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MAR GUADALAJARA
Sábado, 14 de diciembre 2019, 00:59
Pese a que el Ayuntamiento y la Generalitat han hecho de la rehabilitación del Cabanyal el verdadero motor de sus políticas públicas, lo cierto es que quienes viven en el barrio marítimo por excelencia lamentan que, como dijo Ribó al poco de llegar al poder, las cosas de palacio vayan tan despacio. Ni los distintos planes puestos en marcha por el Consistorio, el último (la segunda edición del ARRU) presentado hace apenas una semana, ni las constantes declaraciones políticas de amor por el barrio han supuesto una mejoría evidente de la convivencia en el barrio, pese a que Salvem el Cabanyal se disolvió «con los deberes hechos». Hartos, los vecinos del distrito salieron esta semana a la calle para protestar por una situación que consideran insostenible y que tienen diagnosticada.
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«He visto cómo enseñaban a cortar el hachís a chavales, como si fuera una clase, lo hacen a la vista de todos, justo debajo de mi casa porque la impunidad aquí es total», dice sin inmutarse un vecino de la zona del Marítimo que prefiere mantener el anonimato porque asegura estar «amenazado de muerte, ya me atacaron con machetes un día por llamar a la policía cuando estaba entrado en mi portal», relata. La droga vuelve a las calles y los vecinos lamentan revivir el pasado cuando la droga hizo estragos que aún perduran hoy. A plena luz del día, en la calle Pescadores se vende. Los vecinos ya no agachan la mirada y los camellos tampoco se esfuerzan en disimular. Conocen la zona y han aprendido a manejarse. En la calle Escalante o en Doctor Lluch el reclamo está en pintadas de las paredes sin pérdida: 'aquí hay talegos', 'se vende droga'. «En cualquier calle puedes encontrar a alguien pinchándose, se ponen en los jardines donde están más tranquilos pero las jeringuillas se ven en el suelo de nuevo y ya sabemos lo que trae la heroína: los vecinos están tensos porque temen los tirones y los abusos, por la noche ya se revientan algunos coches», describe con detalle el presiente de la Asociación de Vecinos de la Malvarrosa. Explica que se han reunido en varias ocasiones con las autoridades municipales y hasta con el delegado del Gobierno, «pero la solución no llega».
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«La droga ha empeorado el ambiente, quienes la venden tienen comportamientos abusivos contra los vecinos que recibimos a diario amenazas, siempre están tensando la cuerda en el barrio», se sincera otra residente que vive en plena calle del Rosario, junto a la plaza del mismo nombre. «Aquí hay rifirrafes todos los días, peleas y gritos o luego se ponen a cantar hasta las tantas de la madrugada», explica. Algo que coinciden con las advertencias de la plataforma 'Zero Incívics': «Se les ha permitido hacer de todo y eso sigue pasando hoy en día; llamas a la policía y no hay respuesta, hay quien lo hace cada noche porque se ponen hasta a jugar partidos de fútbol». Con la reivindicación del pasado miércoles, ocho asociaciones se unen para alzar la voz y piden más medios policiales y sociales para mejorar la convivencia. Según los integrantes y convocantes de este movimiento la situación podría llegar al límite porque la tensión es cada vez mayor entre los residentes y vecinos de la zona.
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La vivienda sigue siendo una de las flaquezas que tambalea y acrecienta todo lo demás. Las entidades sociales y vecinales consideran que el barrio siempre ha estado sometido a la especulación, con grandes planes urbanísticos que no han respetado el patrimonio de este barrio de pescadores. El alquiler y los precios de la vivienda se disparan, incluso el boom de los apartamentos turísticos ha empezado a hacer mella. La situación estaría ahogando a los vecinos. Así lo explicaban desde la asociación vecinal de Bloques Portuarios, que aseguran que la ocupación es el mal endémico del Cabanyal y los residentes locales «de toda la vida» se han visto superados, empujados a marcharse del lugar donde ellos nacieron y donde se criaron sus padres. «No pretendemos que dejan en la calle a toda esta gente, pero han aprendido a vivir al margen de lo permitido y hay mucha impunidad por eso pedimos ayuda de los servicios sociales para que les presten la atención necesaria y puedan mejorar su situación, también la de los vecinos», piden desde la entidad.
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Pese a que son aspectos que a día de hoy consideran «secundarios», quienes transitan esas calles a diario las describen con una palabra: «Degradación». Pese a los cambios en las aceras y la plantación de árboles en las nuevas vías, el barrio sigue congregando muchos espacios donde se acumula la porquería. Los descampados y algunos rincones se han convertido en vertederos. Los vecinos lo denuncian y reclaman pequeñas infraestructuras como zonas verdes, jardines o incluso centros sociales, como uno de adultos o ambulatorio e incluso un retén para la policía. Creen que la limpieza «deja mucho que desear», asegura un vecino. Los parques y el arbolado «necesitan un buen repaso». Esta es otra de las demandas populares que piden al Ayuntamiento al que las entidades vecinales presentaron ya un manifiesto concretando estas medidas relacionadas con la suciedad que siguen dejando una imagen de degradación en el Cabanyal.
A falta de una solución desde la Policía Local y Servicios Sociales, las inversiones en la reurbanización de calles y plazas en la zona más degradada del barrio es la parte más visible de la gestión del Ayuntamiento. De momento hay tajos abiertos en las calles San Pedro y Los Ángeles, así como en la plaza del Rosario. Se trata de zonas donde el vandalismo y los problemas derivados de las ocupaciones ilegales son muy evidentes, pese al refuerzo de la recogida de basura y enseres abandonados, en solares y en la vía pública.
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«Es la pescadilla que se muerde la cola», dicen desde la plataforma Zero Incívics. Al parecer no hay otro modo de describir lo que ocurre en el Marítimo. La falta de empleo es el germen que ha derivado en el resto de síntomas, agravando el diagnóstico de una zona que está esperando un tratamiento que no llega. Mientras las voces vecinales se alían para pedir ayuda. Exigen reforzar las políticas de empleo y las ayudas sociales «con trabajadores a pie de calle». En este sentido las entidades vecinales creen que se podrían vincular estas ayudas de forma efectiva con la convivencia vecinal, «coordinando el trabajo de los servicios sociales y la policía de proximidad».
Otra demanda colectiva pone el foco en la educación, creen que así se podría «erradicar la marginalidad y los guetos de la zona». La histórica expresidenta de la asociación de vecinos, Pepa Dasí, que hace apenas un mes dejaba su cargo, declaró a este diario que los temas sociales están por solucionar. «Esto no se ha conseguido y estamos por conseguirlo», dijo mostrándose optimista aunque insistió en que el único modo de hacerlo es «a base de presión». Relata su experiencia como vecina señalando que «la situación es dura por la droga, todo eso hace daño y si solucionamos la droga solucionamos la mitad del problema. Muchos de los que están en el barrio ocupando se dedican a la venta de la droga, así que si esto se acaba se calmará».
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