que uno de los propósitos de la protesta es reclamar «más y mejores servicios públicos: educación, sanidad y servicios sociales». Seguramente la única inversión municipal de estos años ha sido la reurbanización de la plaza Moreno Gans. «Fue porque resultó votada en los presupuestos participativos», señalan desde la entidad vecinal con cierto toque de ironía. Ahora, reclaman que la siguiente que deje de ser un descampado sea la de Músico Antonio Eiximeno.

Más limpieza en las calles y garantizar el derecho a una vivienda digna se sitúan en la parte alta del decálogo vecinal, que tiene un apartado amplio contra lo que denominan el «mercado especulativo de la droga», en referencia al tráfico de estupefacientes que domina varias zonas del barrio marinero.

Las Casitas Rosa son el epicentro de este problema. Bloques de viviendas construidas tras la riada de 1957, con frecuencia son escenario de redadas policiales, aunque el problema sigue. De ahí que la asociación vecinal plantee el refuerzo de la «convivencia con medidas de refuerzo educativo y social».

Igual que ocurre en el Cabanyal con este problema, el tráfico de drogas al menudeo tiene como derivada con frecuencia actos de vandalismo y falta de civismo. De ahí que las protestas vecinales reclamen «políticas y espacios culturales con alternativas de ocio y formación», como una de las soluciones.

La primera concentración vecinal fue en diciembre y anoche la segunda. Con seguridad habrá más, a la espera de que el mensaje cale en los responsables políticos y se empiecen a ver mejoras en esta parte del Marítimo, olvidada por todos los presupuestos públicos.