En la Malvarrosa no hay DeLorean, ni doctores medio locos, ni adolescentes atolondrados (bueno, de esto quizá sí). En la Malvarrosa hay niñas encaramadas a los barrotes de las ventanas de las casas situadas en plantas bajas que ven pasar a la manifestación con ojos como soles y mujeres enfadadas que agitan pancartas cabreadas mientras miran a las Casitas Rosa y exclaman «camello, escucha, la Malva está en lucha». Pero el barrio no necesita un argumento de ciencia ficción para viajar al pasado, porque aseguran que están dispuestos a combatir el mercado de la droga «como en los 90».
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Es lo que reza una de las pancartas de la multitudinaria marcha que pide un plan integral contra el problema de la droga y las Casitas Rosa y que este jueves por la noche volvió a recorrer las calles del barrio más guerrero de Valencia en una muestra envidiable de resiliencia. Hace apenas 20 días llenaron la avenida de la Malvarrosa de cientos de personas y lo mismo ocurrió este jueves con una manifestación en la que estuvieron presentes concejales del PSPV y de Compromís que, eso sí, asumieron un papel secundario. A nadie se le escapa que ellos estuvieron ocho años en el poder: estas marchas son contra el PP pero también contra sus predecesores.
Porque una de las proclamas más repetidas por Pau Díaz, portavoz de la Associació de Veïns Amics de la Malva, convocatoria del acto, es «gobierne quien gobierne, la Malva se defiende». Vaya si se defiende. Con uñas y dientes, si hace falta. Con patrullas vecinales que recorren los parques de la zona. Con pancartas que exigen soluciones ya. Con contundencia al paso de las Casitas Rosa, ante la mirada impertérrita de quienes viven en ellas. Amparados por una amplísima presencia policial, que evitó de nuevo que se registraran incidentes.
El barrio es uno de contrastes. Es un barrio con calles donde los niños aún juegan a la pelota, como en las situadas al norte del mismo que tienen nombre de islas, y de una avenida con una vida comercial que nada tiene que envidiar, al menos en lo referente al número de locales, a otras calles infinitamente más céntricas. Pero también es un barrio en el que las ratas campan a las anchas. Este jueves, de hecho, en un momento de la manifestación una de ellas decidió darse un paseo cerca de los manifestantes, que se alejaron entre gritos. El animal, aún más asustado, se perdió Casitas Rosa adentro.
Los vecinos exigen un plan integral sobre todo centrado en esa zona, el conjunto de edificios que no se sabe si el Ayuntamiento quiere derribar o no, porque el PSPV no lo tenía claro del todo y el PP aún no se ha pronunciado. Como tantas otras cosas, debido a lo poco que hace que han llegado al poder, aseguran que lo están estudiando. Pero los vecinos están hartos de tener que volver a los años 90: les gustaría no ser tan combativos, ni salir a las calles todos los meses. Ellos quieren protagonizar una vida tranquila, no una película de ciencia ficción. O, en mas ocasiones de las que les gustaría, de terror.
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